Ya os conté el otro día lo que dice Cicerón de la cruz de Cristo. Dice que jamás en el mundo se podrá pensar un suplicio más atroz. Porque sabéis que a los crucificados -eso el demonio lo pensó- no les tocaban ningún órgano vital, ni los pulmones ni el corazón ni a nada, solamente las manos, o sea los pulsos, y los pies. Por eso podrían estar sufriendo tres días enteros o cuatro y tres noches con sufrimientos tan horribles que la naturaleza, como se asfixiaban, se “necrosificaban” (sic) los pulmones; al no respirar, entonces, el mismo cuerpo… Se agarran apoyándose en los clavos con un dolor indescriptible, de forma que dicen que los crucificados gritaban y gritaban. Tienen que levantarse para coger aire y de nuevo se derrumbaban ¡BRAS! Eso, una hora, otra hora, una noche, dos noches, un día, otro día…
Es interesane lo que dice Cicerón, jamás se pudo pensar algo tan horrible; tanto es así que tener misericordia de un crucificado sería matarlo para que deje de sufrir, como se hace con los caballos. Cuando un caballo se hiere o lo que sea o se rompe una pata le pegan un tiro para que no sufra.
Pues Jesucristo quiso participar de esta monstruosidad que inventaron los romanos para someter a los pueblos bárbaros.
Esa monstruosidad, según Kiko y según la carta a los gálatas, ya se conocía en la época en que se escribió el Deuteronomio, es decir, mucho mucho tiempo antes de la aparición del primer romano. A lo mejor los inventores fueron los queridos hermanos hebreos por inspiración demoniaca.
Un romano no podía ser crucificado, un ciudadano romano. Así que el pobre Jesucristo gritaba y gritaba desde las nueve de la mañana hasta las tres de la tarde la Virgen María estuvo debajo viendo como Cristo subía y bajaba, subía y bajaba pegando gritos, y eso era un dolor tan atroz que una espada atravesó el alma de la santa Virgen María.
Y Kiko, con su vena sádica, se diría que disfruta imaginándoselo.
Por eso, yo he hecho la sinfonía de los inocentes dedicada a la espada. Espada, espada, bruñida para matar, la espada que profetiza el profeta Ezequiel y que la Virgen asumió ella para salvarlos a todos de la espada. Bueno hace 70 años la espada tiró dos bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki, hace 76 años ha habido 90 millones de muertos de dos guerras mundiales, y puede venir la espada de nuevo sobre toda la tierra, porque Ezequiel dice… ¿Por qué ve la espada?
Comienza citando pecados de sexuales, el padre que violenta la hija, el otro que se acuesta con la nuera, el otro que se acuesta con la madre; va diciendo los pecados, primero pecados de incesto y de sexo, después sigue con pecados de dinero, de soborno, de asesinatos, bla, ble, ble y Ezequiel. Y en la sinfonía he hecho una celebración sinfónico catequética y delante de todos los hebreos leo el profeta Ezequiel y esa palabra -porque toda palabra de Dios es eterna y es perfecta-, si de nuevo se cumplen en el mundo… ¿Cuántos abortos hay en España? Cuántos asesinatos, cuántas mujeres matadas, cuánta droga, cuánta… cuántas prostitutas son vendidas como esclavas en toda Europa. Decidme. ¿Cuánto incesto hay? Incesto. Es algo horrible. Niñas de nueve años son violentadas por su tío, durante años, aterrorizadas.
¿Ser lo contaría el tío en un kikolarre?
Oye, muchachos, nos escandalicéis, muchachitos pequeños, nada, ya sois adultos, estáis en el camino y se os puede hablar como a hombres, ¿verdad que sí? Este chaval dice que sí, así que sí.
No. En la sala de usos múltiples hay niños y jóvenes que no tendrían que estar allí. Pero la culpa es de sus padres y de los kikopresbis que no se atreven a intervenir.
