¡Cuánta gente ha encontrado la felicidad y la vida a través de la enfermedad, cuánta gente!
Muy pocos, porque es durísimo vivir con una enfermedad crónica.
¡Ay de nosotros el día en que no haya más hijos anormales! Ay de nosotros el día que no haya más vejez, más debilidad en el mundo, más pobreza: ay de nosotros.
El tipo es vomitivo. Dios no quiere la enfermedad, la anormalidad, la vejez y la muerte, pero hay necios que no se han enterado.
Esto lo decimos nosotros verdaderamente: el mundo se propone deshacerse de todo lo que no quiere, y ese día el hombre se vuelve orgulloso, prepotente, y no hay escapatoria para los débiles, los débiles son marginados por el orgullo de la sociedad, donde quien comete el más mínimo error tiene todo el peso de la ley sobre él, de modo que no puede moverse. Por eso decimos que no, hermanos. Incluso el cáncer, incluso las enfermedades, hacen que el hombre se replantee por un momento, reconsidere: “¿Adónde vamos, quiénes somos?”. ¡Demos gracias al Señor por un momento! Agradezcamos al Señor que en su economía también pensó que haya terremotos, es decir, que haya cosas que el hombre no puede dominar. Eso hace que el hombre piense por un momento: ¿quién soy? ¿Adónde estamos yendo? Pero ¿qué bestialidad es esta? ¡Pero qué monstruosidad! Pero ¿por qué me sucede esto a mí? Pero cómo es posible: toda mi vida trabajando por un pedazo de tierra y ahora me encuentro con mi esposa muerta y todos mis hijos. Pero Dios mío, ¿qué está pasando aquí? Toda la sociedad está trastornada, obligada a repensar. Quizás sea inútil, no sirva de nada, pero Dios lo ha intentado. Quizás no sirva de nada, y el hombre no se detenga a repensarse a sí mismo, y el hombre siempre lleva su condena.
Hay que ser retorcido para idear un diosito que solo sabe enviar catástrofes para tratar de llamar la atención. Este tipo no se ha enterado de que Dios no estaba en la tormenta, ni en el fuego ni en el huracán, sino que estaba en la brisa suave, que no daña ni molesta.
Es muy fácil ver que vamos hacia la Tercera Guerra Mundial. ¡No es que Dios lo quiera, sin duda! Pero decimos: cuando el hombre es capaz de destruir a sus propios hijos y de matar a millones y millones de niños por amor al dinero, ¡figúrate si no va a tirar la bomba atómica al otro para defender su dinero! Si mata a sus propios hijos, ¿no va a matarte a ti? ¡Si se mata a sí mismo! Solo importa el dinero: cuando ve que le quitas el dinero, no pone una bomba, 5000 bombas atómicas y no le importa nadie, porque no le importan sus propios hijos, ¡imagínate! E incluso sus hijos no pueden soportarlo en casa; lo sabemos muy claramente!
Juicio va, juicio viene. En eso consisten las kikotesis, en condenar las veces que haga falta al otro, que es Cristo.
¡Y qué hará Dios, dime! Le dio libertad al hombre. ¿Por qué le diste libertad al hombre, oh, Señor? ¿Por qué le diste libertad al hombre? ¡Arrea! ¿Eres fascista? Entonces le quitas la libertad a todos, no es que nadie te robe, es que no permites que nadie haga nada. ¡Qué fallo! Esto no quiere decir que la sociedad no deba tener sus jueces, no deba tener su policía, no, ¡al contrario! Dios ha hecho esto, está en el espíritu del hombre, debe hacer esto. ¿Pero entiendes que Dios ha hecho otra cosa, ha hecho al hombre libre? Ha dejado libre al hombre. ¿Estas cosas? Hermanos, son cosas que el Espíritu Santo debería daros. Pero todos nosotros somos así: buscamos el egoísmo, el ego, yo. ¿Por qué? Porque el pecado ha hecho que el ego, el yo, sea poderoso en nosotros. Pero Jesucristo vino a liberar al hombre de esta esclavitud que tiene por el pecado y por el miedo a la muerte y vino a darle la posibilidad de amar al otro. Nuestra sociedad, hermanos, depende de nosotros en muchas cosas, depende de nosotros. Nosotros salvaremos la sociedad.
