jueves, 25 de mayo de 2017

Falacia neocatecumenal del guía de la caravana




Entre las falacias fabuladas de ayer y hoy del Camino Neocatecumenal, no podía quedar en el olvido la del guía de la caravana a Oregón, que citada textualmente es como sigue:
"Cuando se habla de la "guía", aquí hay una nota sobre lo que os decía antes. Porque aquí ha habido un problema: ¿Quién manda en el camino? ¿El párroco o los catequistas? Y hemos tenido que decir que es necesario entender bien esto porque como hay un clericalismo tremendo en muchas partes, algunos querrían que el camino fuese dirigido por los curas. Nosotros hemos puesto este ejemplo al Pontificio Consejo para los Laicos: las caravanas que llegaban a Oregón y que tenían que atravesar las Montañas Rocosas, el jefe de la caravana de acuerdo con todas las familias contrataba un "guía", que era el que se conocía todos los pasos para atravesar las montañas. El jefe de la caravana no los conocía. Ese guía decía como había que proceder. También nosotros. El responsable de la parroquia es el párroco, pero el guía del camino, el que sabe como es el primer escrutinio, el segundo escrutinio es el catequista, el guía. No hay ningún problema de competencia, de autoridad, ni de nada.
Este Estatuto es un milagro en ese sentido, un milagro enorme."
(tostonazo de inicio de curso 2008-2009).
A continuación, me propongo desmenuzar poco a poco ese “milagro enorme”, para ver en qué queda.
Para empezar, la nota que menciona Kiko al comienzo del párrafo se refiere a una nota aclaratoria sobre el artículo 2 del estatuto más aprobado de todo el universo y sus alrededores, artículo que expone lo siguiente:
Art. 2
[Realización del Camino Neocatecumenal]
De conformidad con el deseo del Papa Juan Pablo II: «Deseo vivamente que los Hermanos en el Episcopado valoricen y ayuden –junto con sus Presbíteros– esta obra para la nueva evangelización, para que se realice según las líneas propuestas por los iniciadores, en espíritu de servicio al Ordinario del lugar y de comunión con él, y en el contexto de la unidad de la Iglesia particular con la Iglesia universal», el Camino Neocatecumenal se realiza en la diócesis:
1°. bajo la jurisdicción, la dirección del Obispo diocesano y con la asistencia, la guía del Equipo Responsable internacional del Camino, o del Equipo responsable delegado, de que se trata en el art 3 # 3, 7º;
2º. según «las líneas propuestas por los iniciadores», contenidas en el presente Estatuto y en las Orientaciones a los equipos de catequistas”.

Y la nota pegada a la palabra “guía” aclara lo siguiente: Con las palabras “dirección” y “guía” se indican dos funciones distintas: con el término “dirección” se indica la jurisdicción propia de los ministros ordenados; con el término “guía” se indica el conocimiento técnico del Camino según las líneas propuestas por los iniciadores.

Es decir “como hay un clericalismo tremendo en muchas partes, algunos”, entre ellos el santo Juan Pablo II, “querrían que el camino fuese dirigido por los curas, y para asegurarse de que así fuese el artículo 2 deja la dirección del CNC en manos del obispo diocesano y de nadie más, pues se aclara que la guía que se concede al equipo responsable internacional del CNC es puramente para cuestiones técnicas sobre el cómo, en ningún caso sobre el qué, que compete exclusivamente al obispo. Es decir, el guía puede ser consultado a la hora de decidir si la forma de la asamblea ha de ser circular o cuadrada, pero quien tiene potestad para dirigir la marcha de la comunidad “en espíritu de servicio al Ordinario del lugar y de comunión con él, y en el contexto de la unidad de la Iglesia” es únicamente el obispo.
Pero hago notar que además hay una trampa en el falaz mensaje que Kiko transmite a sus sufridos oyentes. Dice casi al final del párrafo: “El responsable de la parroquia es el párroco, pero el guía del camino, el que sabe como es el primer escrutinio, el segundo escrutinio, es el catequista, el guía.
Volviendo a la letra del aprobadísimo estatuto, se puede constatar que la encomienda de la asistencia y guía al obispo (que es quien ha recibido el encargo de dirigir el CNC y, por tanto, de mandar en el CNC, que es de lo que se trata), la recibe únicamente el Equipo Responsable internacional del Camino, o el Equipo responsable delegado; el kikotista de parroquia (mal llamado catequista, pues no lo es) no tiene ningún papel, ningún cometido, ninguna guía encomendada en el artículo 2 del estatuto más aprobado por toda la eternidad sideral, salvo que el art 3 # 3, 7º al que se hace mención establezca algo al respecto.
Para salir de dudas, conviene consultar por entero dicho artículo 3 del estatuto aprobadísimo por cuantos Papas ha dado este mundo:
Art. 3
[Competencias del Equipo Responsable internacional del Camino]
Compete al Equipo Responsable internacional del Camino, de que se trata en el Título VI:
1°. poner a disposición de los Obispos diocesanos los bienes espirituales de que se trata en el art. 1 # 3;
2°. guiar la realización del Camino Neocatecumenal y garantizar la autenticidad de la misma;
3°. ejercer las competencias que le son propias, indicadas en el presente Estatuto;
4°. proceder a las consultas que se consideren oportunas;
5°. mantener regulares relaciones con los Obispos diocesanos;
6°. mantener regulares relaciones con el Pontificio Consejo para los Laicos, dicasterio al que el Santo Padre ha confiado el encargo de acompañar el Camino Neocatecumenal, como también con los demás dicasterios de la Santa Sede en el ámbito de sus respectivas competencias, informando de ello al Pontificio Consejo para los Laicos;
7º. nombrar, según las modalidades previstas en el art. 31 # 2, Equipos responsables nacionales – así como, si es necesario, Equipos regionales y diocesanos – delegándoles, en sus respectivos ámbitos, las competencias mencionadas en los precedentes puntos 2º, 3º, 4º y 5º. Tales Equipos ejercen dichas competencias hasta que el Equipo Responsable internacional considere oportuno substituirlos o modificarlos.
Pues va a ser que no, que el art 3 # 3, 7º contempla la posibilidad de que el Equipo Internacional del CNC haya cogido un jet privado y, por tanto, no esté disponible, en cuyo caso, el director del Camino puede recurrir al equipo responsable nacional o, si existe, al equipo regional o diocesano, en ningún la cadena de delegaciones llega al kikotista de la parroquia, como falsamente cuenta Kiko en su mitin y mucho menos a la hora de decidir si el que manda es el obispo, el párroco o el kikotista, pues el estatuto más aprobado de toda la creación, deja claro que la dirección sólo compete al obispo, que en cada parroquia delega en un párroco, por cierto.
Pero para que no quede sombra de duda, conviene leer también lo que se dice en el art. 31 # 2:
Art. 31
[Catequistas itinerantes]
# 2. En convivencias ad hoc el Equipo Responsable internacional del Camino constituye equipos de catequistas itinerantes – formados normalmente por un presbítero, un matrimonio y un célibe, o un presbítero, un célibe y una célibe –, para ser enviados a diócesis lejanas a iniciar y guiar la realización del Camino Neocatecumenal.

