El Evangelio de hoy era un ¡ZAS! en toda la boca de Kiko. Por si alguno no lo advirtió, se lo pongo en negro sobre blanco.
Inicio del capítulo 2 del Evangelio de San Juan.
«Tres días después se celebraba una boda en Caná de Galilea y estaba allí la madre de Jesús. Fue invitado también a la boda Jesús con sus discípulos».
Tres días después… Jesús ha reunido un pequeño grupo de discípulos, Juan y Andrés, a los que encontró en Betsaida, Simón, que fue llevado por su hermano Andrés, Felipe, con quien se encontró en Galilea, Natanael, amigo de Felipe… y tres días después todos ellos son invitados a una boda en la que ya estaba la madre de Jesús.
En esa época una alianza matrimonial era una celebración que duraba siete días, así que puede suponerse que Jesús y sus discípulos llegaron a mitad de la celebración, no al principio.
«Y, como faltara vino, porque se había acabado el vino de la boda, le dice a Jesús su madre: “No tienen vino”. Jesús le responde: “¿Qué tengo yo contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora”. Dice su madre a los sirvientes: “Haced lo que él os diga”».
El vino era elemento fundamental en cualquier celebración y aquella no era una celebración cualquiera, era una alianza. No es de sorprender que Jesús argumentase que todavía no había llegado la hora de renovar la Alianza de Dios con las criaturas por medio de Él, de su obediencia.
Pero Maria tiene fe, sabe que Dios no ha desamparado a su pueblo, sabe que Él actúa en la vida cotidiana, sabe que tiene poder. Me pregunto si Jesús habría reparado en que el novio calculó mal la cantidad de vino necesario para tantos días de celebración o para tantos invitados o si se rompieron los odres destinados a la fiesta. Y también me imagino a María sonriendo entre traviesa y cariñosa a su Hijo, confiada en que ahora que Él había sido informado, no dejaría en la estacada a los novios.
La ocasión era que ni a propósito para que Jesús reclamase silencio y “diese una palabra” a los presentes. Un kikotista bien adiestrado lo hubiese hecho, no habría movido ni un dedito para ayudar, pero habría largado una kikotesis larguísima para explicar a los novios lo que diosito quería decirles con el hecho concreto de la falta de vino.
Es lo que dijo Kiko en alguna ocasión: no se trata de dar de comer a un pobre, eso lo puede hacer un comunista, un ateo, cualquiera. Lo importante es que solo él -y me temo que se lo tiene creído- le puede dar una palabra que le salve en ese momento. A ver quién quiere más al pobre, el que le da pan o quien le deja morirse de hambre en medio de un discurso sobre la vida eterna.
La respuesta está en el Evangelio de Juan. Jesús no aprovecha la ocasión ni para increpar ni para “dar el kerigma” a los novios y a los presentes. Lo que hace es resolver el problema que tienen: la falta de vino. Lo que en otro contexto sería el hambre del pobre.
«Había allí seis tinajas de piedra, puestas para las purificaciones de los judíos, de dos o tres medidas cada una. Les dice Jesús: “Llenad las tinajas de agua”. Y las llenaron hasta arriba».
Caná de Galilea no era una población importante, que hubiese allí tinajas para las purificaciones indica que la familia del novio era rica y cumplidora de los rituales judíos. Y las tinajas estaban vacías. Puesto que los fariseos no comían sin lavarse antes las manos, es posible que casi todos los presentes fuesen fariseos. Se habrían lavado pies y manos y las tinajas habían quedado vacías, así que los sirvientes tuvieron que llenarlas.
«“Sacadlo ahora, les dice, y llevadlo al maestresala”. Ellos lo llevaron. Cuando el maestresala probó el agua convertida en vino, como ignoraba de dónde era (los sirvientes, los que habían sacado el agua, sí que lo sabían), llama el maestresala al novio y le dice: “Todos sirven primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el inferior. Pero tú has guardado el vino bueno hasta ahora”. Así, en Caná de Galilea, dio Jesús comienzo a sus señales. Y manifestó su gloria, y creyeron en él sus discípulos».
El maestresala reprende al novio porque no tiene ni idea de la procedencia de aquel vino estupendo. Y no lo sabe porque Jesús, a diferencia de un kikotista, no presume de sus obras.
Ya dice el refrán que obras son amores y no buenas razones.
Desconfiad de los que pretenden ser mejores cristianos y solo dan palabras que se lleva el viento. Y no es que no tengan posibilidad de ayudar de otra forma, porque viajan en avión privado y solo pisan hoteles de muchas estrellas, es que no les sale de dentro el ayudar a nadie.