Estrategias
para la recuperación
Los
adeptos tienen tres alternativas básicas para dejar la secta: se marchan, los expulsan
(a menudo cuando están «muy quemados» tanto física como psicológicamente), o se
les asesora para que abandonen.
Pese a
que tienen la suerte de poder dejar el grupo destructivo, los ajustes para
vivir en el «mundo real» pueden llegar a ser muy difíciles. Si no reciben una
información adecuada y el asesoramiento debido después de dejar la secta, las
fobias inducidas por el grupo, que conservan en su subconsciente, los
convertirán en «bombas de relojería» ambulantes Además, muchos adeptos han
vivido durante tanto tiempo sin haber realizado ningún tipo de trabajo normal o
vida social, que el proceso de reajuste a la vida adulta se les hace muy cuesta
arriba. Hay personas que después de abandonar la secta han vuelto a integrarse en
la misma. Si bien estas personas constituyen la excepción que confirma la
regla, demuestran lo vulnerables que son las personas que acaban de dejar un
entorno sometido al control mental.
Los que
se marchan
El
número más grande de ex miembros pertenece a la primera categoría. Son personas
que han conseguido apartarse físicamente de la secta, pero que no han recibido
ningún tipo de asesoramiento.
De vez
en cuando, conozco a alguno de ellos en alguna reunión y descubro que hay quien,
a pesar de que hace años que ha dejado el grupo, aún está luchando con los
problemas del adoctrinamiento debido al control mental.
Por
ejemplo, en el transcurso de una cena conocí una vez a una mujer que «había
salido» de los Moonies. Durante nuestra conversación, me comentó que a pesar de
que llevaba más de seis años casada y que era feliz en su matrimonio, sentía un
profundo temor a quedar embarazada. Me dijo que no conseguía encontrar una
explicación a estos temores porque siempre había deseado tener hijos.
Hablando
con ella supe que había dejado los Moonies unos doce años antes de nuestra
charla y había estado con el grupo tan sólo tres meses. Se había despreocupado de
la experiencia, pues consideraba que sólo había sido algo fortuito.
-¿Recuerda
si en alguna ocasión, mientras estaba con los Moonies, le dijeron algo respecto
a tener hijos?
Ella
levantó la cabeza, como si su mirada quisiera perderse en el techo. Después de
unos instantes, su rostro enrojeció y lanzó un grito.
-¡Sil
¡Ahora lo recuerdo! -exclamó. Para mi sorpresa, me agarró de los hombros y comenzó
a sacudirme enérgicamente- ¡Me dijeron que sí alguien traicionaba al Mesías y abandonaba
el grupo, sus hijos nacerían muertos!
Fue como
si pudiéramos oír el ruido que hacían las cadenas psicológicas que habían
encerrado su mente al romperse y caer al suelo. A pesar de que ella había
estado con los Moonies sólo durante tres meses, los encargados del adoctrinamiento
habían, conseguido implantar en su subconsciente una fobia que consistía en
creer que sus hijos nacerían muertos.
-¿Aunque
ya no crea en los Moonies? -me preguntó.
-La
mente es capaz de recibir nuevas informaciones y retenerlas para siempre –respondí-.
Esto es tan válido para las cosas perjudiciales como para las buenas. Tal vez
usted pensó que había acabado con los Moonies en el momento en que cruzó la
puerta de salida, pero le ha costado doce años localizar y desactivar esa bomba
de relojería que le habían puesto en la mente.
Hay un
gran número de personas que se las tienen que ver con las perjudiciales
secuelas de haber pertenecido a una secta. Sus problemas a menudo se agravan
por el hecho de que muchos profesionales de la salud mental no tienen los
conocimientos suficientes sobre el control mental y no saben cómo ayudar, de
una manera eficaz, a las personas que sufren dichas secuelas.
Muchas
personas son capaces de marcharse, sobre todo durante las primeras fases
del adoctrinamiento. Los nuevos reclutas pueden huir de la secta si reciben un exceso
de información sobre la doctrina interior, y aún no están en condiciones de
asimilaría. Por ejemplo, una mujer a la que yo había reclutado, descubrió que
Moon le asignaría un marido durante las primeras semanas de adoctrinamiento y
este hecho la enfureció de tal manera que se marchó del grupo. Un hombre se
largó en cuanto supo, antes de que nosotros le preparáramos para que lo
aceptara, que creíamos que Moon era el Mesías. Otras personas se van cuando
resultan víctimas de las rencillas internas o los conflictos personales. Por
ejemplo, muchísimas personas han terminado hartas y se han marchado porque no
podían relacionarse con su superior inmediato y seguirle. Otros, que habían
sido miembros durante muchos años, abandonaron al considerar que la política
del grupo no se aplicaba justa y equitativamente a todos y que existía una
lucha por el poder.
