Los kikos, que son muy amigos de los chismes, dicen invariablemente que Juan Pablo I los apoyó muchisisisisisisisisísimo en su etapa de cardenal y obispo de Venecia y que si no hizo más por ellos durante su pontificado fue por falta de tiempo, no de ganas.
Por suerte para la verdad, la causa abierta de beatificación de Juan Pablo I tiene como consecuencia directa el hacer pública su biografía. Una biografía mucho más concienzuda que unas simples notas biográficas de categoría cuestionable.
Lo siguiente está tomado de un estudioso de la vida del Papa Juan Pablo I:
«En octubre de 1974, el cardenal Luciani informa a los obispos vénetos sobre el movimiento de los neocatecumenales, destacando la perplejidad que se había manifestado en la Conferencia Episcopal Italiana. El cardenal Poletti había indicado “dudas sobre algunos aspectos litúrgicos y pastorales”. Para Luciani “es un fenómeno que hay que controlar mucho”, en la línea de las preocupaciones manifestadas por Pablo VI en su discurso al Sínodo y en otro discurso de mayo de 1974».
Vaya. No parece un apoyo arrollador. Todo lo contrario, parece indicar que se vigile al CN como a un molesto resfriado, no sea que dé lugar a algo peor.
En contraste, el mismo cardenal Luciani publicó un artículo de cuatro páginas en Il Gazzettino de Venecia, el 25 de julio de 1978, en el que se alaba la espiritualidad laical del Opus Dei.
«En abril de 1976 Luciani es consultado por la Congregación para la Doctrina de
la Fe sobre los neocatecumenales, de los que “existen valoraciones discordes”. Se
le pide que informe sobre el movimiento en Venecia y envíe una opinión
articulada. Luciani responde el 8 de mayo. En Venecia, en noviembre de 1971,
comienza una primera comunidad en la parroquia de Santa María Formosa;
“Requerido más tarde que aprobara la ‘comunidad’ di una aprobación verbal ad
experimentum”.
“De esta primera comunidad surgieron otras en Venecia y en Mestre. Requerido el
permiso por el párroco, siempre
manifesté perplejidad, invitando a reflexionar bien antes de comenzar;
quien insistió en querer probar tuvo un permiso ad experimentum. Algún párroco
comenzó, luego desistió, decepcionado. Hoy una o más ‘comunidades’ hay en siete
parroquias de la diócesis veneciana”.
“Confieso que aún no he entendido bien qué es lo que pretenden y quieren los
promotores. Los párrocos que tienen aquí ‘comunidades’, en general, son
personas serias y se dicen contentos de algún buen fruto que encuentran. Sobre
ellos causa buena impresión que el Papa haya dirigido el 8-5-1974 un breve
saludo a un grupo de neocatecumenales presentes en una audiencia general. Las
palabras del Papa –reproducidas también en L’Osservatore Romano- son, con
exageración, propagadas como un reconocimiento explícito. Un decreto de
7-2-1976 del cardenal Tarancón, fotocopiado y mostrado, les sirve también de apoyo”.
¡Ah, los neocatecumenales
siempre tan amigos de la exageración y las aprobaciones imaginarias!
Luciani formula las siguientes perplejidades:
a) “Algunos de los
neocatecumenales me parecen un poco fanáticos: sienten tener el ‘Espíritu’:
quien, invitado, rehúsa asociarse a ellos, ¡resiste al Espíritu! Muchos
otros, en cambio, son equilibrados: en mi opinión, es demasiado escasa la preparación para llamarse
‘misioneros’ y predicar”.
b) “En algún lugar se
toman ‘libertades’ en liturgia: la ‘paz’ (gran abrazo y besos también entre
hombres y jóvenes señoritas y monjas) se da y se recibe antes del ofertorio;
nada de ‘Credo’ porque son catecúmenos; nada de formas, sino un solo gran pan
común consagrado, después partido y distribuido (¡los fragmentos!); “Cristo ha
resucitado”, gran slogan y se supone que, ‘anunciado’ y aceptado esto, el resto
no tiene mucha importancia; plegarias improvisadas con algunas ingenuidades (un
cura: ‘gracias, Señor, esta tarde he descubierto finalmente lo que es la
Iglesia’)”.
c) “No el domingo, sino la noche entre sábado y domingo sería recordada la
Resurrección. Algún párroco se declara agotado: ¡velar gran parte de la noche
con el grupo neocatecumenal y después presidir todas las liturgias dominicales
de la parroquia!”.
d) “Los ‘catequistas’ o
‘misioneros’ son enviados a las parroquias, que lo piden, por la ‘comunidad’: el
obispo no controla si tienen la preparación necesaria ni es consultado.
