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Paradoja |
Hay una gran paradoja en el Camino que la Iglesia, por simple respeto a sí misma, a la Tradición y a la Verdad que debe defender, tendría que corregir con todas sus consecuencias, que no serían pocas.
Me refiero a la paradoja del “catequista” catecúmeno, aunque tiene otras derivadas que también se describen en esta entrada.
La incongruencia es obvia. No se recibe el grado de doctor sin tener primero acreditado el de licenciado o ingeniero, no se puede cursar el máster de una carrera universitaria sin superar primero todos los cursos obligatorios; del mismo modo, no se puede ser catecúmeno y catequista a la vez, porque el catecúmeno, por su propia definición, aún no es cristiano, mientras que el catequista ha de acreditar que lo es para recibir tal nombre.
Esto es así en la Iglesia, siempre ha sido así.
En el CNC, sin embargo, todo el que entra, no importa si se trata de un consagrado o de un seglar, no importa si recibió el bautismo o no, es, porque al muy sensible Kiko le da la gana, un neocatecúmeno cargado de religiosidad natural nociva y sin pizca de fe de la buena. Precisamente sostienen Kiko y sus loros que el objetivo del neocatecumenado es deshacerse del hombre viejo de la religiosidad natural y abrazar el hombre nuevo de la fe verdadera. Y que dada la alta meta propuesta y la innata dureza de corazón de todo ser humano, es imprescindible y necesario que tal neocatecumenado sea laaaaargo, disparatadamente largo.
La absurda paradoja es que tras unos cuatro o cinco años de preneocatecumenado, nada más ingresar en el neocatecumenado kikil, es decir, nada más traspasar la puerta de los segundos escrutidios, los kikotistas reúnen a la comunidad para elegir lo que ellos llaman “catequistas”. Hasta entonces la comunidad ha tenido un responsable o un matrimonio responsable y unos corresponsables, a partir de ese momento, siendo recién nacidos al neocatecumenado mágico kikil que se abre tras superar los segundos estropicios, digo, escruticios, los que salgan elegidos serán, dicen, “catequistas”.
Pero eso es imposible por su propia definición, pues ya se ha dicho que el que cursa una carrera no puede ser doctor de la misma, ni el que acaba de entrar en el catecumenado puede ser catequista.
Por tanto, es obvio que los elegidos lo son para ser kikotistas, no catequistas.
Esto es importante. De la misma forma que la Iglesia no consiente el intrusismo en el sacerdocio debería prestar más atención y regular el intrusismo en las órdenes menores y no permitir que se las den de “catequistas” unos que son, si acaso, catecúmenos (y para su desgracia lo van a ser toda la vida, sin llegar nunca a ninguna parte).
Hay, como advertí al principio, dos paradojas más en la inefable ilógica kika: la de los no bautizados y la de los presbis.
Por los lares europeos es casi inexistente la presencia de no bautizados entre las filas del Camino. No tiene nada de particular puesto que siempre han pescado dentro de las parroquias y porque en el presente casi todos los que entran en el CNC son hijosde o parientes de otros neocatecúmenos. Pero voy a suponer que se dé el caso de que un no bautizado acabe en una comunidad neocatecumenal.
Este no bautizado caminaría como todos los demás, salvo que justo antes de procederse a la comunión eucarística (todos sentados, como si estuvieran en un club social privado, no en una solemne liturgia) se le haría abandonar la sala de usos múltiples y retirarse a otra sala para recibir instrucción por parte de un catequista del movimiento, cosa en sí misma imposible, porque ya se ha demostrado que en el CNC no hay catequistas, todos son catecúmenos.
Siguiendo con este supuesto, el cometido del presunto catequista (cuya existencia en el CNC es imposible) sería instruir al no bautizado en los dogmas y la doctrina cristiana, y valorar la asimilación de lo enseñado por parte del alumno, de tal modo, que adquirido el conocimiento imprescindible y siempre que el catecúmeno se adhiera a Cristo de forma racional, consciente y libre, sea declarado digno de entrar en el banquete.
En el Camino, caso de pescar a algún no bautizado, se procura acelerar la formación para que cuanto antes sea un neocatecúmeno como todos los demás.
Entonces, preferiblemente en la gran noche de Pascua, el catecúmeno recibe el bautismo y la comunión (que consume sentado), y deja de ser catecúmeno para siempre, porque ha entrado de hecho y por derecho a ser cristiano. Ahora es uno con todos los cristianos en el cuerpo de Cristo, la Iglesia.
Sin embargo, en el Camino, el no bautizado que recibe el bautismo y, por tanto, deja de ser catecúmeno, sigue de por vida siendo neocatecúmeno. Lo que es un sin sentido. Pero el absurdo es lo de menos, lo grave es lo que implica: para el kikismo, pasar a ser cristiano no tiene el menor valor, por eso y por su carencia de discernimiento son incapaces de ver lo paradójico que es el hecho concreto de que quién ha sido hallado digno y preparado para recibir los sacramentos, tenga que seguir en un neocatecumenado cuyo objetivo, dicen, es formar a los alejados para que sean dignos y conscientes de su cristianismo.
Por si no se entiende lo pongo aún más claro: todo aquel que sea hallado digno de recibir los sacramentos de iniciación cristiana está en situación de dar por terminado el Camino Neocatecumenal, sin más rituales kikomágicos ni más pasos, y pasar directamente a la comunidad de los que han terminado el Camino que no lleva a ninguna parte.
Y esto mismo aplica a presbikikos y sacerdotes: quién no es cristiano no puede recibir la orden sacerdotal, ni siquiera puede recibir el subdiaconado. Si alguien es hallado digno de recibir el presbiterado, es que para él el catecumenado ha terminado. Por tanto, de forma automática, a todo ordenado se le deberían convalidar los pasos y demás kikadas insignificantes y carentes de valor. Lo contrario, hacer que quien ha recibido una orden sagrada siga siendo neocatecúmeno sometido a otros neocatecúmenos con ínfulas de catequistas, hace pensar si no habrá una flagrante falta de rigor en la decisión de quién es digno de recibir el presbiterado.
Por eso sostengo, aquí y donde haga falta, que la Iglesia debería intervenir y poner orden, impedir que se tengan por catequistas quienes no lo son, y más importante, impedir que se tome a chacota a los cristianos y a los ordenados.