martes, 29 de septiembre de 2020

Parroquia: mucho más que suma de comunidades (II)

 

Retomo la película de las comunidades neocatecumenales integradísimas de la muerte en cualquier parroquia parasitada por el CNC. Recuérdese que esta era la tesis que pretendía demostrar el autor del tostón que puede leerse aquí.

Para ello, además del manido recurso de que los demás no saben nada sobre el CNC, el autor esgrime el argumento de autoridad con la pretensión de que la tradición y el magisterio de la Iglesia y el Concilio Vaticano II -siempre hay que mentar el CV II aunque no venga a cuento de nada, puesto que los neocatecumenales, al parecer, jamás han oído hablar de ningún otro concilio que no sea el Vaticano II- afirman que la Iglesia es comunidad de comunidades, lo que es una falsedad.

Por eso el pobrecito autor no puede citar ningún texto de ese magisterio, esa tradición, esa doctrina o ese concilio a los que alude que sostengan su mentira. De hecho, lo de la comunidad de comunidades es un invento reciente. No está, por tanto, en la tradición ni en el CV II, puesto que es posterior al mismo.

Es más, el mismo autor del texto que estoy desgranando -abriendo, se diría en jerga neocatecumenal- lo reconoce un poco más adelante cuando afirma a propósito de la paulatina incorporación de comunidades dentro de una parroquia: «Había aparecido un nuevo modelo parroquial: la comunidad de comunidades, que hacía presente la unidad (el amor en medio de la diversidad), en lugar de la uniformidad (un concepto de tipo comunista donde todos debemos ser idénticos)».

Si la cosa no aparece hasta que la parroquia no es kikotizada por varias comunidades es que no existía antes, ergo era erróneo -por ser amable- la presunta procedencia de la tradición y el magisterio de la Iglesia y del CVII.

También es interesante que se hace responsable a monseñor Casimiro Morcillo, quien fuera obispo de Madrid, de haber mandado a los iniciadores a implantar comunidades en las parroquias… Interesante, porque la parroquia más antigua del mundo está en Zamora, donde don Casimiro no tenía autoridad, y las siguientes en Roma, donde tampoco tenía capacidad de decisión sobre las parroquias. Porque la realidad es que el obispo de Madrid solo autorizó el experimento en una parroquia. Y sucedió que el párroco debía tener instrucciones del obispo de vigilar de cerca aquella cosa porque en cuanto cierto tipo barbado pretendió ser más y mandar más que él en la parroquia, le paró los pies. Y entonces, en un arrebato de humildad himildísima de esos que lo caracterizan, el barbado ordenó abandonar la parroquia a su suerte.

Hasta hoy.

La parroquia sigue viva y las comunidades no han vuelto a ella. El relato se puede leer aquí

En resumen, que el presunto apoyo de don Casimiro Morcillo al CNC es otro invento que se sustenta en bulos y chismes y se desmonta con los hechos concretos de la nula kikotización de Madrid durante la época de dicho obispo.

Y van tres falsedades.

El autor también afirma: «iban a nacer de manera progresiva pequeñas comunidades de gente diversa y heterogénea (…) Esta circunstancia propició que las parroquias fueran paulatinamente convirtiéndose en una matriz de pequeñas comunidades, cada una con sus peculiaridades en cuanto al número de miembros, tiempo de gestación en la fe etc., pero unidas todas en la parroquia entorno al párroco, pastor de todas las ovejas del único rebaño, haciéndose visible dicha comunión en las grandes celebraciones del año litúrgico: Témporas, Navidad, Semana Santa, fiestas patronales y de la Virgen…».

Hay varios errores -insisto en ser amable- en el párrafo precedente. Para empezar, una parroquia es el conjunto de parroquianos que habita en un territorio delimitado. Y es importante subrayar que la mayoría de los neocatecumenales no son parroquianos de la parroquia que ocupan. En consecuencia, los ritos esotéricos practicados por unos venidos de fuera a pasar unas horas tras puertas cerradas no transforman la parroquia. Lo que hacen es degenerarla porque se derivan los recursos que corresponden a los parroquianos a quienes ni lo son ni se juntan con ellos.

