martes, 22 de julio de 2025

Delante de todo el mundo (I)

 


Nuevo recorte de hemeroteca, en este caso centrado en las preguntitas que se hacen en los escruticidios.

Y atentos a la próxima entrada, que dará más detalles explícitos sobre lo que se pregunta delante de todo el mundo, adultos y chavales. 

 

domingo, 20 de julio de 2025

El obispo no controla ni es consultado

 

Este recorte de hemeroteca es un episodio de cuando el Papa Juan Pablo I era Patriarca de Venecia, y presenció la llegada a su diócesis del movimiento creado por Kiko y Carmen.

De esto también se había hablado ya en el blog, si se repite, además de porque conviene recordar la verdad, es para dejar constancia de la carta de 1976 en la que el cardenal Luciani, consultado por la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre los neocatecumenales, informa sobre el proceder de estos en Venecia.

 


TRADUCCIÓN

Venecia, 8 de mayo de 1976
  
Señor Cardenal
En respuesta a su venerable del 29-4-1976 (n.36/75), aquí algunas notas:

   

1. En Venecia, las Comunidades neocatecumenales nacieron de la siguiente manera. El párroco de Santa María Formosa me comunicó en noviembre de 1971 que deseaba hubiese en la parroquia una misión. Alabé la iniciativa, pensando se tratase de una misión tradicional actualizada en los métodos. En cambio, cuando me presentó los “misioneros” me encontré de frente a dos sacerdotes barbados, uno siciliano y otro romano, que me hablaban de “anuncio” de la palabra y de otras cosas nuevas para mí. El párroco que los había llamado es bueno y prudente, y permitió que la “misión” continuase. En enero de 1972, el párroco me dijo que de la “misión” estaba surgiendo una “comunidad” y me pidió fuese una tarde a entregarle la Biblia a los adherentes. Lo hice. Requerido más tarde que aprobara la “comunidad”, di una aprobación verbal ad experimentum.

2. De esta primera comunidad surgieron otras en Venecia y en Mestre. Requerido el permiso por algún párroco, siempre manifesté perplejidad, invitando a reflexionar bien antes de comenzar; quien insistió en querer probar tuvo un permiso ad experimentum. Algún párroco comenzó, luego desistió, decepcionado. Hoy una o más “comunidades” hay en siete parroquias de la diócesis veneciana.

3. Confieso que aún no he entendido bien qué es lo que pretenden y quieren los promotores. Los párrocos que tienen aquí “comunidades” en general son personas serias y dicen estar contentos de algún buen fruto que encuentran. Sobre ellos causa buena impresión que el Papa haya dirigido el 8-5-1974 un breve saludo a un grupo de neocatecumenales presentes en una audiencia general. Las palabras del Papa –reproducidas también en L’Osservatore Romano– son, con exageración, propagadas como un reconocimiento explícito. Un decreto de 7-2-1976 del cardenal Tarancón, fotocopiado y mostrado, les sirve también de apoyo. En el pasado se citaba la aprobación de Mons. Morcillo, arzobispo de Madrid, y del Card. Dell’Acqua.

4. Me han surgido las siguientes perplejidades:

a) Algunos de los neocatecumenales me parecen un poco fanáticos: sienten tener el “Espíritu”: quien, invitado, rehúsa asociarse a ellos, ¡resiste al Espíritu! Muchos otros, en cambio, son equilibrados: en mi opinión, es demasiado escasa la preparación para llamarse “misioneros” y predicar.
b) En algún lugar se toman “libertades” en liturgia: la “paz” (gran abrazo y besos también entre hombres y jóvenes señoritas y monjas) se da y se recibe antes del ofertorio; nada de “Credo” porque son catecúmenos; nada de formas, sino un solo gran pan común consagrado, después partido y distribuido (¡los fragmentos!); “Cristo ha resucitado”, gran slogan y se supone que, “anunciado” y aceptado esto, el resto no tiene mucha importancia; plegarias improvisadas con algunas ingenuidades (un cura: “gracias, Señor, esta tarde he descubierto finalmente lo que es la Iglesia”).
c) No el domingo, sino la noche entre sábado y domingo sería recordada la Resurrección. Algún párroco se declara agotado: “¡Velar gran parte de la noche con el grupo neocatecumenal y después presidir todas las liturgias dominicales de la parroquia!”.
d) Los “catequistas” o “misioneros” son enviados a las parroquias, que lo piden, por la “comunidad”: el obispo no controla si tienen la preparación necesaria ni es consultado. En algún caso ha sucedido que se trataba de personas bien intencionadas, llenas de espíritu de sacrificio, pero que de buena fe enseñaban cosas no ciertas o solo algunos puntos de la doctrina cristiana.

e) Me parece un poco artificial y pesada la estructuración: precatecumenado de dos años, primer escrutinio y paso provisional al catecumenado; segundo escrutinio y paso definitivo al catecumenado; elección y renovación de las promesas bautismales y entrada en la Iglesia. Todo esto es llamado camino eclesial, hacer experiencia del ser Iglesia. Induce, como tentación sutil, que quien no hace este camino es Iglesia de serie B.

