Con motivo de la anterior entrada en Crux Sancta sobre la búsqueda de familias del Camino Neocatecumenal para la misión ad gentes, creemos importante recordar una entrevista en la que un cabeza de familia narra, entre otras cosas, algunos aspectos relevantes de su actividad misionera en República Dominicana durante los casi tres años que allí estuvo.
Cabe destacar que esta familia acude con ocho hijos (a la espera del noveno) y durante su estancia engendraron tres más.
José Luis Mendoza: «Me pusieron una pistola en la frente por anunciar el Evangelio»
Hay un aire de tribulación que empaña la paz sobre la que suele descansar José Luis Mendoza (Cartagena, 1949), un eco de Babilonia criminal que pone a prueba la fe que le salva, un rayo de enfermedad que ha caído sobre su casa. En mitad del éxito que está conociendo la UCAM, la universidad católica que él creó en Murcia, se repite a sí mismo: «Si no tengo amor, nada soy».
-¿Qué somos?
-Somos seres creados por Dios para toda la eternidad. Cuando mi padre murió, en mis brazos, fuertemente apretado contra mi pecho, yo me despedí de él diciéndole: «¡Papá, nos veremos ya en el cielo. Me despido de ti!». Inmediatamente, noté cómo el alma salía de su cuerpo con una fuerza impresionante; noté una sacudida, enorme, que me impactó. Y una vez que el alma salió de su cuerpo, éste ya no era nada.
-¿Usted se imaginó alguna vez que llegaría a ser padre de 14 hijos?
-(Risas). ¡Jamás en la vida llegué a pensar que podría tener 14 hijos! Cuando yo conocí a Lola, mi mujer, en la Facultad de Medicina, y nos hicimos novios, recuerdo que, de cara a casarnos, hablábamos de este tema. Ella quería tener cuatro hijos, y yo le decía «¡tú estás loca, Lola, cuatro hijos!». Yo tenía un referente familiar muy claro: mi hermano Vicente y yo. Y, fíjese, 14 hijos tenemos: 7 varones y 7 hembras. Y acabo de tener una nieta preciosa, María Dolores.
-Desde luego, podrán acusarle a usted de lo que sea, pero no de ser impotente.
-(Risas). Ni lo he sido, ¡ni lo soy! Dios me ha dotado de una gran fortaleza física, es verdad. Lola y yo nos hemos fiado de Dios, no hemos abandonado nunca su voluntad, y hemos tenido todos los hijos que Él ha querido concedernos. También le digo que con cada hijo viene un pan debajo del brazo.
-¿Qué conoce bien?
-Lola y yo entramos en el Camino Neocatecumenal siendo muy jóvenes, y aquí conocimos el amor de Dios, que transformó por completo nuestras vidas. Llegamos a fiarnos tanto de Él que, incluso, lo dejamos todo para irnos de misioneros a la República Dominicana; era un salto al vacío, pero nos fuimos con la confianza puesta en Dios y ¡con 8 hijos!
-¿Cuál fue el peor momento?
-Delante de mi mujer, que tenía a mi hijo Juan Pablo en los brazos, llegaron a ponerme una pistola en la frente por anunciar el Evangelio. '¡Aquí nadie va a levantar una iglesia!', me dijeron. Estábamos evangelizando en una zona de sectas, a la que el cardenal de Santo Domingo me contó que hacía 40 o 50 años que nadie se había atrevido a meterse, por miedo a que lo mataran. Yo lo hice. Pedí ayuda al Gobierno, y al comandante que enviaron a la zona para garantizar la seguridad, lo acuchillaron y lo mataron el primer día. Fue muy fuerte, pero al final allí nació una iglesia, surgieron muchísimas vocaciones y se está haciendo una gran labor. Eran sectas muy peligrosas, que adoran al dinero y a Satanás.
-¿Tuvo miedo?
-Tuve fe. Un día, de pronto, empecé a orinar sangre. Hacían todo tipo de ritos, no se paraban ante nada. Cuando vinieron a por mí, me saqué una cruz del bolsillo, que me había entregado Juan Pablo II, y les dije: «Mátenme si quieren, pero yo no voy a dejar de anunciar el Evangelio». Y añadí: «No les tengo miedo, aquí habrá una iglesia». A lo único que yo le tengo miedo es a poder hacerle algún daño a alguien, porque siempre he intentado hacer el bien y rechazar el mal.
-¿A qué ha dicho siempre que no?