Y ese no juntarse con los verdaderos parroquianos es especialmente visible en Navidad, Semana Santa, fiestas patronales, Pascua… Algunos lo hacen todo aparte. Se reúnen cuando no están los religiosos de misa de 12, quieren para ellos salas especiales con decorado más propio de Halloween que de una parroquia, tienen ágapes y festejos al margen de la parroquia… ¿Unidos en la parroquia? No he visto tal cosa en ninguna.

No muestran unidad, sino división. Pero sí que muestran uniformidad (ese concepto de tipo comunista, según el autor): ellos se dejan barba, imitan la forma de hablar de uno muy sensible, tienen la misma jerga, cambian el sentido a las palabras para amoldarlas a su conveniencia, repiten los mismos mantras, solo se puede cantar lo que haya sido autorizado por el sensible… Uniformidad interna y división con los demás. Así son ellos.

Tétrico y adecuado para halloween
A continuación, el autor dice que hace 50 años Kiko y Carmen ya previeron lo que quería el actual papa que dice en su encíclica Evangelii gaudium que la parroquia es «comunidad de comunidades, santuario donde los sedientos van a beber para seguir caminando, y centro de constante envío misionero».

Primero, si se adelantaron en 50 años a lo que el actual papa dice, se demuestra de nuevo que lo que proponen no está en la tradición de la Iglesia.

Segundo y más importante, el autor omite -un fallito tonto- el contexto de la cita papal, que habla de la parroquia:

«Aunque ciertamente no es la única institución evangelizadora, si es capaz de reformarse y adaptarse continuamente, seguirá siendo «la misma Iglesia que vive entre las casas de sus hijos y de sus hijas». Esto supone que realmente esté en contacto con los hogares y con la vida del pueblo, y no se convierta en una prolija estructura separada de la gente o en un grupo de selectos que se miran a sí mismos. La parroquia es presencia eclesial en el territorio, ámbito de la escucha de la Palabra, del crecimiento de la vida cristiana, del diálogo, del anuncio, de la caridad generosa, de la adoración y la celebración. A través de todas sus actividades, la parroquia alienta y forma a sus miembros para que sean agentes de evangelización. Es comunidad de comunidades, santuario donde los sedientos van a beber para seguir caminando, y centro de constante envío misionero».

Es decir, al mencionar la comunidad de comunidades el papa se refiere a la comunidad eclesial que aglutina las comunidades de los hogares y la sociedad, que no tiene nada que ver con la pretensión kiko-carmelitana de transformar las parroquias en meros locales de usos múltiples al servicio de las comunidades neocatecumenales.

 

domingo, 27 de septiembre de 2020

Parroquia: mucho más que suma de comunidades

 

De vez en cuando descubro nuevas páginas dedicadas al kikismo. Por lo común son páginas que se limitan a hacer lo que mejor saben: repetir como loros lo que algún otro ha contado antes, bien sean las anotaciones aburridas de ayer y anteayer de uno que dice ser muy sensible, historias de pseudovocaciones surgidas mágicamente en alguna jornada ad limina kikolorum de esas que el sensible concede a sus huestes, o relatos de lo bien que se vive sin trabajar y sin conocer el idioma en un país extranjero.

Habida cuenta de que tienen prohibidísimo bajo pena de exkikomunión y de anatema contar los hechos concretos de lo que sucede en las comunidades y que tampoco pueden publicitar los arkanísimos mamotretos no les queda mucho más de lo que poder hablar, así que estas páginas viven de los imaginativos relatos de las fantasmagóricas konversiones de otros, ya que el administrador de turno está condenado a no poder contar jamás su propia conversión porque eso es algo que aún no ha sucedido en el Camino: que se convierta en cristiano uno solo de ellos, digo.

El caso es que me he topado por casualidad con una página que no conocía y que parece una mala imitación de neocatecumenali, por lo menos en el nombre.

