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| Ketubá |
Se ha mencionado en otra entrada que en sus inicios Kiko
aseguraba que la maduración de la fe era un proceso que abarcaba unos siete
años. Siete, no veinte, ni treinta, ni toda la vida.
Era otra época. O quizá era la zanahoria que presentaba a los
párrocos y obispos, muchos de ellos llenos de demonios, para convencerles de
que le dejasen experimentar en las parroquias.
Ya sabéis como se suponía que iba la cosa:
El primer año un interrogatorio para sacar a la luz tu cruz,
es decir, lo que te machaca, lo que no aceptas, lo que te destruye y te hace
dudar del amor de Dios. Y una promesa: con su receta mágica esa cruz se
volvería gloriosa, aunque para ello era imprescindible hacer lo que Kiko ordenase,
sin cuestionamientos.
Y la primera orden era desprenderte de los bienes.
Después venía la rendición de cuentas sobre lo vendido.
Porque mucho insistir en que tu mano izquierda no supiese lo que hacía la
derecha, pero a la hora de la verdad o contabas ante todo el mundo de qué te
habías desprendido o no había nada que hacer.
Más tarde se suponía que te enseñaban a rezar… que es una forma
de corregir a Cristo, cuya enseñanza sobre ese tema concreto se ha transmitido
hasta nuestros días gracias a sus apóstoles.
Y después adquirías la capacidad de descubrir la obra de Dios
en tu historia, es decir, de reinterpretar toda tu historia bajo el prisma
kikil; y no solo eso, no solo se te abrían los ojos para ver lo que los
kikotistas dispusieran fueran intervenciones de Dios en tu favor, sino también
se te abría la boca (¡efatá!) para proclamarlo en la asamblea y donde hiciese
falta.
Pero entonces Kiko te declaraba infecto hijo de demonio, si
bien tan afortunado que Dios le había enviado a él en tu rescate. Así pues,
eras un elegido no por tus méritos, sino por tu sumisión a Kiko, al camino y a
la comunidad.
Y una vez bien kikotizado, el rito final era la “renovación”
de Bautismo.
Poco a poco se inventaron otros pasos para perder
más el tiempo y también se inventó -sin ningún amparo en el estatuto que es el
marco normativo que deben seguir fielmente- un viajecito hiper caro al que
llaman matrimonio espiritual, cuyo culmen es la firma de la ketubá, hebraísmo innecesario
para referirse a un contrato matrimonial que, en el caso del “matrimonio
espiritual” de los neocatecumenales, carece de garantía y de validez legal.
Y ahora, una explicación sobre la ketubá tomada del blog italiano:
Ketubá significa "documento" y servía para proteger
a la novia, ya que contenía por escrito todos los deberes del esposo y la
cantidad que debía pagar a la familia de ella en caso de divorcio.
En la ketubá que recibimos (en el kiko rito del matrimonio
espiritual), en primer lugar, no está escrito en ninguna parte que se le llame ketubá.
Simplemente se transmite verbalmente y se repite mucho para llenar la boca,
como es usual entre discípulos de Kiko, pero quienes la emplean no entienden lo
que dicen, sino que solo repiten como loros. Es decir, todo lo que toman del
judaísmo es únicamente superficialidad insulsa que solo busca tener el
"efecto" de un retorno a los orígenes.
La ketubá que recibimos contiene únicamente el pasaje
evangélico de Lucas 6,20-49, el Sermón de la Montaña
paralelo al de Mateo, escrito en dos columnas con letras grandes. Al pie de la
primera columna figura el nombre de la comunidad que lo recibe -no los nombres
de los hermanos- y la firma del responsable. Bajo la segunda columna están las
firmas de los kikotistas, y en el centro de la hoja, al pie, la firma de quien
celebró la Eucaristía en el Cenáculo; en nuestro caso, el vicario del Patriarca
latino de Jerusalén.
Eso es todo, no hay nada más escrito, pero el mensaje
subyacente es muy contundente: a partir de hoy, la comunidad se compromete a
llevar a cabo el Sermón de la Montaña, y cada hermano es responsable tanto del
bienestar de la comunidad como de la salud material y espiritual de los demás
hermanos. Esto es lo que se repite en las reuniones vespertinas tras las
excursiones del día.
Sin embargo, en ese viaje, mi esposa y yo vivimos en primera
persona que lo que decían nuestros kikotistas nada tenía que ver con lo que
hacían. Pues para entonces ya les habíamos manifestado de forma reiterada, nuestras
muchas preocupaciones y ellos nos ignoraron, pues atendernos no estaba en el
guion memorizado. No hubo respuestas, consuelo ni apoyo, al contrario, ¡un año
después Kiko decretó nuestra expulsión!
Este es el respeto kikil a la ketubá, que intentaron vender
como un compromiso de por vida.
Porque un momento crucial del viajecito -carísimo- del
matrimonio espiritual es la Eucaristía en la basílica de Caná, en la que se invita
a los esposos a renovar sus votos matrimoniales, a lo que se añade, como
vínculo para toda la vida, la promesa de fidelidad a la comunidad como a
la esposa.
¿Se entiende ahora el objetivo de este rito adicional?
—Ante el fracaso y falta de estímulo de quienes han terminado
el camino y siguen sin oler lo que es la adultez en la fe;
—Dado que la comunidad entra en un estado de estancamiento
total;
—Ante la decepción de los hermanos que ven que las promesas
de Kiko eran agua de borrajas;
—Dado que muchos comienzan a comprender que han pasado casi toda
su vida en una horrenda secta;
Los neocaminantes se niegan a admitir que han cometido un
error, sobre todo porque escandalizaría a los familiares, amigos y conocidos
que ellos mismos han traído al Camino, y tendrían que reconocer ante sí mismos
y ante los demás que han perdido una parte fundamental de sus vidas. Así que
esgrimen el arma del matrimonio como ley moral que impide el divorcio: incluso
si las cosas salen mal, "TÚ" prometiste amar a tu cónyuge en las
buenas y en las malas "¡hasta que la muerte os separe!"