martes, 15 de abril de 2025

Los escrutinios del Camino son abuso

 


Quiero recalcar bien lo siguiente:

«Ocupar el lugar de Dios en la conciencia de otra persona es abuso».

«Censurar el discernimiento y la propia toma de decisiones en nombre de la autoridad divina es abuso».

«Situarse como mediador imprescindible en la relación de otra persona con Dios es abuso».

«Invadir la intimidad de otra persona, su fuero interno, es abuso».

«Exigir secreto, imponer el silencio o querer convertirse en el único confidente de una persona es abuso».

«Aislar a una persona de los suyos con la excusa de su entrega a Dios es abuso».

«Culpabilizar en nombre de Dios a quien decide abandonar una institución es abuso».

«Acallar las críticas en nombre de Dios es abuso».

«Aprovechar la situación de vulnerabilidad de otra persona para amenazarla, atemorizarla y dirigir su vida es abuso».

Utilizar la Palabra de Dios para legitimar prácticas coercitivas y manipular la voluntad de otra persona es abuso.

«Ignorar, justificar, relativizar o malinterpretar el sufrimiento físico o psíquico de otra persona es abuso».

 

No lo digo yo, lo dice la archidiócesis de Madrid en el vídeo que llama a los abusos por su nombre.

Vuelvo a la escena de la crucifixión que tanto me recuerda el akikolarre de un escruticidio neocatecumenal en el que los kikotistas desempeñan el papel de los ancianos, los escribas, los presuntos sabios e inteligentes que no solo conocen de arriba abajo las escrituras, sino que además se arrogan a sí mismos la capacidad de interpretarlas a su bola, quizá porque han sido convencidos de que no es a su bola, sino que todo lo que ellos dicen es inspiración divina.

Los kikotistas, como los estudiosos de la ley de aquel entonces, pretender estar allí no por su voluntad, sino porque su dios así lo quiere; ellos sostienen que tienen el karisma de iluminar la historia del escruticiado, porque ellos disciernen la voluntad de su dios en la vida de cada pobre escruticiado.

Exactamente igual que los escribas y ancianos que subieron hasta el Gólgota para ser testigos de que su proceder era recto y conforme a los designios de Dios, a quien satisfacía la condenada a muerte del blasfemo, porque de lo contrario habría mandado a sus ángeles para que lo bajasen de la cruz, como está escrito: «El Señor te cuidará; de todo mal guardará tu vida. El Señor cuidará tu salida y tu entrada, desde ahora y para siempre» (sal 121).

Esos individuos, como los kikotistas, creían tener el monopolio de la interpretación de la Palabra de Dios. Por eso, como los kikotistas, reclamaban obediencia a todos los demás, ya que lo que ellos proclamaban era lo que su dios disponía. Guías ciegos que pretendían guiar a otros ciegos.

La relación con Dios siempre es personal e intransferible. Pretender erigirse en mediador necesario es un abuso, reclamar obediencia en función de un presunto karisma es abuso, coartar el libre albedrío y amenazar con consecuencias funestas si no se obedece es abuso.

Los kikotistas no vienen de parte de Dios, no tienen el encargo divino de escrutar mentes y corazones, mucho menos de hacerlo con violencia e intimidación y delante de una caterva de curiosos morbosos, su palabra no es la voluntad divina para nadie y sus presunta superioridad moral es caca de vaca.

¿Queréis una prueba?

Por supuesto que la queréis. Daré dos:

Primera. La HUMILDAD. O la falta de humildad en el caso de los kikotistas.

El demonio se puede disfrazar del ángel de luz y además es sabio y convincente, pero no puede ser humilde, antes explotaría en una nube de pestilente azufre que tener un rasgo de humildad.

Evitad a los kikotistas, porque el rasgo que los caracteriza es la falta de humildad de su padre. Por eso sé que cuando escrutician no llevan luz ni discernimiento a la vida de nadie, lo que llevan es dolor, trauma y miedo, porque es lo que les sale de dentro.

 Segunda. El DESCANSO y la PAZ. O, de nuevo, la ausencia de ellos.