En algún caso ha sucedido que se trataba de personas bien intencionadas, llenas
de espíritu de sacrificio, pero que de buena fe enseñaban cosas no ciertas o sólo
algunos puntos de la doctrina cristiana”.
e) “Me parece un poco
artificial y pesada la estructuración: precatecumenado de dos años, primer
escrutinio y paso provisional al catecumenado; segundo escrutinio y paso definitivo
al catecumenado; elección y renovación de las promesas bautismales y entrada en
la Iglesia. Todo esto es llamado camino eclesial, hacer experiencia del ser
Iglesia. Induce, como
tentación sutil, que quien no hace este camino es Iglesia de serie B”.
El toque de atención que Pablo VI hizo a los neocatecumenales en mayo de 1974 se refería al compromiso moral (“impegno morale”). En cuanto al decreto de apoyo del cardenal Tarancón de febrero de 1976, un vicario suyo (Antonio Bravo Tisner) podría explicar las circunstancias. El cardenal Fernando Sebastián en su libro “Memorias con esperanza” recoge “algunas dificultades que irritaban bastante a los sacerdotes” y, al parecer, también al obispo: “Los responsables de las Comunidades cuidaban de mantener unas relaciones amables con el obispo y con los párrocos respectivos, pero quienes dirigían de verdad la vida de las Comunidades eran los catequistas que formaban una especie de jerarquía propia, encabezada por Kiko Argüello”, “mis relaciones con ellos no fueron a mejor sino a peor. Hubo dos cosas que bloquearon estas relaciones. Ocurrió que por fuerza de las situaciones y de las limitaciones que uno tiene que soportar tuve que enviar como párroco a una parroquia donde había varias comunidades a un sacerdote poco amigo de los neocatecumenales y poco dispuesto a atenderles en sus demandas especiales”, “lo interpretaron como una falta de aprecio por mi parte”.
“Un segundo desencuentro con ellos se produjo cuando los catequistas regionales me pidieron permiso para celebrar una misión en Tudela”, “a mí me pareció que una misión, con el estilo neocatecumenal, no era lo apropiado en aquellos momentos para la ciudad”, “el caso es que sus dirigentes llevaron muy a mal mi negativa”, “el propio Kiko, en Roma, en plena plaza de San Pedro, me dijo muy solemnemente: Nos has decepcionado. A mí aquello me sentó muy mal. Me pareció que clasificaban a los obispos en buenos y malos según el grado de obediencia a sus sugerencias. Me volví hacia la ventana por donde se asoma el Papa para rezar el Ángelus y le dije: Kiko, no te pases, el único a quien debo dar cuentas es al Señor y al que está en esa ventana. Después de aquello pasaron muchos años sin tener ningún contacto”».
¡Qué cosas! Parece que el
cardenal Tarancón y sus colaboradores tampoco se derretían con ellos, como
tratan de hacer creer algunos neocatecumenales. ¿Habrá alguna verdad en las
historietas que cuenta el sensible?
Entonces ¿algunos
neocatecumenales parecen un poco fanáticos?, ¿tienen los catequistas la
preparación necesaria?, ¿está fundamentado el toque de atención sobre el
compromiso moral?, ¿parece un poco artificial y pesada la estructuración del
catecumenado? En realidad, el catecumenado así estructurado no ha existido
nunca y necesita una revisión. Además, las comunidades de Kiko son grupos cerrados.
Como vemos en los Hechos, la primera comunidad cristiana queda abierta a la incorporación
de nuevos miembros: “El Señor agregaba cada día a la comunidad a los que se
habían de salvar” (Hc 2, 47).
Hay que revisar.
En el diario de Kiko Argüello se presentan como “palabras de la Santa Virgen María” dirigidas a él las siguientes: “Hay que hacer comunidades cristianas como la Sagrada Familia de Nazaret, que vivan en humildad, sencillez y alabanza; el otro es Cristo”. En realidad, la familia de Jesús puede ser modelo de familia, pero no de comunidad. El modelo de comunidad hay que buscarlo en la comunidad de discípulos y en las primeras comunidades cristianas».