Marco, un colaborador del blog neocatecumenali, ha encontrado una noticia sobre una forma moderna de esclavitud practicada en el CNC y específica para hijos varones de familias patanegra.
Quien lo cuenta es un anciano presbikiko japonés que está muy agradecido al CNC porque en otros seminarios fue rechazado por motivos que no se declaran, y ya casi cincuentón fue admitido en un semivacío RM por designio kikil. Así que sea por falta de sensibilidad, porque los muchachos le importan un bledo o por ceguera, el narrador considera estupendo y fantástico lo que les hacen a los chicos y se muestra encantado de darlo a conocer.
Habitaciones para aprendices de presbikiko con vistas al lago |
El presbi nipón detalla que cuando los visitantes son israelitas, el canto de bienvenida es ♪ Shema-Israel ♪, en versión kikil, por supuesto. Lo que no sé si es un acierto. Es decir, no sé que opina un judío religioso acerca de que un goyim pronuncie esas palabras, aunque si lo cantan el itañolo, como sospecho, lo más probable es que los visitantes no se enteren del sentido de lo que escuchan.
La recepción a los turistas visitantes |
Pero en lo que se centra este presbi es en los intérpretes del canto. Dice de ellos: «¿Notaste que la mayoría de ellos son hombres jóvenes, que incluso podrías llamarlos niños?»
Y sigue explicando: «Esos jóvenes vienen aquí para realizar servicios como servir en el comedor, hacer camas, limpiar sanitarios, cambiar toallas, barrer pasillos, etc.
Podrían ser tomados por estudiantes en prácticas de una escuela de hotelería, pero la realidad es muy diferente. Son verdaderas "ovejas negras"».
Y a continuación explica que son los hijos díscolos y rebeldes de familias neocatecumenales “importantes”, en el sentido de que proceden de familias largamente implicadas y entregadas al CNC en labores de kikotización, sea como kikinerantes o como simples kikotistas. Es más, el presbi nipón asegura de estos jóvenes no solo que sean díscolos, sino que los retrata como viciosos y delincuentes: «Desde muy joven se rebelaba contra sus padres, se volvió violento, se convirtió en delincuente, no iba a la iglesia, faltaba a la escuela, fumaba drogas con malos amigos, robaba, tenía una relación inapropiada con una chica y hacía llorar a sus padres».
En este punto, siempre según este prebi, los llorosos padres no buscan un orientador social ni un psicólogo, sino que piden consejo a Kiko, que ni es psicoterapeuta ni tiene la menor idea sobre educar hijos, quien razona que en la domus falta personal, así que decide “acoger” (ojito a la ironía) temporalmente al hijo en la domus Galilea.
¿Temporalmente hasta cuándo?
Tú no te proyectes, hermano. Ya lo dispondrá Kiko más adelante.
Y qué es lo que hace el chico mientras está “acogido” en la domus. Hacerse un hombre, según el presbi que lo relata.
«A estos jóvenes se les quita el dinero y el pasaporte, y son obligados a rezar temprano en la mañana, asistir a misa, realizar trabajos programados y estudiar la Biblia, viven como reclutas en el ejército o novicios recién incorporados a un monasterio, con estricta disciplina y órdenes particulares».
Dadas las medidas que sufren los “acogidos”, sospecho que lo raro será que alguno de ellos supere la mayoría de edad; sospecho que esta modalidad de “acogimiento” está pensada para jóvenes menores de edad. Porque un adulto podría denunciar que es retenido contra su voluntad, pero un niño lo tiene mucho más difícil: sus padres, tutores legales, lo han confiado al cuidado del buen amigo Rino. Y ya puede patalear el chaval que nadie acudirá a liberarlo.
Así que, temporalmente por a saber cuánto tiempo, los chicos enviados por sus llorosos padres quedan atrapados en un lugar aislado en mitad de la nada, donde son obligados, como antes detalló el presbi nipón, a «realizar servicios como servir en el comedor, hacer camas, limpiar sanitarios, cambiar toallas, barrer pasillos, etc.».
Insisto, casi con seguridad son niños que deberían dedicar su tiempo a adquirir una buena formación, pero les apartan de su casa, su familia y sus estudios para que vivan al servicio de Kiko.
Pero aún hay más:
«El lugar donde viven es dentro del búnker.
Búnker es la palabra alemana para refugio subterráneo. El gobierno israelí exige por ley que las instalaciones de alojamiento y los lugares donde se reúne un gran número de personas estén equipados con refugios para el caso de ataques con armas nucleares, bacterianas o químicas. En la domus Galilea también hay un búnker subterráneo bastante grande, sin ventanas.
El señor Kiko decidió convertir este largo búnker, inútil en tiempos de paz, en un lugar para dormir para las ovejas negras».
En la domus hay habitaciones de sobra con vistas al lago de Galilea, pero los chicos díscolos, los que no se han dejado kikotizar, los que resisten la kikotina, viven y duermen en un largo sótano sin ventanas, sin ventilación, sin vistas y sin horizonte. ¡Qué majo es Kiko el “acogedor”!
Y al presbi nipón le parece estupendo: «Todo lo que hay que hacer es darles de comer, darles ropa de trabajo y utilizarlos como mano de obra “sin costes laborales”».
Explotación laboral, aunque a los padres se les venda que se trata de una técnica de rehabilitación fantástica para que el chico se vuelva dócil de forma magikika.
«No hay nada cerca y no tienen dinero, pasaporte o automóvil; incluso si escapan, no hay manera de que puedan mezclarse con la sociedad israelí y sobrevivir por el resto de sus vidas».
Es decir, si alguno se escapa, no pasa nada, no tiene dónde ir, será devuelto a la domus, al búnker sin ventanas, a la obligación de servir al “señor Kiko el acogedor”.
Lo que viene a continuación, son las descripciones que el presbi nipón hace de las fotografías que él mismo sube a su blog. No hago comentarios porque no soy capaz de imaginarme qué es lo que querría expresar, pero lo que le sale es vomitivo.
A la izquierda hay una pesada puerta hermética de hierro, como un mamparo de un submarino.
En el interior hay un cuartel o un club rosa donde las niñas filipinas son obligadas a prostituirse. Parece un dormitorio vigilado por la yakuza.
Las literas recuerdan al campo de concentración de Auschwitz.
Para terminar, una palabra más del presbi: «Este es un gran milagro que ocurre todos los días aquí en la domus Galilea, aunque no se note».
¡Dios nos libre de tales milagros!