Retomo la película de las comunidades neocatecumenales integradísimas de la muerte en cualquier parroquia parasitada por el CNC. Recuérdese que esta era la tesis que pretendía demostrar el autor del tostón que puede leerse aquí.
Para ello, además del manido recurso de que los demás no saben nada sobre el CNC, el autor esgrime el argumento de autoridad con la pretensión de que la tradición y el magisterio de la Iglesia y el Concilio Vaticano II -siempre hay que mentar el CV II aunque no venga a cuento de nada, puesto que los neocatecumenales, al parecer, jamás han oído hablar de ningún otro concilio que no sea el Vaticano II- afirman que la Iglesia es comunidad de comunidades, lo que es una falsedad.
Por eso el pobrecito autor no puede citar ningún texto de ese magisterio, esa tradición, esa doctrina o ese concilio a los que alude que sostengan su mentira. De hecho, lo de la comunidad de comunidades es un invento reciente. No está, por tanto, en la tradición ni en el CV II, puesto que es posterior al mismo.
Es más, el mismo autor del texto que estoy desgranando -abriendo, se diría en jerga neocatecumenal- lo reconoce un poco más adelante cuando afirma a propósito de la paulatina incorporación de comunidades dentro de una parroquia: «Había aparecido un nuevo modelo parroquial: la comunidad de comunidades, que hacía presente la unidad (el amor en medio de la diversidad), en lugar de la uniformidad (un concepto de tipo comunista donde todos debemos ser idénticos)».
Si la cosa no aparece hasta que la parroquia no es kikotizada por varias comunidades es que no existía antes, ergo era erróneo -por ser amable- la presunta procedencia de la tradición y el magisterio de la Iglesia y del CVII.
También es interesante que se hace responsable a monseñor Casimiro Morcillo, quien fuera obispo de Madrid, de haber mandado a los iniciadores a implantar comunidades en las parroquias… Interesante, porque la parroquia más antigua del mundo está en Zamora, donde don Casimiro no tenía autoridad, y las siguientes en Roma, donde tampoco tenía capacidad de decisión sobre las parroquias. Porque la realidad es que el obispo de Madrid solo autorizó el experimento en una parroquia. Y sucedió que el párroco debía tener instrucciones del obispo de vigilar de cerca aquella cosa porque en cuanto cierto tipo barbado pretendió ser más y mandar más que él en la parroquia, le paró los pies. Y entonces, en un arrebato de humildad himildísima de esos que lo caracterizan, el barbado ordenó abandonar la parroquia a su suerte.
Hasta hoy.
La parroquia sigue viva y las comunidades no han vuelto a ella. El relato se puede leer aquí.
En resumen, que el presunto apoyo de don Casimiro Morcillo al CNC es otro invento que se sustenta en bulos y chismes y se desmonta con los hechos concretos de la nula kikotización de Madrid durante la época de dicho obispo.
Y van tres falsedades.
El autor también afirma: «iban a nacer de manera progresiva pequeñas comunidades de gente diversa y heterogénea (…) Esta circunstancia propició que las parroquias fueran paulatinamente convirtiéndose en una matriz de pequeñas comunidades, cada una con sus peculiaridades en cuanto al número de miembros, tiempo de gestación en la fe etc., pero unidas todas en la parroquia entorno al párroco, pastor de todas las ovejas del único rebaño, haciéndose visible dicha comunión en las grandes celebraciones del año litúrgico: Témporas, Navidad, Semana Santa, fiestas patronales y de la Virgen…».
Hay varios errores -insisto en ser amable- en el párrafo precedente. Para empezar, una parroquia es el conjunto de parroquianos que habita en un territorio delimitado. Y es importante subrayar que la mayoría de los neocatecumenales no son parroquianos de la parroquia que ocupan. En consecuencia, los ritos esotéricos practicados por unos venidos de fuera a pasar unas horas tras puertas cerradas no transforman la parroquia. Lo que hacen es degenerarla porque se derivan los recursos que corresponden a los parroquianos a quienes ni lo son ni se juntan con ellos.
Y ese no juntarse con los verdaderos parroquianos es especialmente visible en Navidad, Semana Santa, fiestas patronales, Pascua… Algunos lo hacen todo aparte. Se reúnen cuando no están los religiosos de misa de 12, quieren para ellos salas especiales con decorado más propio de Halloween que de una parroquia, tienen ágapes y festejos al margen de la parroquia… ¿Unidos en la parroquia? No he visto tal cosa en ninguna.
No muestran unidad, sino división. Pero sí que muestran uniformidad (ese concepto de tipo comunista, según el autor): ellos se dejan barba, imitan la forma de hablar de uno muy sensible, tienen la misma jerga, cambian el sentido a las palabras para amoldarlas a su conveniencia, repiten los mismos mantras, solo se puede cantar lo que haya sido autorizado por el sensible… Uniformidad interna y división con los demás. Así son ellos.
A
continuación, el autor dice que hace 50 años Kiko y Carmen ya previeron lo que
quería el actual papa que dice en su encíclica Evangelii gaudium que la
parroquia es «comunidad de comunidades, santuario donde los sedientos van a
beber para seguir caminando, y centro de constante envío misionero».
Tétrico y adecuado para halloween
Primero, si se adelantaron en 50 años a lo que el actual papa dice, se demuestra de nuevo que lo que proponen no está en la tradición de la Iglesia.
Segundo y más importante, el autor omite -un fallito tonto- el contexto de la cita papal, que habla de la parroquia:
«Aunque ciertamente no es la única institución evangelizadora, si es capaz de reformarse y adaptarse continuamente, seguirá siendo «la misma Iglesia que vive entre las casas de sus hijos y de sus hijas». Esto supone que realmente esté en contacto con los hogares y con la vida del pueblo, y no se convierta en una prolija estructura separada de la gente o en un grupo de selectos que se miran a sí mismos. La parroquia es presencia eclesial en el territorio, ámbito de la escucha de la Palabra, del crecimiento de la vida cristiana, del diálogo, del anuncio, de la caridad generosa, de la adoración y la celebración. A través de todas sus actividades, la parroquia alienta y forma a sus miembros para que sean agentes de evangelización. Es comunidad de comunidades, santuario donde los sedientos van a beber para seguir caminando, y centro de constante envío misionero».
Es decir, al mencionar la comunidad de comunidades el papa se refiere a la comunidad eclesial que aglutina las comunidades de los hogares y la sociedad, que no tiene nada que ver con la pretensión kiko-carmelitana de transformar las parroquias en meros locales de usos múltiples al servicio de las comunidades neocatecumenales.