miércoles, 14 de diciembre de 2016

Primer escrutinio. Apéndice (VIII)



«No sabían que la familia de Jesús son aquellos que han recibido su misma naturaleza. Los cristianos que escuchan la palabra de Dios y la custodian son los hermanos de Jesús. Hermanos porque tienen la misma naturaleza de Jesús, porque han recibido el mismo Espíritu.
Así son las historietas que cuentan algunos
El escándalo más grande que podáis imaginar, en una época como la de Roma, donde la familia tenía una fuerza inmensa, es que los cristianos rompían los lazos familiares y obedecían íntegramente el Evangelio».
Nueva falsedad. Primero, la persecución a los cristianos nada tuvo que ver con sus lazos familiares o fraternales, sino con la negativa de los mismos a adorar al César como si fuese un dios. Lo que no tiene nada que ver con la película kikótica.
Segundo, eso de que por romper lazos familiares se está obedeciendo íntegramente el Evangelio sólo se le ocurre a quien no ha entendido nada.
«Recordad, por ejemplo, los hechos del martirio de Perpetua y Felicidad, que son dos mártires de la Iglesia relatados en las actas más serias que existen, son auténticas. Eran una joven patricia romana y su esclava, cristianas las dos. La joven patricia era hija de un senador romano; hay una persecución contra los cristianos y imagínate la desgracia de esta familia noble cuya hija desposada se ha hecho cristiana y el marido no. Dicen los hechos que durante el proceso, los senadores que la han condenado la conocen todos desde que era niña, han estado en su casa, era una chiquilla maravillosa, educada, ninguno la quiere condenar, conocen a su padre, también senador, que llora y le muestra a su hijo de seis meses: “¿Cómo puedes odiar a tu hijo? ¿Cómo eres capaz de dejarle sin su madre? No tienes que hacer más que decir que no eres cristiana. En cuanto lo digas se acaba todo, nadie te quiere condenar”.
Odia a su padre, odia a su madre, odia a su hijo. ¡Hasta qué punto le odia! Entendéis la frase, ¿verdad? ¡Qué disgusto está dando a su padre, qué disgusto está dando a su marido, a su hijo!
Felicidad se confesó cristiana y fue condenada junto con su esclava, fueron condenadas a los toros salvajes del circo. En el circo las dos fueron corneadas, pero no murieron, después fueron sacrificadas».
Aquí hay otra metida de pata: la joven patricia no era Felicidad, sino Perpetua.
«¡Qué ignominia! ¡Qué mostruosidad estas sectas heréticas que sugen! ¡Los cristianos! ¡Qué horror! Cuantos jóvenes, cuantas chicas jóvenes entran en un momento en el cristianismo odiando a la propia familia, porque su padre no soporta el camino»

Más coherente es el oso que uno que reduce el Cristianismo a algo tan misérrimo como el camino.


«En la comunidad de Calabria se presentó el padre de una chica de 17 años porque no soportaba que su hija estuviese en la comunidad. Pensaba que así no iba a casarse, prefería que fuese a bailar a una discoteca. “¡Si te veo en la comunidad te mato! Con tanto odio haces enfermar a tu madre. !Cuanto dolor nos causas!”»

Será tradición calabresa el casar a la hija apenas superada la adolescencia, y ponerse de los nervios si la hijita no tiene prisa por contraer matrimonio con el primero que pase; como la tradición noruega de suicidar a sus rubias en alta mar...
«Pero esto sólo es un aspecto. El hecho es que el hombre no puede vivir rectamente el matrimonio. Dios ha creado el matrimonio, la familia, ha creado la naturaleza maravillosa. Pero el pecado, sabéis, ha destruido esta realidad y en Jesucristo esta realidad ha sido restaurada mucho más profundamente. ¡En Jessucristo ha sido restaurada en plenitud! Por eso el anuncio del Evangelio está salvando a tantas familias.
Yo he visto como Jesucristo me ha liberado de mis males. Yo quiero mucho a mi familia, pero la quiero libremente, con un amor que viene de Jesucristo. No estoy cegado por un amor neurótico hacia mi padre, para no ver que él es un egoista. Y que mi madre no es una santa, mi madre es como todas las madres, que hay mujeres mejores y mujeres peores, atadas al dinero, con sus sacrificios. Espero que, por medio del Evangelio, seais verdaderamente liberados del cordón umbilical, para haceros adultos, para poder venir a la comunidad aunque te cueste, para poder decir la verdad, para ser liberado de la afectividad, para poder verdaderamente educar a tu hijo libremente sin neurotizarlo (porque si tu hijo no te ama como tu quieres, te destruye, y entonces no eres libre ante tu hijo para educarlo libremente, con el amor de Jesucristo, porque solamente el Espíritu Santo, el amor de Jesucristo, es lo que salva a tus hijos).
Lo que os hemos dicho es que este hombre, si no ha nacido de Jesucristo, destruye a su mujer, porque “quien no está conmigo, está contra mí”.
Esto debe ser amor bien aplicado
Entonces, hermano mío, debes de odiar esta realidad que existe dentro de ti, este hombre de la carne y todas su reacciones, lo debes de odiar, porque está destruyendo a los otros, pero en Jesucristo tu construirás la familia».

