He
comentado en alguna ocasión, que al viaje a Israel también van los que no son
‘investidos’ con la túnica de los elegidos, incluso van los que no han sido
hallados dignos de escribir su nombre en la gran Biblia de plata de la
comunidad.
No
tiene nada sorprendente que vayan todos: hay muchos gastos y mucho catequista
que va de gratis, así que cuantos más sean para pagar, mejor. Además así hay
más maletas para transportar licores de cuasi-contrabando para abastecer el bar
de la domus Galilaeae.
Bueno.
Pues el caso es que nos fuimos a Israel con los licores y la sábana blanca en
la maleta (quien la tuviera), que, dicho sea de paso, se arruga con mirarla.
También
he comentado en anterior ocasión que entre los viajeros había un matrimonio
no-tunicado: A los catequistas no les dio la gana darles la túnica como castigo
por no haber obligado a sus hijos a caminar (eso fue con los mayores, luego
aprendieron la lección y a los medianos les están obligando inmisericordemente
a caminar sí o también).
Pero,
claro, como no queda bien exponer abiertamente que en el CNC los padres han de
asegurarse de que sus retoños caminen, cueste lo que cueste, incluso
recurriendo al chantaje, a la extorsión y a la exasperación de los chicos, pues
intentaron enmascarar lo de no ponerles la túnica con un paripé lamentable, con
sospechas de que su matrimonio iba mal pero no querían confesarlo, con
acusaciones de que él no sabía asumir su papel de cabeza de familia y con lindezas
por el estilo.
El
viajecito en sí está bien. Se visitan muchos sitios y se va en plan turista con
posibles, nada de pensiones baratas ni de menús de medio pelo. Y todos los días
hay una Misa, digo, Eukaristía, en la que todos se revisten de blanco, menos
los catequistas y los castigados, para que resalten bien.
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El primado de Pedro, lugar que se visita para celebrar uka |
Fue
en el contexto de una de estas Misas por Tierra Santa, tras varios días de
peregrinación visitando los lugares en los que vivió Jesús, cuando la esposa de
este matrimonio castigado hizo el eco más esperado por todos, el eco que
demostraba que la corrección no fraterna de los catequistas había sido asumida
y que ella estaba ya preparada para aceptar la siguiente vuelta de tuerca.
Porque
ella empezó el eco asegurando, varias veces, que “No le faltaba nada”, que se
sabía una privilegiada por poder estar donde estaba (como si el viajecito se lo
estuviesen regalando), que veía que todo era bueno y que todo estaba bien hecho
y que no le faltaba de nada, que Dios tenía sus tiempos y que ella veía que era
bueno no haber sido investido con la túnica fantasmal. En suma, que los
catequistas no la habían tratado mal, ni le habían quitado nada que por derecho
le perteneciese, porque no le faltaba nada…
Me
sentí apenada escuchándola. Me hizo entender que lo normal tras tantos años de
acondicionamiento intensivo es sentirse mal por no haber recibido la túnica de
marras; aún más, que lo esperado es que el castigado se obsesione con ello y no
pueda dejar de darle vueltas a lo qué paso, a lo que hizo o dijo mal para haber
acabado así: siendo negado por los catequistas su merecimiento a recibir una
túnica chapucera que, tanto si te autorizan a ponértela como si no, la pagas y
la adquieres junto con el resto de la comunidad.
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La procesión de las túnicas |
Como
el concepto que yo tengo de mí misma y de mi vida, no depende de la aprobación
de unos catequistas que nunca han sido mis amigos, ni de la opinión que yo les
merezca a mis amados hermanos de comunidad, no capté que aquellas Misas diarias
rodeados de fantasmas blancos pudieran ser motivo de humillación, de pesar y de
disgusto para alguien hasta que no escuché este eco.
Me
hizo entender también que durante aquel viaje se esperaba que yo demostrase
pesar y compunción para acabar aceptando que “Dios me permitía ver” que lo que
decidieran los catequistas sobre las vidas de los demás estaba bien. Y que si
no me ceñía al papel que se esperaba de mí, posiblemente declarasen que era por
mi desmedido orgullo, porque sólo los humildes pueden reconocer la obra de
Dios.
Por supuesto,
asumí las consecuencias y me salté el guion.