jueves, 19 de septiembre de 2024

"Según nuestra Ley debe morir"

 

Comentaba en la entrada precedente, que el CNC no tiene ninguna explicación para el hecho concreto de la desaparición de los profetas de la historia de la salvación cinco siglos antes de la llegada del Mesías.

Para mí que la razón es tan simple como que después de Esdrash y Nehemías nadie más se tomó la molestia de reunir, limpiar, pulir y conservar los escritos inspirados por lo que, si los hubo, se perdieron para siempre.

Es decir, si hubo profetas en esos siglos de aparente silencio de Dios, y no hay que olvidar que Dios acordó con los judíos que no les dejaría solos y que les enviaría profetas que hablasen en Su Nombre, es posible que dichos profetas no dejasen nada por escrito, pero también es posible que sí escribiesen y que sus escritos no fuesen apreciados ni por los jefes ni por los sacerdotes del momento. Y de esta forma lo que hubiera de ellos cayó en el olvido hasta perderse para siempre.

Parece bastante seguro que San Juan Bautista no escribió. Y tampoco sus discípulos.

Sus contemporáneos judíos, con más discernimiento que los sacerdotes, le reconocieron como profeta. Igual que muchos tomaron a Jesús por un profeta. Pero el final que tuvieron ambos les llevó a renegar de ellos.

Hay que reconocer que pese a todos los profetas que le precedieron y pese a todos los escritos (letra muerta dice el kikismo) que hablaban sobre Él, sobre su linaje, su ciudad, sus padecimientos y demás, el pueblo judío no estaba ni medianamente preparado para el acontecimiento de la llegada del Mesías.

Para ellos, y llevaban muchos siglos de espera y debían conocerse las profecías al dedillo, era no solo impensable, sino escandaloso y aberrante la idea de que el Mesías no fuese nada más que un hombre, como Moisés.

Ninguna profecía les preparó para asumir a un Mesías que además de hombre era hijo de Dios y Dios mismo.

Por eso, ante la evidencia de que hacía milagros, pensaban que los obraba por el poder de Satanás, porque le habían oído blasfemar al tenerse por Hijo de Dios, y un blasfemo no podía obrar milagros que vinieran de Dios.

El Jesús histórico no gustaba a los judíos ilustrados y cumplidores de su época: no respetaba el sábado y pretendía ser señor del sábado, no se cuidaba de contactos impuros y declaraba que nada que viniese de fuera hacía impuro al hombre, sino lo que le surgía de dentro, se juntaba con pecadores públicos, iba a sus casas, comía con ellos, sus seguidores eran de la clase social más baja… Con tal comportamiento, los mejores conocedores de la ley de aquel entonces le tenían por un perturbado peligroso, un loco cuya locura contagiaba a otros lo bastante necios e ignorantes para dejarse seducir por una quimera.

No deja de ser irónico. O terrible.

El demonio sacó provecho del apabullante conocimiento que la clase sacerdotal, los fariseos, los saduceos, los levitas y demás grupitos sectarios de entonces (en esa época había unas cuantas sectas entre los judíos, no había una religión unificada) tenía sobre la Escritura (letra muerta, según el kikismo), para convencerles de que Jesús era un blasfemo.

Y como eran gente que se tomaba muy en serio la pureza, la defensa de su fe y el honor de Dios, lo condenaron a muerte.

Y este hecho concreto es, de nuevo, algo para lo que ninguno de ellos, ni entre los que lo condenaron ni entre sus seguidores, estaba preparado. Es decir, ninguna profecía les había preparado para asumir que el Mesías fuese muerto. Y mucho menos por sus propios compatriotas.

Estaba profetizado que sufriría mucho, pero todos ellos esperaban con fe que el Mesías triunfaría.

Por tanto, si moría, es que no era el Mesías, sino un farsante, como sostenían los sabios y entendidos del lugar.

Y como era gente piísima, implicada y rigurosa, allí estuvieron algunos de ellos, al pie de la cruz, igual que María y Juan, no fuera a ser que Dios le rescatase en el último momento. Porque tenían clarísimo que Dios no dejaría morir a su Mesías.

Pero murió. Con lo que quedó demostrado que en vida fue un farsante, que su Padre no era Dios, que no era Hijo de Dios y que mucho menos era uno con Dios.

Los judíos, precisamente por su celo y su deseo de ser agradables a su Dios, aplicaron su ley a rajatabla, la ley que habían recibido de Dios, la ley que les ordenaba que el blasfemo fuese eliminado, o sea, ajusticiado, que viene de justicia.

Y mataron al Mesías.

Porque las profecías que tan bien conocían no fueron suficientes para que entendieran lo que estaba delante de sus narices.

Por ello se me ocurre que quizá estaba en los planes de Dios, para que el demonio tampoco entendiese la misión del Mesías, ocultar la naturaleza de éste.

 

1 comentario:

  1. Sobre los nuevos falsos profetas corre una noticia que el Padre Pío de Pietrelcina menciona a los dos inventores de cierto grupo pseudocatolico que no quiero mencionar

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