Ya he dicho que Dios no estaba en el huracán ni en el terremoto ni el fuego, Dios se manifestó en la brisa, porque lo que caracteriza su presencia es que deja Su paz en el alma que toca. El toque de Dios no provoca quemazón ni violenta la voluntad personal; en cambio, un escruticio revuelve por dentro a quien lo padece y provoca malestar físico, insomnio y lágrimas porque no viene de Dios.

Sí, sostengo que no viene de Dios ni de la verdadera Iglesia el kikotista que reclama a la esposa someterse a su marido en todo tiempo y lugar, menospreciando la situación personal de ella, su cansancio, su enfermedad, su deterioro físico o anímico, antes bien, considerándola una neurótica y una afectiva; no viene de Dios el kikotista que cuestiona a un matrimonio porqué "solo" tienen tres hijos, o dos o ninguno; no viene de Dios ni de la Iglesia de Cristo el kikotista que se burla de los sufrimientos ajenos o reclama en público que se cuenten intimidades de alcoba o pecados truculentos; no viene de Dios quien se enrabieta cuando no es obedecido sin chistar, cuando le discuten o le reclaman explicaciones; no viene de Dios quien pisotea la dignidad del otro, que es Cristo.

Aunque recen con las malos alzadas, canten muy alto, citen la Escritura y parezcan muy místicos, esos tales no vienen de Dios, vienen de su padre el demonio. También los sacerdotes, escribas y fariseos que condenaron a Jesús ocupaban los primeros puestos en las sinagogas y ensanchaban las filacterias y salmodiaban a todas horas, pero no conocían a Dios.

Los escruticidios del Camino son un abuso, y decirlo alto y claro no es persecución, es justicia. 

Y esa praxis neocatecumenal es denunciable en el arzobispado.

 

domingo, 13 de abril de 2025

¡Que Dios le salve ahora, si de veras le quiere!

 


En cada anuncio publicitario de Cuaresma se resaltan con ahínco las tentaciones de Jesús en el desierto: la tentación del pan, que consiste en buscar la seguridad vital por encima de Dios; la tentación de la historia, de no aceptar la situación personal, de rebelarse, porque según el kikismo todo lo malo que acontece (la enfermedad crónica incurable, el padre violento, la precariedad, el paro de larga duración, la muerte de un hijo… Lo que sea) viene de Dios; y la tentación de los ídolos, que se refiere al anhelo de triunfo personal.

Sin embargo, el kikismo ignora la segunda parte de esta escena, porque el evangelio concluye diciendo: «Y terminada toda tentación, el diablo se apartó de él hasta el momento oportuno».

Ese momento oportuno llegó en la crucifixión.

Hay un paralelismo entre ambas escenas. El demonio espera que su víctima esté débil, sea por el hambre, por las preocupaciones o porque agoniza colgado de una cruz. En el desierto Jesús es tentado por tres veces, en la cruz, también.

Los curiosos se burlan: «–¡Tú, que derribas el templo y en tres días lo vuelves a levantar, sálvate a ti mismo! ¡Si eres Hijo de Dios, baja de la cruz!».

Los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley, junto con los ancianos dicen: «–Salvó a otros, pero él no se puede salvar. Es el Rey de Israel, ¡pues que baje de la cruz y creeremos en él! Ha puesto su confianza en Dios, ¡pues que Dios le salve ahora, si de veras le quiere! ¿No nos ha dicho que es Hijo de Dios?».

Y uno de los malhechores condenados con Jesús propone una solución feliz a su desesperada situación: «–Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros».

No por casualidad me recuerda el proceder de los kikotistas.

Me explico.

En el primer escruticidio se “invita” a todos a contar cual es su cruz personal. La cruz, lo que te machaca, lo que no soportas, lo que te humilla, es algo privado, algo que debería quedar solo entre Dios y la criatura, pero en el CNC no se puede continuar si no se cuenta ante la comunidad.

Así que el primer paso es descubrir tu debilidad a los demás, con el falaz argumento doble de que si no lo cuentas no serás amado por tus “hermanos” de comunidad y que además tu cruz no será salada y jamás se volverá gloriosa. Peor aún, si no la cuentas, acabarás aplastado por ella, terminarás tus días amargado y solo, y quién sabe si no te condenarás por tu obstinación.

