He
localizado un rollete carmelitano con ocasión de una penitencial.
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No hay imágenes de Carmen en el confesionario, pero sí en ágapes
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Algún
despistado pudiera pensar que se trate de una magna explicación sobre el
sacramento de la reconciliación, sobre la necesidad de dejarse reconciliar con
Dios o sobre el increíble don concedido a los que reciben el orden sacerdotal
de poder perdonar pecados, es decir, que Dios, a través de ellos, perdone los
pecados reconocidos.
Pues no.
La cosa
no va de eso.
«Yo le
había dicho a Kiko que quería decir algo del salmo 50, porque el culto y la
liturgia del templo debieran servir para la conversión del corazón, como es
esta liturgia que la Iglesia ha renovado, Sacramento de Reconciliación que
debía servir para experimentar la dulzura inmensa del perdón, la destrucción
del odio, y convertirlo en amor, de la muerte en Vida».
Carmen
se refiere a la forma de la celebración penitencial, que según ella ha recibido
una renovación impresionante por el hecho concreto de que en caso de multitudes
no suele haber confesionarios suficientes y los sacerdotes se reparten como
mejor pueden por el terreno disponible.
Esta es
para ella la gran renovación.
En el
fondo es una suerte que reconozca que no tiene para agarrarse sino el signo
externo del confesionario en su afán por vender la gran renovación «del culto y
la liturgia del templo», que es expresión harto confusa, porque los cristianos
tienen iglesias, lo del templo es cosa del judaísmo, cuyo culto y liturgia
quedaron caducadas por la nueva alianza de Dios con los hombres por medio de
Jesucristo.
¿Será
que Carmen todavía no lo ha entendido?
Sigue la
cosa:
«O sea,
que son dones inmensos, enormes, el culto, la liturgia, los Sacramentos están
al servicio de realizar esto que significa.
En Israel el templo se convirtió en
todo lo contrario: en sustituir la conversión del corazón por culto. Por
eso, dice el salmo [50] al final: “De que me sirven a mí tus novillos ni nada
de eso, eso no me sirve para nada”».
La
afición por trastocar y deformar las citas es parte de la praxis neocatecumenal,
y Carmen no iba a ser menos. En realidad, lo que dice el salmo es «Los
sacrificios no te satisfacen: si te ofreciera un holocausto, no lo querrías»
(sal 50,18).
«Y así, el templo será completamente destruido».
Y la
alianza antigua completamente abandonada, candelada, caducada. Por eso tiene
todo el sentido que el templo, símbolo visible de una alianza muerta, cayese.
Pero Carmen no entiende la relación entre la caducidad de la vieja alianza y la
desaparición del templo.
Ya no
hay templo, ahora hay Eucaristía. Pero Carmen no lo capta.
«Yo
tenía miedo también que este maravilloso salmo 50, a fuerza de que hay que
hacer la penitencial y hay que hacer este salmo 50, convirtamos en rutina la
liturgia en lugar de estar al servicio de la conversión del corazón. O sea, en
lugar de estar a tu servicio la Misa, “basta con ir a Misa” y no significa nada
en tu vida todo esto.
Fíjate, dice aquí: “el culto sustituye la conversión”. Tentación constante de coger los
dones de Dios y decir: son míos, la tierra es mía, el templo es mío, garantía
de salvación, en vez de recordar la continua necesidad de dejarse
convertir, de dejarse salvar para poder alabar a Dios como origen de todo».
Me
recuerda la actitud de uno muy sensible que va por la vida como si el CNC fuese
suyo; las comunidades, suyas; los semivacíos y los presbikikos, suyos; los
kikotistas, a su servicio…
Pobre
desgraciado. Dice Carmen de quien va así por la vida:
«Por
eso, largas y bellas celebraciones que no son en el fondo una conversión
constante del corazón, son hipocresías falsas»
Y lo
completa con un avisito muy en la línea de la praxis neocatecumenal para que
nadie ose no contar pelos y señales en la confesión con el presbikiko:
«Por
eso, nuestras liturgias pueden acabar en nada si este Sacramento es aquí una
rutina y venís aquí a decir cuatro pantomimas».
Es que
si no suelta el juicio que lleva dentro, explota.
Y que quede claro que la reclamación es para todos y que, vaticina Carmen tras consultar su bola de cristal, quien no obedezca se volverá pagano: «Vosotros los presbíteros no tengáis miedo de reconoceros pecadores, si no os reconocéis pecadores ¿qué tenéis que hacer en el mundo? ¿A quién perdonaréis? Lo que haréis será haceros muy bondadosos: no, el adulterio no es pecado, la sexualidad no es pecado...».