-A los sobornos, ha habido momentos en mi vida en los que he tenido que rechazar grandes sobornos. Recuerdo que, a principios de los años 80, cuando monté una clínica de rehabilitación y me dieron el concierto con la Seguridad Social, dos altos cargos del mundo de la Sanidad de la Región de Murcia, me invitaron a una mariscada en el Paseo Alfonso X de Cartagena, y me dijeron: «Te vamos a hacer de oro, José Luis; te vamos a desviar más de mil enfermos mensuales y no sé cuántas más cosas». Y me ponían una condición: «El 40% de lo que te dé el Insalud, para nosotros». Yo tenía 29 años, los dejé plantados en el restaurante y me marché. Por no aceptar, echaron para atrás el concierto que se me había aprobado ya en Madrid con la Seguridad Social.
-¿Qué le ha gustado hacer?
-Siempre me ha gustado asistir a los partos de mis hijos; y dormirlos por las noches cuando eran pequeños, en mi brazos, cantándoles canciones que yo me inventaba. Que un hijo tuyo se duerma en tus brazos es maravilloso.
-¿Es un buen padre?
-Me gustaría ser mejor padre de lo que soy, me gustaría amar a mis hijos más de lo que los amo, y poder ayudarles mejor de lo que les ayudo. La verdad es que llevo toda mi vida trabajando sin parar -¡son ya 23 los años que llevo sin vacaciones!-, y que dedico mucho tiempo a intentar ayudar a la reconstrucción de la Iglesia de Cristo. Pero, mire, no hay nada que me haga más dar gracias a Dios que ver a mis hijos juntos. ¡Es que son un ejército! (Risas). Es impresionante ver cómo se quieren y cómo se apoyan entre ellos. Son todos personas de fe y a veces, cuando hemos tenido momentos de gran sufrimiento, sin decirles nada ellos se han puesto a rezar juntos el Santo Rosario. Todos tenemos claro que queremos ser una familia útil a la sociedad.
-¿Qué ha sentido estos días?
-Una presencia muy fuerte del Espíritu Santo, en el convento de clausura de San José, en Ávila, donde he estado con mi mujer y tres de mis hijas. Vi claramente el amor de Dios en aquellas carmelitas descalzas, y tuve la suerte de poder besar una gran reliquia: el pie incorrupto de Santa Teresa de Jesús.
-¿Cuántas reliquias tiene?
-En la UCAM tenemos varias: de San Francisco de Asís, de San Alberto Magno, de Santa Teresa de Jesús y de San Juan de Ávila; y, en mi casa, tengo una muy querida de San Pío V. Me encomiendo mucho a los santos, y compruebo cómo desde el cielo me ayudan cada día.
-¿Quiénes le han alucinado?
-Me alucinó mucho Juan Pablo II: su testimonio de santidad, su capacidad de sufrimiento hasta el final de sus días, su alegría de vivir. Estuve con él 19 veces, y siempre recibí afecto y ánimos. Recuerdo la alegría que se llevó cuando le presente la UCAM, la primera universidad católica fundada por un laico. Me dijo: 'Adelante, porque esta universidad es muy importante para la Iglesia'. También me ha impactado mucho Benedicto XVI, quien cuando era cardenal estuvo aquí en Murcia con nosotros. Pude hablar con él durante muchas horas; desayunábamos, comíamos y cenábamos juntos. Entre nosotros surgió una amistad y un cariño muy grandes. Es una constante lección de inteligencia, de fe, de bondad, de modestia. Es un hombre de una gran ternura.
-Al que usted llegó a pasear por la región en su coche.
-¡En un 4x4 que me quieren comprar! No lo vendo, claro.
-¿De qué no se olvida?
-Una vez, en mi despacho, lo vi emocionado y me atreví a preguntarle: «¿Qué le pasa, eminencia?». «Estoy impresionado por el testimonio de fe vivido en esta universidad», me respondió. Y entonces fui yo el que se emocionó.
-¿Usted llama por teléfono al Papa y se le pone? Ya sabe que eso se dice.
-Eso es falso, nada más lejos de la realidad. (Risas).
-¿Qué le consuela?
-La oración íntima con Dios. Sentir cómo Dios me ama, a pesar de mis pecados y de mis debilidades.
-¿Qué tiene muy presente?
-Unas palabras de Tobías: «No hagas a otros lo que no quieras que te hagan a ti. Bendice a Dios en todo momento, y pídele que allane tus caminos y que te dé éxito en tus empresas y proyectos».
-«A Dios rogando, y con el mazo dando». ¿Estamos de acuerdo?
-Totalmente de acuerdo.
-¿Cómo era usted de niño?