5. Tales catequistas –también casados– piden ahora el Diaconado. Veo la cosa muy delicada. Primero, no hay garantía de preparación competente (estamos también en contraste con cuanto fue establecido por la Santa Sede y por la Conferencia Episcopal Italiana sobre la preparación). Segundo, ¿y las mujeres “catequistas”? ¿Diaconisas también? Tercero, los diáconos hacen parte del clero: ¿la diócesis se encarga del mantenimiento, de la pensión, etcétera? Hasta ahora, aquí, los catequistas son ayudados económicamente por las “comunidades”. ¿Pero después? Por ejemplo, hay aquí una pareja: el marido, graduado en teología, renunció a la docencia universitaria y se entregó generosamente –de acuerdo con la esposa– a la catequesis tanto en Italia como en Austria. ¿Pero cuando los hijos sean grandes? No hay seguridad ni pensión prevista.

6. Estas son las perplejidades. Por justicia, debo reconocer que hay también –en los resultados– datos muy positivos. Los párrocos pues, que han perseverado en la iniciativa, me dicen: con este método tenemos óptimas personas, también jóvenes, que ayudan en la pastoral, recuperamos otros que estaban alejados, mientras no se consigue revitalizar la Acción Católica.

  

Pido perdón por lo poco que he podido exponer, mientras, con sentido de veneración, me confirmo

   

Albino Card. Luciani

Patriarca de Venecia 

  

A S. Eminencia Rev.ma Card. Franjo Šeper

Prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe

ROMA

 

viernes, 18 de julio de 2025

Kiko no te pases

 


El siguiente recorte de hemeroteca ya había sido publicado en este blog, pero merece la pena rescatarlo a fin de detallar mejor el origen del recorte.

El cardenal español Fernando Sebastián Aguilar (Calatayud, 1929; Málaga, 2019) fue un gran apasionado por la evangelización. Suyas son las siguientes palabras, pronunciadas en una entrevista:

«Antes o después del Bautismo, el catecumenado de conversión es indispensable. El catecumenado es parte integral del Bautismo. La actividad central de nuestras parroquias tendría que ser este catecumenado de conversión, con atención personalizada de cada catecúmeno por parte del sacerdote. Con niños, con jóvenes, con adultos. Facilitar los bautismos sin catecumenado, sin conversión, es fomentar la existencia de bautizados no creyentes, o como dijo el Papa Benedicto, es llenar la Iglesia de “paganos bautizados”. Si seguimos así terminaremos por ser una Iglesia enteramente mundanizada. Es la sal sosa, el fermento desnaturalizado, que no quería Jesús».

Quién sabe si por ser un convencido de la imperiosa necesidad del catecumenado, su relación con el CNC se mantuvo siempre distante. En su libro “Memorias con esperanza”, el cardenal Sebastián refiere un encontronazo con el mismísimo nuevo Moisés de los neocatecumenales, además de explicar el origen de las dificultades en el trato con ellos:

«Dificultades que irritaban bastante a los sacerdotes: quienes dirigían de verdad la vida de las comunidades [neocatecumenales] eran los catequistas, que formaban una especie de jerarquía propia, encabezada por Kiko Argüello» (SEBASTIÁN, F. Memorias con esperanza, Ed. Encuentro, Madrid, 2016, pg. 383).

Tras lo cual narra el par de sucesos en su etapa de arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela (1993-2007) :

«Mis relaciones con ellos no fueron a mejor sino a peor. Hubo dos cosas que bloquearon estas relaciones. Ocurrió que por fuerza de las situaciones y de las limitaciones que uno tiene que soportar tuve que enviar como párroco a una parroquia donde había varias comunidades a un sacerdote poco amigo de los neocatecumenales y poco dispuesto a atenderles en sus demandas especiales. Yo preveía las dificultades que podían surgir, pero una serie de circunstancias que no vienen al caso me obligaban a hacer ese nombramiento. Lo interpretaron como una falta de aprecio por mi parte hacia las comunidades [neocatecumenales]» (Ibid., pg. 383).

Kiko, este obispado está lleno de demonios, aseguraría algún ferviente consumidor de kikotina. O bien alguien pensaría que solo podría salvarles que se muriera este párroco, pero no plugo a Dios el deseo.

«Un segundo desencuentro con ellos se produjo cuando los catequistas regionales me pidieron permiso para celebrar una misión en Tudela. A mí me pareció que una misión con el estilo neocatecumenal no era lo apropiado en aquellos momentos para la ciudad. No sé qué resultado hubiera podido tener la misión proyectada por los neocatecumenales. El caso es que sus dirigentes llevaron muy a mal mi negativa»

¿No se asegura en los estatutos que el Camino está al servicio del obispo?

Bueno, ya se sabe cómo son estas cosas, se pone lo que se pone para conseguir la aprobación, pero el realidad siempre se trata de que el obispo esté al servicio del Camino. Por eso la anécdota prosigue así:

«El propio Kiko, en Roma, en plena plaza de San Pedro, me dijo muy solemnemente: “Nos has decepcionado”. A mí aquello me sentó muy mal. Me pareció que clasificaban a los obispos en buenos y malos según el grado de obediencia a sus sugerencias».

Los malos están todos llenos de demonios y los buenos son imbéciles.

«Me volví hacia la ventana por donde se asoma el Papa para rezar el Ángelus y le dije: “Kiko, no te pases, el único a quien debo dar cuentas es al Señor y al que está en esa ventana”. Después de aquello pasaron muchos años sin tener ningún contacto» (Ibid., págs. 383-384).