VIERNES - LUCERNARIO
«Se inicia con una monición ambiental en la que hay que explicar el significado de la liturgia de la luz, explicando sobre todo el simbolismo: las tinieblas, símbolo de nuestra situación de pecado y de muerte, y la luz símbolo de Jesucristo Resucitado. Esta luz ilumina nuestra realidad y hace que podamos vernos.
En lucernarios kikos, los catecúmenos no reciben luz |
A
continuación, se apagan todas las luces (debe de asegurarse que no queda resto
alguno de luz, incluso muy lejos, para que el signo sea pleno). Se está algunos
momentos en la oscuridad, sin prisa, hasta que el Presidente, revestido con
alba y estola, entra llevando un gran cirio encendido que pone sobre el candelabro
preparado en medio de la asamblea. El Presidente dice en voz alta: "¡CRISTO
NUESTRA LUZ Y NUESTRA SALVACIÓN!" y todo el mundo canta "ALELUYA";
esto se hace por tres veces, entonces en pie en el sitio se hace el canto en su
totalidad. Terminado el canto (no antes) se encienden todas las luces. Después
del saludo del Presidente se canta la invocación al Espíritu Santo.
Luego
se hace una monición a la lectura que es: 1 Juan 1; 2, 1 -11; 3, 13 - 24.
Terminada
la lectura se hace una introducción al canto actualizando la Palabra de Dios
que se ha escuchado proclamada y se hace un canto (por ejemplo "Resucitó"
o "Pentecostés").
A
continuación, el Presidente, si no es demasiado tarde, invita a rezar, si no
hace una oración por todos, introduciendo el Padre Nuestro. Se termina con la
Bendición. No hay abrazo de la paz.
Antes
de disolver la asamblea se debe explicar por qué vamos a ir a la cama en
silencio. El silencio tiene gran importancia como signo de que estamos a la escucha
del Señor, que está pasando en esta convivencia.
MONICIÓN
AMBIENTAL
Venimos a esta convivencia convocados por
Jesucristo: Él es quien nos ha llamado a las catequesis, quien
nos ha acompañado en estos dos meses y quien nos ha traído hasta aquí porque
quiere hacerse presente.
Te
invitamos a dejar fuera de la puerta de esta casa la preocupación por la
familia, por el trabajo, el pensamiento de lo que era ayer o lo que será
mañana. El pasado ya no está y el mañana no es nuestro, ninguno sabemos si vamos
a estar vivos mañana. En el cristianismo existe sólo el hoy. Por eso os
invitamos a vivir este hoy
que el Señor quiere darnos y en el que Él pasará».
Aquí hay trampa: para los catecúmenos sólo
existe el hoy y Él pasará en el futuro, que no existe para los convocados.
«Vosotros nunca habéis hecho una convivencia, no conocéis la maravilla de la comunión que Dios quiere hacer nacer entre nosotros, no sabéis con cuanto poder el Señor pasara para abrir para nosotros un camino. Nuestra experiencia es que no saldrás de aquí como entraste. Benefíciate de este paso de Jesús, como los dos ciegos de Jericó, alzando los ojos hacia Aquel que puede sanar vuestra ceguera.
Iniciaremos
nuestra convivencia con un lucernario.
Es
una liturgia antiquísima de la Iglesia: en este camino Dios nos hará
redescubrir los signos litúrgicos. Esta noche comenzaremos con dos signos muy sencillos
y fuertes: la luz y la tiniebla.
Dentro
de poco se apagará la luz y permaneceremos unos minutos en la oscuridad. La tiniebla
es el símbolo de nuestra ceguera, del pecado en el que todos nos encontramos.
No creáis que se trata de teatro; la tiniebla expresa una realidad que está
dentro de nosotros. Es verdad que existe la tiniebla como es cierto que existe
la envidia, el odio, el adulterio, el egoísmo, la muerte. La tiniebla aquí hace
presente algo que sucede todos los días en nuestra vida. En la oscuridad estás solo,
sin poder ver la gente que está a tu lado, sintiendo sólo tu aliento. Estás en
la profunda oscuridad de tu ser, incapaz de amar a otro que no sea a ti mismo.
Pero en la profunda oscuridad de esta estancia hete aquí que aparece una luz, símbolo
de Jesucristo. Y cuando esta luz sea elevada, romperá la tiniebla. Y podréis
empezar a ver que no estáis solos, que hay hermanos junto a ti, que hay una vía
para salir de tu vida y de las vidas de todos los hombres. Yo os invito,
hermanos, a reconocer con valor vuestra ceguera. Es cierto que esta luz que empieza
a entrar en vuestra vida viene a revelar la tiniebla que hay en vosotros; pero
es cierto que este Jesús que nosotros hemos crucificado, viene en medio de
nosotros, resucitado, a liberarnos de la esclavitud de la oscuridad y del
pecado y comenzar a hacer nacer entre nosotros la comunión, el amor, la
koinonia. Esta convivencia es un momento privilegiado de comunión, y estará
centrado en la Eucaristía. Toda la jornada de mañana se dedicará a la
Eucaristía. Vamos a trabajar con un cuestionario, escucharemos una catequesis que
os sorprenderá y finalmente celebraremos juntos nuestra primera Eucaristía.
Él no ha hecho silencio nunca |
Pero
esta noche, hermanos, Dios nos llama a conversión y nos invita a hacer el
silencio en nosotros para esperar su paso. Después de este lucernario iremos a
la cama en silencio y permaneceremos callados hasta las Laudes de mañana por la
mañana.
El
silencio es difícil, estamos llenos de ruidos por dentro que nos impiden
escuchar la voz de Dios. El silencio nos ayudará. Os invito a respetar este
silencio, por vosotros mismos y por caridad hacia vuestros hermanos que lo necesitan.
Estad vigilantes, no hemos venido a esta convivencia a dormir, a descansar o a tomar
unas vacaciones. Yo estoy, como tú, esperando el paso del Señor. Estate alerta,
porque no sabes cuándo va a pasar. Tal vez en este lucernario, como ocurrió en
Japón, donde un hombre, ni siquiera bautizado, rememoró en los pocos minutos en
oscuridad toda su vida, y descubrió la necesidad de encontrarse con este Jesús
de Nazaret resucitado de entre los muertos; o tal vez mañana, tal vez en una
palabra del catequista, o en una oración, en la Eucaristía, o tal vez cuando la
convivencia esté acabando y tú te prepararas para volver a tu casa
decepcionado. Pero yo os
aseguro, hermanos que el Señor, para cada uno de nosotros, pasará para sanarnos
de nuestras enfermedades y para hacernos el regalo de poder seguirlo en un camino
de vida. San Juan Crisóstomo dice que el pecado es como una piedra atada
a nuestro cuello y que nos obliga a estar entregados a nosotros mismos. El
Señor Jesús viene a quitar esta piedra y darnos el don de la conversión, que es
alzar nuestra cabeza para mirarlo a Él.
Entonces,
hermanos, nos ponemos en pie y comenzamos esta convivencia con el lucernario.
(Se
apagan las luces y se hace la oscuridad absoluta durante dos o tres minutos
después de eso, entra el presidente entonando por tres veces "Cristo
nuestra luz y nuestra salvación"; todos responde las tres veces "Aleluya")».