Eso es todo, no hay nada más en el art. 31 # 2 del estatuto aprobadísimo. Por tanto, ningún artículo del estatuto más aprobado de todos los tiempos da autoridad ni al kikotista, ni a itinerantes, ni a equipos regionales, diocesanos, nacionales o al equipo internacional sobre ninguna comunidad, menos aún sobre las parroquias que ocupan esas comunidades.

Quien diga otra cosa, miente. Y con el estatuto aprobadísimo se le puede demostrar.

martes, 23 de mayo de 2017

La providencia no ayuda al Camino




Va a ser que la providencia, que es cosa de Dios, no se presta a beneficiar al sensibilísimo y humildísimo responsable internacional y supremo del Camino, lo que ha llevado a éste a retratarse, pidiendo a todo “kiske”, digo, quisque, que le den de lo que tengan y aún de lo que no tengan, como siempre con la consabida cantinela del “ciento-por-uno” para el que dé.
Para quien tenga ojos para ver y oídos para oír no debería ser muy costoso, nunca mejor dicho, darse cuenta de que en el CNC lo de fiarse de Dios y de su providencia invariablemente es requisito obligatorio es para los demás, no para quien jamás ha dado menos de 50 euros a un pobre o para quien intentaba gorronear mil pesetas para un taxi que le llevase a la barraca de Palomeras (que no de Manoteras).
Porque para alguno su dios es el dinero. Y no hay nada más importante que gastar el de los demás en hechos concretos que nada tienen que ver con Dios ni con la evangelización, pero sí con una inmensa egolatría.





Con lo fácil  que sería, dada la abundancia de Redemptoris Mater casi vacíos que hay disponibles, hacer esas reuniones tan prescindibles en alguno de los RM más amplios y buscar alojamiento en los hostales y pensiones de los alrededores; de esta forma, aunque Dios y su providencia no hagan acto de presencia, la deuda sería mucho menor y no habría que arañar los ya de por sí esquilmados bolsillos de los atribulados caminantes.
Pero la egolatría que se profesa a sí mismo el pintor de mamarrachos hace que no pueda soportar la idea de mantener reuniones en un salón que no esté “akondicionado” según los “kánones” neo-estétikos. Así que ni se plantea que los jolgorios esos en los que ni está Dios ni se le espera no sean en su casita de campo italiana cerca del mar.
Y por otra parte esas penurias y esas deudas que van dejando por todos lados (cuando no cuentan con políticos amigos favorables a que los gastos los paguen los sufridos contribuyentes) demuestra que los libros inagotables del autor que tanto se quiere a sí mismo deben ser best sellers cósmicos; en otras palabras, que fuera de las comunidades, que cada vez son menos, no los debe comprar ni el gato.
Pero sigamos con la misiva, retomándola por donde estábamos:




































Sí, sí, “milagros impresionantes” por todos lados, pero ni Carmen con su “categoría superior” de santidad hace el milagro de que no dejen deudas ni pufos.
Por cierto, la visión ultra-cosmico-sideral debe ser la que permite que un kikotizado no sólo que vea las intenciones de los demás, sino también calibre la categoría de la santidad.
Ridículo y chabacano; la lástima es la cantidad de gente afectada por tan nefando producto.