Me decía uno que tiene un juicio: “No, yo no pongo un juicio contra la gente, lo pongo contra el ayuntamiento. Son comunistas, han robado cosas, etc.”. Sí, está bien, pero para nosotros el problema es que todo el mundo va detrás del dinero. Bueno, entonces sal del camino, vete a otro grupo de la Iglesia: nosotros decimos otra cosa. El Señor nos ha llamado para mostrar que hemos sido liberados de la angustia, la angustia del dinero, de la riqueza. Y que no nos faltará, ¡no! Porque Dios no quiere pobretones aquí; nosotros estamos liberados. No es una cuestión... Dice: “No os resistáis al mal. A quien te demande para que le des la túnica, déjale también el manto”. ¿Por qué? Porque estos son los signos de que hemos encontrado a alguien.
¡Qué falso e hipócrita es Kiko! A mí me denuncia por publicar los mamotretos y exige que se borren los que subo a la nube.
Y el mundo necesita esto, necesita esto. Porque todas las guerras tienen el dinero como motivo principal; el pecado y el dinero, la droga y el dinero, todo y el dinero. Pero si Cristo no nos ha liberado de la esclavitud del dinero, decidme: ¿qué hemos hecho con el camino? ¡Nada de nada!
Una tremenda pérdida de tiempo, en efecto.
Bueno, hermanos, entonces esta es la Palabra. ¿Cómo podemos salvar a esta generación nuestra? Con la Palabra, con la fe. ¿Y cómo se da la fe? Por la predicación. La gente es esclava y se defiende. Entonces, ¿dependería de nosotros la guerra mundial? También depende de nosotros; estamos sanando el tejido social, resanando.
No es presuntuoso ni dada, el chico.
Como dijo el otro día el párroco de Delianuova, la mafia calabresa ya se siente vencida por el camino neocatecumenal, porque en la comunidad hay mafiosos convertidos, que han perdonado. Y decía el párroco de Delianuova que la mafia ya se siente derrotada, tiene más miedo de nosotros que de ninguna cosa, no le teme a nada más; nos tiene miedo a nosotros. Porque no sé qué poder tiene esto, que ha triunfado… En Pascua están todos juntos en comunidad, se perdonan, venden las tierras, ya no ponen las bombas que tenían que poner porque están en comunidad; ¡Se siente vencida! Aquí estamos sanando el tejido social, verdaderamente, en todos los sentidos.
Menudo cuentista.
Hermanos, un momento. Está claro que para anunciar el Evangelio se necesita un mínimo, un mínimo de conversión. No podéis anunciar el Evangelio por las casas si estás odiando a alguien, si estás en pecado, si estás... porque eso os hace mal a vosotros. Por eso os ofrecemos en esta convivencia una pequeña conversión, una penitencial, una Eucaristía, una palabra de vida que os permita fácilmente, sin esfuerzo, quitar las cadenas, perdonar a esa hermana; y si estáis muy apegados al dinero, dar limosna, es decir, liberaos del dinero; para que sea la primera forma en una nueva etapa de vuestro caminar anunciando el Evangelio, anunciando el Evangelio, llevando la palabra de la vida a vuestro barrio.
Da la impresión de que Kiko se cree que de su boca sale un elixir mágico que provoca la koversión. No sé si es iluso, loco o trapisondista liante.
Un barrio es igual a otro; donde hay hombres, hay esclavos, gente que no conoce a Cristo. Si amamos a la gente, el celo de Dios, el amor de Dios está en nuestro corazón, cómo no lo llevaremos, cómo no nos ocuparemos de orar por esos hermanos, de ofrecer todos nuestros actos al Señor para que nos ayude en la noche a ir y llevar esta palabra.
Si tan importante es, ¿por qué será que él no va el primero de todos?
Veo que en España también lo están haciendo muy bien, cada año se hace con más atención, con más amor, ahora que el camino es cada vez más... el Señor nos está inspirando la importancia enorme, inmensa que tiene. Charles de Foucauld dijo que daría su vida entera para que un hombre, un hombre, fuera ayudado a encontrar a Jesucristo. Santa Teresa de Lisieux también dijo lo mismo, Teresa de Calcuta también lo dijo; nosotros decimos lo mismo. Es decir, no se mide en cantidad de personas convertidas, cuanto que el Señor, a través de ti, has traído a una persona de la muerte a la salvación. Entonces, oremos, en pie.
Oración espontánea.