Siguen las arengas previas a los salmos de “los” Laudes, porque los neocatecumenales no rezan la liturgia de las Laudes, sino que kikirikantan “los” laudes, sea eso lo que sea.
«MONICIÓN AL CANTO DEL INVITATORIO
Cantemos ahora el salmo 95: "Si hoy escucháis su voz, no endurezcáis el corazón. ¡No seáis como el pueblo de Israel en Meribá, en el desierto!". Israel murmuraba constantemente contra Dios. En cuanto les llegaba un sufrimiento, algo que no iba como ellos pensaban que tenía que ir, ya no conocían más dios que a sí mismos e inmediatamente murmuraban: o Dios hacía su voluntad o blasfemaban contra Dios en su corazón».
Kiko inventa cosas. La Biblia relata la desconfianza de Israel hacia ese Dios que les ha llevado a una tierra inhóspita no apta para la vida, pero no me suena que afirme que el pueblo murmurase constantemente.
«¡Dios fue paciente y durante cuarenta años soportó aquel lamento perverso!»
Esta es otra falsa interpretación kika. Lo que cuenta la Biblia es que, en vista de su conducta, Dios dispuso que ninguno de aquellos que Él había sacado de Egipto pisase la tierra prometida. No mandó una epidemia que los matase a todos, sino que esperó a que muriesen cuando les tocase antes de llevar a los descendientes a la tierra prometida. Por eso pasaron cuarenta años antes de salir del desierto.
«A veces, para que no murmurasen, Dios les daba lo que querían: si querían carne, les daba carne; si querían agua, les daba agua. Muchas veces Dios llegó hasta el punto de doblegarse ante ellos, que eran como niños caprichosos que no quieren ir al colegio si antes papá no hace esto, si antes mamá no hace aquello otro.
Finalmente, cuando dijeron ante la tierra prometida: "¡Ojalá hubiéramos muerto en Egipto! Y si no, ¡ojalá hubiéramos muerto en el desierto! ¿Por qué el Señor nos trae a este país para hacernos caer a filo de espada y que nuestras mujeres y niños caigan en cautiverio? ¿No es mejor que volvamos a Egipto? Nombremos a uno jefe y volvamos a Egipto", Dios dijo: "¿Hasta cuándo me va a despreciar este pueblo? ¿Hasta cuándo van a desconfiar de mí, con todas las señales que he hecho entre ellos? Por mi vida que he de hacer con vosotros lo que habéis hablado a mis oídos. Por haber murmurado contra mí, en este desierto caerán vuestros cadáveres. Os juro que no entraréis en la tierra en la que, mano en alto, juré estableceros. Sólo a vuestros pequeñuelos, de los que dijisteis que caerían en cautiverio, los introduciré, y conocerán la tierra que vosotros habéis despreciado. Vuestros hijos serán nómadas cuarenta años en el desierto, cargando con vuestra infidelidad, hasta que no falte uno solo de vuestros cadáveres en el desierto. Así sabréis lo que es apartarse de mí. Eso es lo que haré con toda esta comunidad perversa, amotinada contra mí. En este desierto no quedará uno: en él han de morir"».
Y de improviso Kiko da la versión correcta. ¿Por qué primero ha mentido sobre el motivo de los cuarenta años en el desierto? No conozco sus motivos, solo sé (y no es juicio, es evidencia), que muchas veces falsea el relato bíblico.
«Dice S. Pablo: "Todo esto les acontecía en figura, y fue escrito para aviso nuestro". Si hacemos lo mismo que aquel pueblo, si constantemente murmuramos contra Dios, si no queremos reconocer que nosotros no somos dios, si no entendemos que Dios lleva adelante la historia con enorme sabiduría, nos pasará exactamente lo mismo que a ellos: no entraremos en el descanso que Dios nos ha preparado».
El párrafo precedente es otro buen ejemplo del torcimiento y distorsión del mensaje de Kiko. Él se queda en la amenaza, en provocar temor a la audiencia, en la acusación generalizada contra todos. San Pablo, tras advertir a los corintios, sigue con lo siguiente: « Así pues, el que crea estar en pie, mire no caiga. No habéis sufrido tentación superior a la medida humana. Y fiel es Dios que no permitirá seáis tentados sobre vuestras fuerzas. Antes bien, con la tentación os dará modo de poderla resistir con éxito» (1 Co 10,12-13).
«Cantemos entonces: "Si hoy escucháis su voz, no endurezcáis el corazón". Hermanos, dobleguémonos ante el Señor, dejemos que Él lleve adelante nuestra historia, aunque a veces ésta pase por momentos que a nuestra mente le parecen negativos. ¡Confiemos siempre en el Señor!».
Y de nuevo concluye con una llamada a doblegar la razón, a obedecer, a no cuestionar nada, a dar poder omnímodo al kikotista de turno, aunque lo enmascare con la excusa de obedecer al Padre.