Y como lo tienes que odiar por disposición kikil, te van a condicionar para que dejes de ser quien eras y te conviertas en una fotocopia de otro.
«El primer mito que el Cristianismo destruye es el falso concepto de familia, cuando la familia es un mito tremendo, ¡cuando la familia es cómo una religión!
¡Cuanta gente es capaz de robar por la familia, cuanta gente es capaz de odiar a los demás por los hijos o porque pone toda su seguridad en el clan, en la familia! Por un falso amor a los hijos, no ama a los demás».

lunes, 12 de diciembre de 2016

Testimonio sobre los primeros escrutinios



Esta entrada es el relato literal de un joven sobre sus primeros escrutinios. El original puede consultarse aquí.

 

«Como muchos sabéis, tuve mi primera crisis de fe bastante temprano. Los dogmas de fe del catolicismo eran absurdos y los milagros del Camino tenían explicaciones científicas completamente coherentes. Unido a mi homosexualidad, no había razón por la que quisiera formar parte del movimiento. 

Harás lo que diga el kikotista
Los catequistas, sin embargo, aconsejaron a mis padres que me siguieran obligando hasta que sus métodos de persuasión acabaran anulándome (pese a que el Camino es, oficialmente, algo completamente voluntario). Una vez, incluso el sacerdote decidió desafiarme en público y callar mis dudas como escarmiento. 
 
Lamentablemente para él, no tuvo forma de explicarme las contradicciones de la doctrina católica y se excusó diciendo que había que estudiar muchos años de teología para poder entender mis dudas y que me leyera un libro sobre la Sábana Santa, como si tuviera algo que ver o no existieran enigmas en el mundo que no estuvieran relacionados con su religión. 
 
Así que, de pronto, me encontré en un hotel realizando, por obligación paterna, mi primer paso. Y llegó el momento cumbre, antes de un exorcismo grupal. Como en todos los ritos y celebraciones del Camino Neocatecumenal nos encontrábamos sentados en círculo y debíamos comprometernos con la venta de lo que más quisiéramos para darle el dinero a los pobres. Era sencillo. En el momento que decidías te ponías de pie y te comprometías públicamente con tus compañeros de comunidad, que posteriormente te presionarían para realizar la venta y la donación. 
 
Yo tenía un amigo de mi edad que tampoco creía en el movimiento y al que su madre, vecina y de la misma comunidad de mis padres, también le obligaba a ir. Pasó algo menos de una hora y ya todos se habían comprometido, menos mi amigo y yo. Había un silencio sepulcral. Todos nos miraban. Era domingo y no podíamos avanzar hasta que nos comprometiéramos. Llevábamos en ese hotel desde el viernes por la tarde, sin hacer nada más que escuchar a los catequistas las 24 horas del día. Estábamos cansados y queríamos ir a casa, en otra localidad. 
 
El momento del compromiso... ¿libre?
La presión del grupo pudo con mi amigo que se levantó y comprometió por salir del paso, pese a llevar tres años yendo, como yo, por obligación. En la actualidad tiene una pareja de su comunidad y camina (el verbo utilizado por los que están dentro de la secta) por gusto. Yo era más cabezón que él y no pensaba comprometerme a algo que no quería hacer porque ese catequista que me miraba inquisitivamente hubiese dicho a mis padres que debían obligarme a estar allí. No tenía prisa. Peor para ellos. 
 
Gané el pulso y mi libertad. Un par de horas después de presión grupal (igual fue menos pero lo recuerdo como interminable, todos en silencio, mirándome fijamente esperando que me levantara y me comprometiera y odiándome por no hacerlo) el catequista me dio permiso para abandonar el rito. No podía estar presente en el exorcismo si no me había comprometido de antemano. De paso, me amenazó.
 
Citando un pasaje de la Biblia que no recuerdo, me contó que si contaba algo de lo que allí pasaba me pasaría algo peor que si me tiraban al mar con una piedra de molino, o algo similar. Aclaro (yo) que lo haría Dios, por supuesto, no él. Según he leído después, se trata de una amenaza establecida por Kiko Argüello y conocida como el secreto de arcano para proteger el contenido de los pasos.
 
De momento, sigo en tierra firme y lo he contado en multitud de ocasiones, incluyendo el vídeo de Youtube por el que ocho años después (perdón por la calidad pero acababa de empezar la carrera y aún no sabía editar en condiciones), siguen llegándome todo tipo de amenazas de palizas y muerte, incluyendo algunas con tan poco sentido como "Jesucristo va a ir a por ti", como si el Jesucristo bíblico (he de confesar que personalmente no creo ni en el religioso ni el histórico) fuese un pandillero».

sábado, 10 de diciembre de 2016

Dejó el Camino para estar con los últimos





Se reproduce una entrada del blog italiano Neocatecumenali en la que un sacerdote conocedor del Camino desde dentro expone sus conclusiones sobre dicho “itinerario de maduración de la fe”.