-Muy tímido, y tenía muchos complejos. Pero encontré consuelo, desde pequeño, en la Virgen María y en Jesús Nazareno. Luego descubrí que tenía facultades para el deporte: era un gran corredor de atletismo, incluso llegué a ganar varios campeonatos; y me gustaba remar en el mar, y nadar. Ahora, todos los días hago una hora de gimnasia muy completa en mi casa, con pesas incluidas. Aunque no haya dormido más de tres o cuatro horas, eso no lo perdono.
-De sexo, drogas y 'rock and roll', ¿qué tal?
-Mire, de sexo muy bien, gracias a Dios. Yo con el sexo no tengo ningún problema, porque cuando se vive según la voluntad de Dios, el sexo es maravilloso. De drogas, nada de nada, no he probado ni un porro en mi vida. Y sobre el rock and roll, tengo que decirle que yo soy un fanático del rock and roll y de la música en general. Conservo más de dos mil elepés: de Led Zeppelin, Pink Floyd, Jethro Tull, Bob Dylan, Bob Marley, 'country', de todo.
-¿Sintió usted cerca la presencia del Diablo?
-Lo he sentido, sí, y es un monstruo deforme, terrible, que se reviste de ángel de luz y que puede llevar al hombre a la destrucción total y a la muerte.
-¿Cuándo no está en paz?
-Por ejemplo: cuando juzgo, critico o murmuro.
-¿Cómo anda de paciencia?
-A veces, soy poco paciente. Me gusta que se hagan las cosas con diligencia. No admito la pereza y la desidia en el cumplimiento de nuestras obligaciones.
-¿Qué reconoce?
-Que si algo bueno hago, es por la gracia de Dios.
-¿A qué no está dispuesto?
-A deshacerme de la UCAM por dinero. Han intentado comprármela ofreciéndome más de 300 millones de euros, y me he negado rotundamente. Esto es una obra de Dios que no se puede vender.
-¿Qué es verdad?
-Que por los frutos los conoceréis.
-¿Va a pecho descubierto por el mundo?
-Sí, y quizás sea una imprudencia por mi parte.
-¿Ha puesto la otra mejilla?
-He procurado poner la otra mejilla, para poner en práctica lo que Cristo nos dice en el Evangelio. Lo he hecho en contra de mi voluntad, pero he visto que ahí radica la verdad. Dios me ha concedido la gracia de poner en práctica su palabra, y nunca me he arrepentido de hacer su voluntad; hacerla te salva.
-¿Cuando lloró por última vez?
-(Un largo silencio). A una de mis hijas le acaban de diagnosticar una enfermedad... muy grave; he llorado muchísimo. A ella la veo fuerte, valiente, con fe; pero... es muy joven, y le espera...; también he recibido el consuelo del Espíritu Santo. Yo daría mi vida por la suya, pero que no nos falte a ninguno de nosotros su madre, porque su madre es más importante que yo, es más necesaria que yo. Sin Lola a mi lado, yo no habría montado la UCAM ni hubiera sido capaz de hacer muchas de las cosas que he hecho en la vida.
-¿Con qué se obsesiona?
-A veces, lo reconozco, me obsesiono más de la cuenta cuando determinados grupos de poder me persiguen y me odian sin motivo. La UCAM ha sufrido muchas persecuciones, y mis hijos han tenido que escuchar cómo decían de su padre mil barbaridades y falsedades.
-¿Qué es usted aunque no lo parezca?
-Tengo fama de ser grosero, de tener mal genio y mal carácter, pero creo que soy muy respetuoso con los demás.
-¿Logró olvidarse de las amenazas de muerte que recibía en su propia casa?
-No es fácil. Lo peor no era, ni mucho menos, que me amenazasen a mí. Era que amenazaban de muerte a mis hijos y a mi mujer. Mis hijos han llegado a pasar, por el pánico, noches enteras sin poder dormir. Un día cogió el teléfono un hijo mío, menor de edad, y le dijeron: «Que sepas que te vamos a matar».
-¿Llegó a sentir odio?
-Dios me llama a perdonar y a olvidar.
-¿Se supo quién fue?
-Yo sé quiénes eran.
Fuente: La Verdad.
Después de leer lo que nos cuenta el azote de los corruptos, el insobornable, el laico que más prelados tiene en nómina (según apunta la prensa), el generoso de los cheques en mano... uno se lo pensaría dos veces antes de acudir a evangelizar con tantos hijos a los que prestar atención, y más aún si se trata de lugares en los que la violencia campa a sus anchas.