Si esto no es coerción, yo soy una monja franciscana.

Una vez obtenida esta información, será empleada contra ti.

En los demás pasos, sea de forma directa o retorcida, a los neocatecúmenos se les requiere que demuestren que ha habido algún avance en aceptar y abrazar la cruz. Los escruticiadores dicen que es su deber, encomendado por Dios nada menos, comprobar la calidad y fortaleza de la fe de los neocatecúmenos.

En realidad lo que hacen es aplicar sus pensamientos humanos a problemas que no están preparados ni capacitados para tratar. Lo mismo que sucedió en la crucifixión.

Los presentesen el Gólgota, con lógica profundamente humana, reclaman que Jesús se baje de la cruz. Si en verdad es justo, si es inocente, si Dios está con él, que lo salve. Ha sido condenado por blasfemo, porque se hace pasar por Hijo de Dios y, por tanto, dice de sí mismo que es divino. Que lo demuestre, que obre como Dios y se rescate a sí mismo. Y entonces, ante la evidencia, los que le condenaron reconocerán humildemente su error y le adorarán.

Sus argumentos son impecables… desde el punto de vista humano.

Entre los que presencian el castigo hay ancianos sabios con gran experiencia, maestros de la ley que recitan de memoria la torá y jefes de sacerdotes que interpretan al pueblo la voluntad de Dios. Son los kikotistas del momento, los que deciden quienes son conforme a Dios y quienes no. Y han decidido que Jesús es un blasfemo. Pero son tan majos que todavía le instan a demostrar que ellos se equivocaban y que la Verdad está de su parte.

Eso mismo es lo que sucede en cada escruticio y cada paso cuando los kikotistas reclaman a los neocatecúmenos pruebas y señales de su crecimiento en la fe: dices que tienes fe… ya veremos. Voy a humillarte y burlarme de ti ante toda la comunidad, a ver cómo reaccionas.

Si tu marido ha sido infiel, te soltarán que la culpa es tuya, por no darle todo el cariño y la atención debida; si tu padre es un violento, pretenderá que el origen del problema es que lo has juzgado y tienes que pedirle perdón, de rodillas preferiblemente; si pasas apuros económicos y no das el diezmo, te acusarán de idólatra, de servir al dinero antes que a Dios.

Sea cual sea la situación: un hijo con adiciones, un esposo maltratador, falta de trabajo, enfermedad… Los kikotistas buscarán hacer ver que tú has obrado mal, que le has fallado y faltado a Dios y que te mereces lo que te pasa: te mereces la cruz, porque has ido por ahí alardeando de ser hijo de Dios, le decían a Jesús.

Y en consecuencia reclamarán un absurdo para congraciarte con ese Dios al que, según ellos, tanto has ofendido que mereces la muerte: pedir perdón al verdugo, dejarse pisotear por el maltratador, dejar a los hijos en precariedad extrema para no fallar a la comunidad, abandonar al familiar enfermo para ir a kikotizar…

Como en la escena de la crucifixión, reclamarán grandes signos, señales y prodigios, porque piensan como los hombres, no piensan como Dios: Si eres cristiano, que se manifieste Dios ahora mismo, que venga aquí y te defienda.

En la tormenta no estaba Dios, en el huracán no estaba Dios, ni en el incendio, en cambio, en la brisa suave sí se presentó Dios.

¿Me entendéis? Jesús no se bajó de la cruz para que creyeran en él. Tampoco le pidió perdón al soldado que le abofeteó, no se humilló ante los sumos sacerdotes, se preocupaba por las necesidades materiales de los demás, atendía a los enfermos y alimentaba a los que acudían a él, porque sabía que escucharle no llenaba el estómago. Y siempre, en todo momento y ocasión, predicaba y practicaba la Justicia.

Y le crucificaron, acusado de blasfemo, por decir la verdad.

Dios no se va a manifestar en el escruticidio para parar los inmisericordes desprecios de los kikotistas, pero no les temáis, los kikotistas son como los “maestros” de la ley que se burlaban del crucificado: inútiles para reconocer a Dios en los demás.