Y traté de leer la más reciente de sus entradas para hacerme una idea de su estilo. ¡Qué tostón! No fui capaz de llegar hasta el final. Pero no porque es estilo es aburrido y monótono, sino por la apabullante cantidad de trolas y mentiras que contiene.

No pretendo ser exhaustiva -creo que no podría- pero voy a desmontar alguna de ellas.

Para empezar, la entrada que traté de leer es un desesperado intento de tapar la luz con un dedo a fin de convencer al incauto de que el Camino no es un gueto cerrado en sí mismo sino que es el no va más de lo que debería ser toda parroquia.

La primera mentira es el manido recurso de desprestigiar al otro: quien no me dé la razón es porque no tiene ni idea de lo que es el CNC.

Les encaaaaanta ponerse por encima de los demás: tú no sabes, tú no conoces, tú no lo entiendes, por eso has de callarte y tragarte sin cuestionamientos lo que yo te diga, porque yo lo sé todo, lo entiendo todo, lo conozco todo y no admito ni la más remota posibilidad de estar equivocado en lo que sostengo.

Pues no cuela.

No hace falta estar durante más de veinte años en el Camino para llegar al final -que consiste en que no hay final- para experimentar que el CNC es elitista y separatista y que solo mira su propio ombligo.

Alguna vez he contado que en la parroquia ocupada por mi comunidad, entre otras, el CNC se había adueñado de las mejores salas. Hasta que el párroco se cansó o alguno de los otros grupos protestó y se nos obligó a compartir lo que no pertenecía al CNC sino a la parroquia.

¡Menudo disgusto! Al bueno del párroco debieron de pitarle los oídos durante meses. El caso es que instigados por los kikotistas de mis kikotistas el asunto llegó hasta el obispo de Madrid, que en aquel entonces era monseñor Rouco Varela, prokiko hasta la médula, o eso se dice. Bien, pues Rouco no desautorizó al párroco porque bien sabe él que un párroco no puede ser de ningún grupo, movimiento ni asociación, sino de todos aquellos que albergue en su parroquia, y que es su potestad distribuir lo que hay como mejor vea para la marcha de la parroquia. Es tan obvio que el único movimiento -o lo que sea- que no lo entendió fue el CNC.

Es más, como compensación por los agravios sufridos para satisfacer a otros grupillos que no sirven para nada ni salvan a nadie, trataron de obtener permiso para kikotizar la mitad de las salas disponibles, solo la mitad, pero querían que una de ellas fuese precisamente la cripta, es decir, la más grande y más compartida de todas las salas. Para hacerse propaganda, tal vez.

Tampoco lo consiguieron. Y al párroco le seguirían pitando los oídos una larga temporada.

La segunda trola gorda aparece en el siguiente párrafo que cito que busca defender que toda parroquia debería ser una comunidad de comunidades, entendidas tal y como son las comunidades neocatecumenales: «la visión de Kiko y Carmen sobre el modelo parroquial no es arbitraria, ni egoísta, ni caprichosa, sino que tiene un fundamento en la tradición y el Magisterio de la Iglesia, y más concretamente en la renovación del Concilio Vaticano II».

Es otro ardid habitual de los engañadores recurrir al argumento de autoridad: lo que yo digo lo dicen los grandes sabios, los mejores humanistas, la ONU, el tribunal de DD.HH. de Estrasburgo y el enano Cascarrabias.

Tampoco cuela. Para que colase tendría que venir con sus correspondientes referencias a encíclicas papales, escritos de santos y doctores de la iglesia y más concretamente textos conclusivos del CVII. Pero el autor lo más que aporta son citas de san Juan Pablo II en visitas a los neocatecumenales, es decir, no textos dogmáticos ni normativos de la Iglesia, sino discursos que no forman parte del magisterio.

Pobrecito. No sé si es que el autor es tan cortito que no llega a más o que se piensa que todos los demás son bobos.

Tal vez sean ambas cosas.

Otro día sigo, que por hoy ya me he cansado.