«Otro escruticidio.
Kiko: ¿Antes del camino neocatecumenal dónde ponías tu seguridad?
Y: la ponía en el dinero, en dar una buena impresión de mí misma, en ser
buena, en cumplir la ley.
Kiko: Después del camino neocatecumenal, ¿has visto un cambio de dirección?
Y: Sí. He visto la imposibilidad de amar y de cumplir la ley. También he
visto que le doy menos importancia al dinero, que no me importa que mi marido
no trabaje. Que acepto
mejor mis pecados. Veo que acepto mejor a la gente, en un caso concreto
cuando un fraile me dijo que yo no contaba para nada, que el responsable es mi
esposo y que me fuese a casa. Y yo, con mi temperamento, habría sido algo que
nunca hubiera tolerado, y sin embargo lo acepté y no tengo rencor. Veo en esto
una acción de Dios.»
Lo dice como si antes
se avergonzase de sus pecados y ahora, gracias al CNC, se enorgulleciese de
ellos. Y no es una actitud infrecuente en el CNC.
«Kiko: Después le preguntaré a él. Todavía hoy, ¿en qué cosas pones tu
seguridad?
Y: Creo que mi seguridad la pongo en el afecto de mi marido, en que no se
enoje y no se rompa la paz familiar. También en mis hijos en evitar peleas de
ellos con su padre. También pongo la seguridad en algún aspecto del camino neocatecumenal.»
¡Poner la seguridad en
que unos hijos no se peleen con un padre que se enoja!... Creo que confunde
anhelo con seguridad.
«Kiko: Antes del camino neocatecumenal, ¿qué no aceptabas en tu vida?
Y: no aceptaba tener poco dinero, hacer el ridículo, ser mujer. No aceptaba
mi temperamento. El manifestar siempre mis impresiones y mis opiniones.
Kiko: ¿Has experimentaste un cambio de dirección en el camino?
Y: Sí. Porque ya acepto mejor el ser mujer. Estar bajo los demás y expresar
una opinión, incluso si molesta a los demás.»
Tal vez sea que la
señora está pensando en su posición en el tálamo marital, porque de no ser eso,
ser mujer no es estar debajo de nadie.
«Kiko: Hoy, concretamente, ¿qué es lo que no aceptas o es más difícil de
entender para ti de tu vida actual? Honestamente.
Y: Mi esposo, porque hay una parte de mi esposo que no acepto. Yo soy según
mi ley, y cuando él se sale de mi esquema no lo acepto. Lo mismo con mis hijas,
quiero conducir sus vidas.»
¡Qué casualidad! ¡Lo
mismo que quieren hacer los kikotistas!
«Aún menos acepto que
Dios no quiera quitarme mi pecado ahora, y que continúe dejándome pecar.
Tampoco acepto la discordia familiar. Acepto muy mal a los hermanos que dejan
el camino a la mitad, que no entran en el camino neocatecumenal.»
¡Hay que ver que Dios
tan malísimo que hace al ser humano libre para que tenga la responsabilidad de
sus propios actos! Con lo fácil que sería que no nos dejase hacer nada impío…
pero espera, en ese caso, no existiría el CNC.
«Kiko: Los ídolos de este mundo para ti.
Y: Dinero, poder, belleza, conocimiento, deporte, sexo, fumar, viajes,
familia, entretenimiento. De estos me parece que eran mis ídolos: el dinero, el
poder, el conocimiento, los viajes y la familia.
Kiko: Hoy ¿de qué ídolos te sientes esclava?
Y: Me siento esclava en primer lugar de la familia en un aspecto...
Kiko: Familia en qué sentido.
Y: De mis hijas, de mi marido. Más que mi marido, que de mis hijas, de
hecho con estas me siento un poco más libre.
Kiko: Tus hijas, ¿en qué sentido te esclavizan?
Y: Porque no son como quiero que sean, porque no cumplen la ley que yo les
impongo. También he descubierto que no puedo darles la felicidad y esto me
estimula un poco.
Kiko: De tu marido ¿en qué sentido?
Y: porque lo veo un poco torpe, un poco malo y no acepto que esté enfermo y
que muera. Tengo miedo de quedarme sola.
Kiko: ¿Por qué tienes miedo de estar sola?
Y: Porque soy hija única y nací después de la muerte de mi padre y no tuve
hermanos. Por eso me refugio en mi marido.
Kiko: Los ídolos que aún te quedan, ¿cuáles dijiste que eran?
Y: Mi familia. El dinero que no me importa demasiado hasta que falta para
mis hijas. Si falta entonces me rebelo. De la opinión sobre mí misma un poco
menos, aunque supongo que sigue siendo bastante. Del saber me parece estoy un
poco liberada. Lo que me falta es encontrarme sola, es decir, mi marido y mis
hijas.
Kiko: Veamos. Tu marido (pregunta a su marido). Sinceramente, ¿has visto a
través del camino neocatecumenal un cambio en tu esposa, serio, grande?
M: Sí. En sus actitudes hay algo que la empuja, que es superior a ella; Se
nota que tiene fe.
Kiko: ¿En qué notas tú que tiene fe? En que hechos.