Hicieron un programa sobre señoras de cuarenta años que todas habían sufrido este tipo de cosas y contaban lo que había sido su vida y las consecuencias que había tenido… ¿Sabéis cuantas niñas son violentadas en todas partes, en América Latina?… Nosotros, por el camino, lo sabem… En África…
El hombre es un egoísta y si ve una niña mona, se la manga, digamos así, se la come. No le importa nada, aunque esa chica después estará toda su vida marcada para siempre, su efectividad, su sexualidad… pues está todo lleno.
El otro día, en la televisión, dijeron que en la parte de Nápoles 300.000 incestos había calculado el gobierno. Y ¿qué hacer? ¡Hombre!, había que convertir a la humanidad, había que anunciar el Evangelio. Y ¿quién anuncia el Evangelio? ¿Tú? No hay dilación, tenemos que anunciar la salvación, hay que llevar… Porque el hombre, si le anuncias el kerigma y lo escucha, inmediatamente Dios le envía desde el cielo su naturaleza, el Espíritu Santo, y lo transforma en otra persona.
Esta es la mejor prueba de que la kikotina no funciona. Más de medio siglo llevan algunos venga a escuchar y jamás han sido transformados en otra cosa que en los más peores de todos. Y eso significa que la naturaleza de Dios ni la huelen.
Lo hemos escuchado aquí. Dice San Pablo: si hemos conocido a Cristo en la carne ahora ya no lo conocemos así, porque ahora el que está en Cristo -que ha recibido el Espíritu Santo dentro- es una nueva creación. A Cristo no necesitamos conocerlo fuera de nosotros, como un amigo, porque está dentro de nosotros, somos una nueva creación en Dios, algo que es un prodigio, si es que nosotros logramos convencer a alguien en las parroquias de esto, y esto que no sea palabrería, palabras huecas, que esto sea cierto, real, potente. Este es el punto.
No es fácil, no es fácil. Pues entonces, por eso yo no tengo más remedio que anunciaros el kerigma.
El kerigma dice así: que Dios, que habiendo construido este universo y habiendo puesto a la humanidad en un paraíso, jamás pensó Dios en la muerte, ni existía la muerte antes del pecado original, que dice la escritura que la muerte ha entrado en el mundo por la envidia del demonio. La muerte. Pues una de las cosas que más muestran lo que es Dios es el pecado original, es que Dios permita que el hombre maté a Dios. Y se transforma en un monstruo. Pues estos pecados que he contado de incestos, de droga, de asesinatos, son el producto del hombre que ha matado a Dios y se ha hecho él Dios de sí mismo y hace lo que le da la gana.
Es decir, todos esos neocatecúmenos adictos al porno han matado a Dios. A eso les ha llevado tanta kikotina.
Bueno, pues una de las cosas que más muestran la infinita misericordia de Dios es que Dios haya hecho al hombre libre hasta el extremo de que puede hacer estas barbaridades. Y Dios no manda un ángel a un hombre que va a violentar una chica: “No hagas eso que te vas a cargar, que la vas a destruir la vida”. No. Debe permitir que se mate, que se adultere, que se robe… Nos ha hecho libres en un extremo enorme y la única cosa que ha hecho, después de que la humanidad… Mirad, la humanidad, después del pecado original, estaba tan pervertida, había tal cantidad de violencias, de asesinatos y de guerras, que Dios se arrepintió de haber hecho al hombre. Lo dice la escritura. Dijo: me he equivocado.
Lo dice la escritura kikiana, esa que también dice que un lorokista jamás se equivoca.
Pero sabéis que en vez de destruir todo, toda la humanidad entera, con el diluvio, matándolos a todos… ¿qué pasó? Pues encontró un hombre que se llamaba Noé y le dijo que se pusiera a hacer un arca. Imagínate, en medio, allí, del… Pero ¿qué haces? Un arca. ¿Esto qué es? Bueno, sabéis ¿no? Y con Noé y ocho personas, que son la imagen- el número ocho- del bautismo cristiano, comienza de nuevo una humanidad en la tierra.
Los llama borriquillos y los trata como si lo fueran.