ANEXO
III
ABC Electrónico, 2.Sociedad, Domingo, 14 de abril de
1996
Los
neocatecumenales extienden su camino por el mundo
Madrid. S. R.
El Camino
Neocatecumenal es una de las realidades apostólicas más fértiles de la Iglesia.
Desde que se puso en marcha, de la mano de Kiko Argüello y Carmen Hernández, en
el barrio de chabolas de las Palomeras madrileñas, se ha extendido por todo el
mundo con una rapidez que sólo la asistencia del Espíritu puede explicar. Así
lo ha reconocido la Iglesia, con una carta de Juan Pablo II llena de elogios
para esta experiencia. Así se pone también de manifiesto en el creciente y
espectacular número de vocaciones sacerdotales que nacen continuamente en su
seno.
El Camino
Neocatecumenal se inició en Madrid, en 1964, entre los chabolistas de Palomeras
altas. Allí Kiko Argüello y Carmen Hernández fueron llamados por el Señor a
vivir su cristianismo en medio de los pobres, compartiendo existencialemente la
vida de aquellos que, en su miseria, soportan las consecuencias del pecado en
nuestra sociedad. Se encontraron pues requeridos por las mismas personas con
las cuales vivían a anunciar la buena noticia de nuestro Salvador Jesucristo.
Esta
palabra, que nacía débil y balbuciente por la dificultad que comporta anunciar
el Evangelio a gente sin cultura ni educación de ningún tipo, comenzó a
concretarse en una síntesis catequética: un «kerigma» potente que, en la medida
en que descendía sobre los pobres, realizaba el nacimiento de una realidad nueva:
la «koinonía».
El entonces
arzobispo de Madrid, monseñor Casimiro Morcillo, dió un gran impulso a la
experiencia que se difundió rápidamente por las parroquias de Madrid y de otras
ciudades de España. Ahora, más de treinta años después, se encuentra también
profusamente extendida por el resto del mundo.
Kiko
Argüello dice que necesitamos redescubrir en nuestra época una fe radical
porque el mundo está sordo y necesita una palabra que indique el sentido de la
vida. Nosotros tenemos la palabra del Evangelio que es la luz del mundo.
Las tres
etapas fundamentales de la vida cristiana se corresponden con las tres fases de
formación que comprende actualmente el Camino Neocatecumenal: humildad
(precatecumena-do); simplicidad (catecumenado posbautismal) y alabanza (elección
y renovación de las promesas bautismales).
La primera
finalidad del neocatecumenado o iniciación a la fe es la formación de la
comunidad y esta nace en la parroquia.
«La mayor
parte de los cristianos tradicionales -dice el «Camino Neocatecumenal»- viven
hoy su fe en una dimensión infantil, como lo demuestra el divorcio evidente
entre religión y vida. Por eso es absolutamente necesario un proceso serio de
conversión que se realice en la vida diaria».
Mediante el
amor y la unidad de estas comunidades toda la parroquia es llamada a la
conversión. De esta forma ha comenzado a aparecer una nueva estructura
parroquial, que sin destruir la ya existente, va haciendo conscientes a todos
los hermanos de la necesidad absoluta, hoy, de profundizar en la fe.
La primera
fase del Camino es el «Kerigma», anuncio de la salvación. Las catequesis se
basan en el trípode: Palabra, Liturgia, Comunidad.
Una vez que
se ha formado la comunidad comienza la segunda fase: el precatecumenado. Este
es un período de «Kenosis» en el cual las personas verifican su fe caminando
junto a otras personas. El catecumenado se desarrolla en dos períodos, durante
el primero la comunidad, perseverando en la palabra, en la Eucaristía y en la
comunión fraterna experimenta la potencia de Cristo que lleva a los catecúmenos
a poner a Dios en el centro de la propia vida.
Casi un año
después los catequistas vuelven para preparar el escrutinio del paso definitivo
al catecumenado de modo que el primer escrutinio es como una puerta que se abre
y que se cierra en el segundo. Después los catecúmenos son iniciados por los
catequistas en una oración individual y cotidiana con los salmos.
Luego,
mediante la «tradicio» y la «redditio symboli» descubren que el bautismo que un
día les confirió la Iglesia los ha enviado, dando testimonio de su fe en el
ambiente de trabajo, en la familia y sobre todo, trabajando en la parroquia en
un apostolado específico como es el anuncio del Evangelio, de dos en dos por
las casas del barrio; en la catequesis parroquial etc.
En ese
momento del Camino las personas se hacen responsables de transmitir la fe a sus
hijos y por eso se hacen tres tipos de reuniones: una en familia con la
participación de los hijos, otra en comunidad y otra de toda la comunidad de la
parroquia en las grandes fiestas como en la Vigilia Pascual.
La tercera
fase es la elección y la renovación de las promesas bautismales.
La familia
de Nazaret es la imagen de las comunidades neocatecumenales. La comunidad en la
cual Cristo se hace visible vive en humildad, simplicidad y alabanza como la
Sagrada Familia de Nazaret, consciente de tener un objetivo: dar tiempo para
que Cristo nazca en ella para cumplir la misión confiada por Dios, la de siervo
de Yavé que redime al mundo.
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ANEXO
IV
1. Sociedad___Lunes, 29 de abril de 1996
Juan
Pablo II ordenó ayer 38 sacerdotes, 17 de los cuales son neocatecumenales
Roma. Pedro Corral.
Juan Pablo II ordenó ayer a 38 nuevos sacerdotes en
una ceremonia celebrada en la basílica de San Pedro con motivo del Día Mundial
de Oración por las Vocaciones. A los nuevos presbíteros, 17 de los cuales
pertenecen al Camino Neocatecumenal, el Papa les recordó su propia experiencia
como sacerdote, en el año de su cincuenta aniversario como tal.
De los 38 nuevos sacerdotes ordenados ayer por el
Papa, 17 son alumnos del Seminario «Redemptoris Mater» de Roma, del Camino
Neocatecumenal, iniciado por los españoles Kiko y Carmen. El Camino posee una
veintena de Seminarios semejantes distribuidos por todo el mundo, uno de los
cuales está en Madrid.
Después de la celebración el Pontífice presidió el
rezo del ángelus. Su Santidad se refirió a las pruebas de la Resurrección del
Señor, a la que aludió como un hecho «históricamente sólido» y «absolutamente
creíble», en contra de las recientes polémicas pseudocientíficas que la ponen
en duda. El Papa aseguró que la «experiencia determinante» de la Resurrección
fueron las posteriores apariciones de Cristo. Acerca de los testimonios de los
hombres y mujeres que vieron a Cristo resucitado, Juan Pablo II dijo que «nada
hace pensar que fuesen presa de una exaltación mística o de una alucinación
colectiva».
También se refirió a las dificultades que en Italia
atraviesa la escuela católica y pidió apoyo para ella a las familias y al
Gobierno.
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