sábado, 17 de mayo de 2025

La escalera de Kiko

 

Hace unos días he recibido una serie de imágenes que no por casualidad, sino porque Dios lo ha querido, están muy relacionadas con el abuso muy kiko de reclamar obediencia a los neocatecúmenos.

La primera imagen es de una biblia vieja y desgastada, tiene sus añitos y ha sido usada.

 

Dentro de la biblia, un par de papeles. Uno de publicidad de las mejoras de esa edición concreta y otro con notas manuscritas de una sesión de kikotesis.


La biblia pertenecía a alguien que “hizo” las kikotesis en el año 1983, el diagrama en las notas manuscritas permite situar las observaciones en la primera de las sesiones de kikotesis que es cuando, según el mamotreto, se dibuja la escalera descendente.


 

Para ser precisa, lo que dice el mamotreto es:


«Este Camino es un catecumenado. Podéis hacer este gráfico del catecumenado: el Bautismo se representa como un descendimiento de siete peldaños que conduce a una piscina.

En el Bautismo el cadáver del hombre viejo queda sepultado dentro del agua, que significa la muerte. De la misma forma que Jesucristo ha entrado en la muerte y ha sido sacado de ella por Dios como hombre nuevo resucitado, tú, entrando y saliendo del agua, mueres y resucitas, realizándose en ti la muerte y la resurrección de Jesucristo. El que sale del agua es un hombre nuevo, el mismo Jesucristo resucitado, el hombre que ha nacido del Espíritu Santo.

El catecumenado es este descendimiento hasta las aguas del Bautismo. Es un camino de conversión para tocar con las manos tu pobreza y tu impotencia, para que conozcas tu realidad profunda de pecado y de miseria.

En las barracas, como la gente era pobre de verdad y sus pecados estaban a la vista de todos, acogieron esta palabra de salvación y el Espíritu Santo actuó en ellos. Nosotros en cambio somos gente muy vacunada y con el colmillo retorcido. Necesitamos un largo período de tiempo para ser realmente conscientes de nuestra pobreza.

En este Camino Neocatecumenal aparece una comunidad como Cuerpo donde se visibiliza, se concretiza y se realiza la Iglesia. La Iglesia es el signo visible para el mundo del Misterio de Pascua, de Jesucristo resucitado de la muerte».

En el mamotreto no hay partes resaltadas, por lo demás la cita es literal. En otras palabras, el engaño y la mentira están reflejados de forma literal sin otro añadido que el coloreado.

 

Primera mentira.

Dice Kiko (y dicen los loros) a los neocatecúmenos, que no son paganos sino bautizados: «El catecumenado es este … camino de conversión para tocar con las manos tu pobreza y tu impotencia, para que conozcas tu realidad profunda de pecado y de miseria».

Es decir, según el kikismo todos viven en el pozo, incapaces de salir de él, esclavos del pecado, pero ánimo, porque aunque ellos te harán entender que la Iglesia no te ha podido rescatar, el kikismo viene en tu ayuda para sacarte del agua y hacer de ti un hombre nuevo nacido del Espíritu Santo.

Frente a esta paparrucha, dice el Catecismo de la Iglesia (1213): «Por el Bautismo somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo y somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión».

Es decir, ya has sido rescatado al precio de la sangre y la vida del Hijo. No tiene que venir ningún salva-generaciones a venderte a incómodos diezmos lo que te pertenece por el Bautismo y la gracia de Dios.

 

Segunda mentira.

Dios no pertenece al Camino, Dios no está al servicio de Kiko y Dios es fiel. Ningún kikotista tiene poder para obligar a Dios a abandonar a su pueblo, que es la Iglesia, Cuerpo de Cristo, para inventarse otro cuerpito y otra iglesita al tamaño del Camino Neocatecumenal.

Kiko miente cuando pretende apoderarse del Cuerpo y de la Iglesia para hacer creer que la comunidad es ese cuerpo y esa iglesia fundada en Cristo.

Y esa falsedad es precisamente lo que se desprende de las notas manuscritas localizadas dentro de una biblia vieja: si se vende la mentira de que la comunidad es la iglesia y es en la comunidad donde se abre y descifra la Palabra de Dios y donde se reciben los sacramentos de conversión, entonces se deduce que hay que OBEDECER a quienes dicen tener el poder y la autoridad de tales prodigios, es decir, de abrir e interpretar la Palabra y la voluntad de Dios y de entregar al pueblo -la comunidad- sacramentos eficaces (no como el Bautismo recibido de bebés, que Kiko desprecia y califica de inútil para la conversión y la salvación).

Lo que pasa es que lo que pretenden Kiko y sus loros de repetición es mentira. Vuelvo a decir que Dios no les pertenece ni pueden manipularlo a su antojo, que ya quisieran.

Por sus frutos los conoceréis. Y los frutos del CNC son abusos y adicciones de todo tipo.

 

jueves, 15 de mayo de 2025

A quién obedecer

 


Retomo el fragmento de un correo recibido para comentar la presunta necesidad de obediencia aneuronal (es decir, contra la propia razón e incluso contra la propia conciencia) a las papanatadas que sueltan unos que solo son loros kikotistas, aunque tratan de hacerse pasar por catequistas.