A lo
largo de los años, he conocido a docenas de personas que abandonaron su secta,
pero que aún creían en el líder supremo. Existen miles de ex Moonies que no
dudan que Moon es el Mesías, pero que simplemente no pueden tolerar la forma en
que se dirige a la, secta. En su interior, continúan esperando que llegue el
día en que se modifique la política del grupo para volver a él. Son incapaces
de comprender que el grupo está estructurado y se rige de esta manera por voluntad
de Moon.
Los
expulsados
Me he
encontrado con muchas personas que fueron expulsadas de sus grupos, con la
justificación aparente de que se rebelaban contra la autoridad y formulaban
demasiadas preguntas. Otros habían sido sometidos a tantos abusos que estaban
quemados y ya no eran «productivos». Y también los hay que fueron dados de baja
por sufrir serios problemas físicos y mentales que requerían un tratamiento
demasiado caro, convirtiéndose en un riesgo económico para la secta.
Las
personas que han sido expulsadas de una secta destructiva son siempre las que
llevan la peor parte de entre todos los ex miembros. Se sienten rechazados no
sólo por los adeptos del grupo sino también, en el caso de las sectas religiosas,
por el mismo Dios. La mayoría de ellos han dedicado su vida entera al grupo, y
han hecho donación de sus ahorros y propiedades al hacer su ingreso. Se les
dijo que el grupo se había convertido ahora en su «familia». Y que ésta
cuidaría de ellos por el resto de sus vidas. Luego años más tarde, se les dijo
que no eran capaces de satisfacer las exigencias del grupo y que tenían que
marcharse. Estas personas, con sus fobias al mundo exterior, se han visto lanzadas
a lo que ellos consideraban como la total oscuridad.
Para
muchos de los «expulsados», el suicidio parece ser la única salida real para
librarse de sus sufrimientos. Nadie sabe cuánta gente se ha matado debido a su
participación en una secta destructiva. Personalmente he conocido a tres
personas que se suicidaron a causa de su pertenencia a un grupo destructivo.
Entre
los que han intentado sin éxito quitarse la vida, hay muchos a los que de manera
errónea se les ha diagnosticado una esquizofrenia cuando han sido sometidos a
una evaluación psiquiátrica. No se puede culpar a los médicos, carentes de
información. ¿De qué otra forma pueden tratar a una persona que pide a gritos
que Satanás abandone su cuerpo? ¿Cómo pueden saber que la persona ha estado
cantando a toda velocidad para sus adentros durante horas, y que esto le
produce un estado casi catatónico?
Uno de
mis clientes fue expulsado de una secta que se hallaba bajo el mandato de un
gurú después de que su padre amenazara al líder con una demanda judicial y le
persiguiera de otras maneras. El joven había sido programado durante seis años en
la idea de que abandonar al gurú significaba la locura instantánea. Después de
la expulsión ('¡sorpresa!) se volvió loco. Sus padres lo llevaron a un
sanatorio mental y los doctores confirmaron que, en su opinión, el muchacho
estaba esquizofrénico. El joven interpretó el diagnóstico como una prueba de
que su líder tenía razón: el que abandonaba al gurú se volvía loco.
Sólo
cuando comencé a asesorarle vislumbró por primera vez cómo había sido programado
por la secta, y cómo, sin darse cuenta, había reforzado su programación cada
vez que recordaba la jerga del grupo y su adoctrinamiento de adepto fiel. Al
repetir en su fuero interno las enseñanzas del líder de la secta, continuaba
adoctrinándose y retardaba su liberación. También debía luchar contra los años
de ayuda «negativa» que había recibido de los profesionales de la salud mental
durante su «tratamiento». Dijo que algunos de sus doctores habían llegado a
manifestar que su participación en la secta había sido una de las cosas más
sanas que había hecho en su vida. Uno de ellos incluso le había dicho que
leyera libros de la secta. Durante todo el tiempo, se le recordaba a diario que
era esquizofrénico.
Una ex
miembro con la que trabajé y que había pertenecido a una secta ocultista estaba
por completo convencida de que su cuerpo espiritual se desintegraba, y que
estaba a punto de morir. Sufría tremendos ataques de ansiedad, sobre todo
durante la noche, y sentía agudos dolores en el pecho. Los
médicos la habían sometido a innumerables pruebas, y llegaron a la conclusión
de que todos los problemas estaban «en su mente». Ella había sido programada
por el grupo para autodestruirse si alguna vez lo abandonaba, y cuando estuvo
fuera, esto fue exactamente lo que sucedió hasta que fue asesorada.
Cuando
las personas que se han marchado o han sido expulsadas no tienen oportunidad de
recibir asesoramiento, sus sufrimientos, por lo general, se ven prolongados.
Estas personas tal vez consigan dejar en algún rincón de su mente sus
experiencias con la secta y olvidarse de ellas. Pero, en algún momento pueden
volver a presentarse en sus vidas.
Asesorados
El solo
hecho de que hayan pasado varios años desde que abandonaron la secta no
significa que todos los problemas estén resueltos. Nada más lejos de la verdad.
Reunirse
y hablar con ex adeptos del grupo concreto de cada uno, y de los grupos en general,
es una forma muy efectiva para ayudar a la identificación y resolución de los
problemas.