Voy a seguir hablando de mi experiencia en el Camino Neocatecumenal y de por qué creo que su lógica es sectaria.

Los poseedores del Espíritu Santo, detrás de los revestidos, que se han colado en primera fila
Cuando un fiel, atraído por las hermosas palabras del anuncio, participa en las catequesis iniciales, después de la convivencia de inicio, se le pregunta de modo apremiante si "libremente" quiere comenzar el Camino, y se le hace saber que será guiado por catequistas a quienes deberá prestar obediencia absoluta, debido a que ellos “poseen” el Espíritu Santo.

El problema está en la palabra "poseen". ¿Quién se lo ha dado a ellos y cuando se les ha dado? Es una premisa alucinante y engañosa.

El razonamiento siempre es el mismo. La fe te la da la Iglesia (¡esto es correcto!), luego ¡tenemos el Espíritu Santo porque estamos en la Iglesia que nos da la fe! El hecho de que esté presente un sacerdote debería garantizar esto, pero ¿Quién está por encima de ese sacerdote? ¿El obispo o los súper-catequistas?

Sin embargo, dado que está presente un sacerdote se da por descontado que todo es bueno, y se hace creer que ¡al fondo está la acción y la voluntad del obispo! Aquí está el truco. ¡Cuántas catequesis hemos hecho sin el mandato del obispo, usurpando su autoridad! De hecho para limpiar la conciencia, después se le avisaba de lo hecho, informándole así tan bella e hipócritamente de un delito.

La pinturita es pésima sin que quepa duda (y además, la foto muestra la "juventud" del Camino)
Con la “posesión” de este espíritu (en minúscula, para que no se confunda con el Espíritu de Dios) los catequistas pueden decir y desdecir, hacer y deshacer en nombre de la Iglesia, incluso aunque empleen conceptos de doctrina dudosa o actitudes de dudosa disciplina eclesial.

Pero yo soy sacerdote: ¿cómo pude entonces digerir tal lógica?

Porque invariablemente sobre mí  había otro “presbítero”, superior a mí como catequista, que garantizaba que las cosas estaban bien así.

(¿Bien para quien? Para el CNC, no bien por estar en conformidad con la doctrina de la Iglesia).

De hecho, la palabra del catequista era tenida como de mucha mayor autoridad que la mía, aunque yo he recibido el Espíritu Santo por la imposición de manos del obispo en mi ordenación sacerdotal y no por las manos de otros catequistas laicos, como suele hacerse en el camino.

Exacto. La obediencia a los catequistas, basada en el hecho de que dicen tener el Espíritu Santo, con el paso de los años, y especialmente con el paso de los escrutinios, en los que sólo ellos por presunto don del Espíritu Santo, conocen la verdad sobre tu vida (la expresión es: "aprender a tener el ojo del catequista" que escruta tu alma hasta llegar al mismísimo "fuero interno") se convierte en un poderoso pegamento difícil de superar.
Pedro Farnés, a quien se atribuye tanto en el CNC

Por defecto, ellos siempre tienen razón sin que quepa lugar para la duda, además, no hay problema si se equivocan, pues ¡Dios del error saca tu bien! En consecuencia, no se puede hacer nada ni pensar nada contrario a lo que dispongan los catequistas.

Es famosa la expresión: "han dado su vida por ti". Aún espero que un día cuenten cómo han dado la vida por sus  catecúmenos. Ya que ellos “tienen” el Espíritu Santo, su juicio sobre ti siempre vale más. Un juicio expresado siempre o casi siempre ante la comunidad, de forma que osar manifestar algo diferente a  lo que a ellos les gusta, implica ponerte en contra de la comunidad.

Los fieles que entran en esta lógica no comprenden el  tremendo condicionamiento psicológico que se lleva a cabo, tal que si uno quiere dejar el Camino viene inmediatamente a la mente esa frase repetida y trillada: "El que abandona el Camino sale de la Iglesia".


¡Es una violencia sutil bajo la apariencia de bien!



Estoy convencido de que hoy en día pasamos por un momento muy difícil en la Iglesia, y las parroquias a menudo ofrecen poco, especialmente los Sacramentos a menudo son mal manejados por nosotros sacerdotes, pero estoy convencido de que estar con los últimos es estar donde la Iglesia vive toda su pobreza buscando con sufrimiento el ser fieles a Jesús y a su Evangelio.

Si bien es cierto que en el camino está todo organizado y te da la seguridad de sentirte más Iglesia que los demás, a menudo como los primeros de la clase, yo prefiero estar con otros en una situación en la que, a diferencia de la praxis del Camino, ¡la fe es una conquista seria de cada día!

Ahora la situación se ha invertido: en el Camino no entran los últimos; los últimos y los pequeños están y siempre han estado fuera, excluidos de su castillo dorado, y para entrar en él sólo hay una condición: entrar en la lógica estrechísima de la comandancia neocatecumenal. 

Yo he elegido estar con los últimos.