miércoles, 29 de abril de 2020

Otra anécdota pascual



Este año es providencial, sin duda.
Otros años, tras el jolgorio mistikiko hasta las n+1 de la madrugada, había que ir a tomar cordero; por mor de Dios, este año es diferente y no ha podido ser lo de pasar la noche fuera de casa ni lo de invadir un restaurante en la madrugá.
Y las pobrecitas komunidades que iban a recibir la túnica fantasmal esta Pascua y a deambular revestidos de tal guisa hasta la catedral para -por una vez en el itinerario que no lleva a ninguna parte- juntarse con los religiosos naturales en la vigilia presidida por el obispo del lugar, se habrán quedado con un palmo de narices. Y a lo mejor alguno de ellos ha descubierto que no ha pasado nada, que el revestimiento de lino y los chupitos de leche con miel son prescindibles y no aportan nada.
Pero me he desviado, porque lo que quiero contar tiene que ver con los niños arrastrados a los kikolarres nocturnos.
Este año, insisto, es providencial, y los salmistas -nombre fisno para referirse a quienes aporrean la guitarra y cantan kikirikantos, sean o no salmos-no habrán podido convocar a los niños a los ensayos. Los demás años se reúne a los niños y se selecciona a los que van a cantar en el kikolarre pascual.
Pues bien, sucedió una vez que el chiquillo seleccionado para arrancar él solo la cantinela de ¿Por qué esta noche es diferente…? -cantinela seguida de preguntitas y respuestitas que son una ilícita interrupción de la Liturgia-, que no tendría más de cinco años, dormía plácidamente embutido dentro de una sillita de paseo que le quedaba pequeña. Llegó el momento estelar tan ansiado por los kikopadres en que su hijo se iba a lucir ante toda la asamblea y, por descontado, lo despertaron porque tenía que cantar.
¡La que se lio!
Al ser despertado con un zarandeo, el niño se echó a llorar asustado y no se meó allí mismo de casualidad. Y lloraba y lloraba y no había forma de tranquilizarlo ni, por supuestísimo, de que cantase nada de nada.
Al final, haciendo gala del desabrido talante característico de un respon kikil, ordenaron a la madre que se llevase al berreante chiquillo fuera de la sala, y el kikolarre se reanudó.
Así son las cosas en Kikónides: los jolgorios mistikikos no son para las personas, sino que las personas son en función de los kikolarres.
Recuerdo otra ocasión en que, ya de madrugada, con el sol descollante sobre los árboles, cuando el kikolarre había concluido y todos nos encaminábamos a los coches -recuérdese que por mor de Dios el kikolarre tenía lugar fuera de Madrid y la comilona posterior en algún otro rincón del extrarradio- escuché la discusión entre un hijo y su madre.
El chico tendría seis o siete años en ese entonces y era el único que parecía fresco como una rosa.
–Nosotros nos vamos a casa –decía la madre, seria.
–Pero Candelita se va a comer cordero –argüía el chaval, que había pensado que sus padres no tendrían inconveniente en que él viajase en el coche de su amiga Candelita hasta el restaurante.
–Candelita puede hacer lo que quiera, nosotros nos vamos a casa –insistía la madre perdiendo los nervios.
En condiciones normales era persona de recursos, pero estaba cansada tras el kikolarre y falló a la hora de presentar una razón aceptable para un crío de siete años, porque lo que no quería era que los hijos conociesen la verdadera razón por la que ellos nunca se quedaban al cordero. La comunidad sí que la sabía, se aseguraron de que la supiésemos para que llegase a los kikotistas, de modo que no les echasen a los perros por saltarse una parte del kiko-rito.
El motivo era que el padre tenía una enfermedad degenerativa y su organismo no podía soportar tantas horas de paliza. Se sometía estoicamente al kikolarre anual, pero si intentaba ir más allá, su enfermedad le pasaba factura en los días siguientes y no daba pie con bola en el trabajo que, lógicamente, era algo que no podía permitirse. 
Los padres ocultaban celosamente a sus hijos las secuelas de la enfermedad, hacían lo posible para que los niños viesen a un padre normal, tan capaz como cualquier otro, para que no lo mirasen con lástima ni con desdén. Opinaban que los hijos necesitan una figura paterna robusta y segura en el sentido de que les dé la impresión de que lo sabe todo y puede con todo, por eso, cuando él tenía brotes, lo ocultaban ante los niños.
Pero a Nachito se le había metido entre ceja y ceja que quería ir con Candelita, no por el cordero, sino porque ella le había dicho que al final les daban un huevo de chocolate a cada uno.
Para Nachito, el resumen de la fiesta de las fiestas cristianas fue que se trataba de un rollo muy largo y aburrido al que había que ir repeinado y con los zapatos brillantes para que al final alguien le diese el huevo de chocolate que se había ganado por aguantar el tostón. Y sus padres lo obligaban a prescindir de lo único que de verdad tenía interés en todo el aburrimiento de aquella noche.
Eso es lo que de verdad piensan los niños que son obligados a ir a los kikolarres.
 

lunes, 27 de abril de 2020

El Papa forzó la renuncia del obispo "kiko"



La noticia ya la conocéis:
El defenestrado, adornado con oropeles y puntillitas. 12-04-2020
«Renuncia del obispo del Callao (Perú) y nombramiento del administrador apostólico "sede vacante"
El Santo Padre ha aceptado la renuncia al gobierno pastoral de la diócesis del Callao (Perú), presentada por S.E. Mons. José Luis del Palacio y Pérez-Medel.
El Santo Padre ha nombrado como administrador apostólico "sede vacante" de la diócesis del Callao a S.E. Mons. Robert Francis Prevost, O.S.A., obispo de Chiclayo».