M: Simplemente, en el hecho de que no le importe el dinero. En lo que ha dicho
sobre sus hijas. Ahora una de ellas quiere ir de itinerante y está contenta con
ello. Ella misma quería irse de itinerante. También la veo muy dedicada a la
oración. Le gusta ponerse en oración, va a la Palabra con deseo.
Kiko: ¿Pero contigo cede? Sinceramente. Te está escuchando el Señor.»
¿Queda claro? Si reza,
no importa; si tiene discernimiento no importa; lo que importa es que se someta
al marido, incluso si este patina.
«M: Bueno, en algunas cosas sí y en otras no.
(Kiko le pregunta al hermano con quien tuvo la pelea)
Kiko: ¿Advertiste que no había resentimiento en ella? Esto lo cree ella,
pero tú en el fondo, ¿notaste que había algo? Sinceramente.
H: Sinceramente pienso que después de la celebración de la Pascua no quedó
nada.
(Pregunta a sus hijas)
Kiko: Dentro de tus posibilidades, porque quizás te confundas por estar
condicionada por la situación familiar, ¿has visto en tu madre en el camino neocatecumenal
un cambio dentro de la comunidad, de modo que digas que se nota que está en la
comunidad o no?
Primera hija: creo que ha cambiado porque antes nos regañaba en todo
momento, discutía con mi padre y ahora discute muchísimo menos.
Kiko: Tú ¿atribuyes esto a la
comunidad?
Primera hija: sí.»
Y así no necesitan a
Dios para nada: se creen que la comunidad les da la vidita.
«Kiko: Siéntate. Otra. Sinceramente,
¿puedes decir que en tu madre has visto un cambio a través de la comunidad?
Segunda hija: sí.
Kiko: ¿En qué hechos concretos?
Segunda hija: Creo que ahora es más libre de lo que dice la gente y de lo
que hacemos nosotras. Ahora es
más libre.»
Tal vez sea que con
tanto tripodeo dedica mucho menos tiempo a las hijas, a lo que hacen o a lo que
otros digan de ellas.
«Kiko: ¿Tú has visto que ella estaba muy apegada a esto antes?
Segunda hija: sí.
Kiko: Puedes sentarte. La otra
hermana. ¿Has
visto un hecho en el que puedes apreciar un principio de conversión en tu
madre?
Tercera hija: Sí. A mí me acepta mucho más.»
Yo lo flipo con estas
madres que no aceptan a sus hijos salvo bajo condiciones de kikotización
severa.
«(Pregunta a la comunidad)
Kiko: De la comunidad, ¿alguien quiere decir algo más? ¿Conocéis algún
hecho positivo o negativo?
C: Yo sé uno que que no sucedió con nadie de la comunidad: una vez estábamos
comiendo algo y, al final, ella comenzó a recoger la habitación. Y la dueña del
local, que había sido criada cuando era niña, dijo que parecía imposible verla
barrer por haberla conocido antes, que si no lo hubiera visto no lo habría
creído. Y vi que aquella señora había visto algo bueno en ella.
Kiko: Esta señora había visto algo bueno. ¿Tú has visto algo bueno alguna
vez? Tú.
C: Muchas cosas, sí. Sabiendo que está muy orgullosa y ha sido muy mimada
en su infancia, la veo ahora a disposición de los demás y creo que es un
cambio.
Kiko: Puedes sentarte Veamos un poco; a mí me parece que el ídolo más
grande que tienes, te digo sinceramente lo que pienso, eres tú misma. Esto que
dijiste que no aceptas ser mujer es muy importante. Y la soledad, esta
característica que tienes de soledad, es que en el fondo quieres ser
independiente, tal vez. Si no, no pensarías mucho en estas cosas. Te gusta ser
independiente y mandar, conducir todo tú misma.
Y: Sí, sí, de acuerdo.
Kiko: ¿Estás de acuerdo? Entonces
fácilmente puedes buscarte a ti misma en ser itinerante, buscándote en todo,
porque
encuentras una forma de independencia, de feminismo, porque nunca has soportado
que se te ponga debajo y has tenido que soportar y vivir con tu marido. Y
puedes usar esto como un medio para ser tú, para autoafirmarte, en definitiva. Es
decir, para escapar de la actitud del Siervo que en el fondo nunca en tu vida
has aceptado, y si la tienes que aceptar es por la condición española de la
mujer, que es verdaderamente catastrófica. Bueno,
todo esto está muy bien, pero aquí lo importante es que Jesucristo aparezca en
tu vida, porque en la nueva condición humana no hay ni hombre ni mujer, ni
griegos ni escitas, ni esclavos ni libres; hay una criatura nueva. ¿Quieres entrar al
catecumenado?
Y: Sí.
Kiko: El Señor está a punto de hacer una alianza contigo. ¿Estás
dispuesta a dar un signo de renuncia a los ídolos? También al camino como ídolo. Es decir, ¿estás dispuesta
a dejar la itinerancia? Y que tu marido se ponga a
trabajar. Dejarte guiar en
casa.
Y: Sí, totalmente.
Kiko: ¿Verdaderamente? ¿Te
interesa el camino?
Y: Sí, sí, quiero hacer lo que tú digas.
Kiko: Entonces piensa en un signo en dinero que exprese que aceptas que el
Señor te conduzca donde Él quiera, sin que tú instrumentalices el camino para
afirmarte en el fondo a ti misma. Puedes
sentarte.»