Para empezar, vuelto a remitirme al estatuto más incumplido del universo, es decir el estatuto de 2008 del CNC, que en su artículo 2, establece que el marco obligatorio (este sí) regulador de la presunta labor catequética del Camino es, como no podía ser de otro modo, el Directorio General para la Catequesis, que aplica a todas las diócesis de todo el mundo y a todas las comunidades parroquiales, asociaciones, movimientos, itinerarios y realidades que tengan entre sus cometidos la tarea de evangelizar.

Esto significa que la presunta catequización del CNC debe someterse a las directrices del Directorio General para la Catequesis. Y si el Directorio General para la Catequesis no no otorga a los catequistas la competencia de reclamar obediencia es que no tienen tal competencia. Y si no establece para los catecúmenos obligación de obediencia ni voto de obediencia ni sujeción a dictados de nadie significa, sencillamente, que no existe tal obligación de obediencia para los catecúmenos.

Y mucho menos si lo que el reclamante pretende es que los demás sometan su razón, su sentido común y su misma conciencia a errores contrarios a la doctrina de la Iglesia. Porque la obediencia, que a priori es buena, se convierte en mala cuando es sometimiento a un abuso de autoridad, que se produce cuando se ordena algo no legítimo o que está fuera de la competencia del mandante.


Por eso, la Iglesia, guiada por el Espíritu Santo, hace suyas las siguientes palabras: «Si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema» (Ga 1,8).

En segundo lugar, tomo prestada la siguiente reflexión:

En Efesios 5:21 Pablo dice: «Someteos unos a otros en el temor de Dios». Ahora bien, esto no significa que todos deben someterse mutuamente: los hijos a los padres, los padres a los hijos; los catecúmenos al catequista, el catequista a los catecúmenos. No. Eso minaría el concepto mismo de sumisión.

En la Escritura no siempre se usa la expresión “unos a otros” para señalar algo recíproco. Por ejemplo, en Ap 6:4, describiendo una visión dice: «Y salió otro caballo bermejo; y al que lo montaba le fue dado poder de quitar de la tierra la paz, y que se matasen unos a otros». Obviamente, la idea no es: “Yo te mato a ti y tú me matas a mí”. No es recíproco.

Pablo se refiere a que cada cual respete el rango de autoridad bajo el cual sido colocado. En todas las esferas de la vida, aunque principalmente lo refiere al plano familiar y al civil:

Rom. 13:1: «Sométase toda persona a las autoridades superiores».

Tito 3:1: «Recuérdales que se sujeten a los gobernantes y autoridades, que obedezcan».

1P. 2:13: «Por causa del Señor someteos a toda institución humana, ya sea al rey como a superior».

Ahora bien, cuando se centra en la autoridad de los presbíteros y diáconos (porque dudo que Pablo aceptase catequistas seglares que no fuesen diáconos) no reclama obediencia, reclama respeto, que es muy distinto:

1Ts. 5:12-13: «Os pedimos, hermanos, que tengáis en consideración a los que trabajan entre vosotros, os presiden en el Señor y os amonestan. Tenedles en la mayor estima con amor por su labor». 

 Sin embargo, en lo referente a la doctrina y la liturgia, quien la conoce es el presbítero, a quien hay que obedecer sin rechistar. 

Tito 2:15: «Has de enseñar, exhortar y reprender con toda autoridad. Que nadie te desprecie».

Hb, 13:17: «Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos, porque ellos velan por vuestras almas».

En otras palabras, si los presbíteros dicen que se comulga en pie, se obedece, y ningún seglar puede disponer otra cosa; del mismo modo son los presbíteros los que resuelven las dudas de conciencia y los encargados de amonestar con caridad a los que pecan contra el prójimo y contra Dios; si los presbíteros dicen que quien abusa de una menor debe ser denunciado y no tapar el delito, es una perversión pretender culpar a la víctima de "destruir el matrimonio" del abusador

El quid es que su autoridad no procede de ninguna estructura social humana, procede de Dios, que es quien los ha elegido para sí.

Por eso el orden sacerdotal es mucho más que un carisma, es un sacramento.

En cambio, el catequista no ha recibido ningún sacramento especial, no existe el sacramento del catequista. Y no tiene autoridad civil ni ministerial sobre los catecúmenos. Es su instructor, pero maestro solo hay uno para los cristianos.

A quien instruye se le debe respeto en su labor, no sumisión. De nadie. Ni de los catecúmenos ni mucho menos del párroco que es el primer responsable de la tarea catequística en la parroquia encomendada.

Además, se da la circunstancia de que entre los kikotistas, porque no son catequista, es usual que cuando no tienen argumentos para defender una postura, salgan con la mentira de la obediencia que se les debe. Es decir, es falso que se les deba obediencia y además es indicio de que aquello en lo que sea que reclaman obediencia es un abuso y, como abuso, es contrario a la doctrina de la Iglesia.

Porque la Iglesia establece que no se puede ni debe obedecer si la orden recibida incluye un pecado, aunque sea venial. Y también que la conciencia está por encima de la obediencia, incluso al Obispo, porque la Iglesia no mezcla ni confunde la Palabra de Dios con la palabra de los hombres. A cualquier catequista, aunque sea el mismo Obispo, solo hay que hacerle caso en tanto se ajuste a la Palabra de Dios y a la doctrina de la Iglesia, en cambio, en cualquier cosa que se aparte de ella, hay que desobedecerle.