Una muestra de la exquisita "nëoHortográfia" neocatecumenal
La propia diócesis se hacía eco de la noticia:

NOTA DE PRENSA
OBISPADO DEL
CALLAO

PAPA FRANCISCO ACEPTA RENUNCIA DEL OBISPO DEL CALLAO

«El papa Francisco aceptó la renuncia del obispo del Callao Monseñor José Luis del Palacio Pérez-Medel, quien desde el año 2012 ejerció el gobierno pastoral del Primer Puerto.
La diócesis del Callao, agradece a monseñor José Luis del Palacio por estos 8 años de servicio en favor de los fieles de la Iglesia del Callao y por sus más de 40 años de labor misionera en todo el territorio peruano.
Mons. Luis del Palacio fue nombrado Obispo del Callao por el Papa Benedicto XVI en 2012.
Mons. Robert Francis Prevost, Obispo de Chiclayo y ahora administrador apostólico “sede vacante” del Obispado del Callao, nació el 14 de septiembre de 1955 en Chicago, Ilinois (Estados Unidos).
Callao, 15 de abril de 2020
Oficina de Prensa
Obispado del Callao

Más muestras de "nëoHortográfia" psicodélica no apta para todos
El hecho concreto es que Del Palacio no ha renunciado, sino que lo han hecho renunciar, como comentó un grupo de sacerdotes y laicos: 
«Mons. Del Palacio afirma que se le comunicó dicha decisión antes de la Vigilia Pascual; es decir que no renunció por su propia iniciativa sino que alguna poderosa razón le hizo firmar dicha renuncia pedida por la debida autoridad.
Un pedido así en plena celebración de los días santos deja ver la gravedad de alguna situación de la cual no tenemos conocimiento y a la vez la urgencia de la misma puesto que no podía esperar. Esto se ratifica en la premura mostrada en su despedida en la cual no ha habido ni celebración, al menos virtual, ni reconocimiento o agradecimiento ya sea del pueblo o autoridad alguna.  
Otra más
Asimismo [Del Palacio] reitera con el agradecimiento el tema del pecado (sin especificar) y de su carácter, por lo cual pide perdón. De ello se intuye la debida motivación del pedido de la autoridad a quien no se resiste. Deja constancia junto con el perdón que pide, el extenderlo a quienes le han difamado, con ello indicaría que sale por una acusación grave que habría encontrado el debido sustento ante la autoridad pero de la cual no tenemos información alguna.
Finalmente, el pueblo chalaco es un pueblo de fe, que no ha mostrado signos ni de victoria ni revanchismo sino de agradecimiento y cercanía al Santo Padre, pues siente que esta decisión ha sido porque el Papa se preocupa por ellos».

Y otra
Días después, otro medio de masas contactó con Del Palacio, quien reconoció que la renuncia no fue una petición propia: “A través de una carta de la Santa Sede, me comunicaron solamente que el Santo Padre pedía mi renuncia, sin mencionar las razones. Algunos días después de enviar mi respuesta expresando mi obediencia al Papa, el Sábado Santo en la tarde, a las puertas de la vigilia pascual, recibí la noticia”.

El que ya NO era obispo del Callao, fingiendo serlo. 12-04-2020
En resumen, los pertinaces hechos concretos son los siguientes:

  • El Papa pidió la renuncia de un obispo. Lo que da a entender que la negativa por parte del señalado hubiese implicado su cese fulminante.
  • A ningún obispo se le pide que renuncie sin que haya razones de peso para su cese.
  • El renunciado expresa su obediencia al Papa, lo que queda muy bien; lo que no expresa es que no tenía alternativa.
  • La renuncia fue admitida con total celeridad, pese a las fechas tan señaladas. Se conocer que ha sido por mor de Dios que el renunciado no estuviese a cargo de la diócesis del Callao desde el primer instante pascual.
  • El ya renunciado fingió ser obispo del Callao durante la Vigilia Pascual.

Cristo ha resucitado.
(Para que me entiendan algunos: Cristo a resucitado e incluso ah resucitado).
Paz y bien para El Callao.



P.D. Los resaltados en rojo son para el pobre tipo que a falta de otro aliciente en la vida se obceca con que él sabe de escritura más que nadie (también se obceca en confundirme con un tal Antoñito, pero esa es otra historia que solo demuestra su incapacidad para identificarme). Pues bien, como se cree tan sabio, que le diga al obispado del Callao y al Vaticano que no tienen ni idea de gramática, ortografía, sintaxis, redacción, semántica y, ya puestos, caligrafía.
Yo siempre había escrito “de El Callao”, pero nadie más cualificado que los del lugar para decidir cómo ha de escribirse -aunque al escocío le revienten las almorranas del disgusto-, así que recientemente dejé de hacerlo, como dejé de tildar el advervio "solo" cuando la RAE cambió la norma.