lunes, 24 de agosto de 2015

Mirad como se tratan


A propósito de los sistemas coercitivos de reforma del pensamiento y de la dependencia psicológica que pueden provocar en las víctimas, aporto un hecho concreto de mi comunidad.
Antes del kikismo ya había familias numerosas
La protagonista es una abnegada madre de familia numerosa que cumple y aun supera la bíblica cifra de los siete retoños que, según las cuentas que maneja Pako, debería tener toda mujer que no esté siendo engañada por el maligno.
Esta mujer es hija de kikokúmenos, hermana de kikokúmenos, madre de jóvenes kikokúmenos, cuñada de kikokúmenos, tía de kikokumencitos… Toda su vida ha estado dictada por el Camino, pues sus padres entraron en una comunidad siendo ella pequeña, en un momento de consternación y angustia motivado por la muerte de un hermanito. Rápidamente, los padres se hicieron adictos a la comunidad para adormecer el dolor, para darle un sentido a la muerte del hijo, y se apoyaron en ella para seguir adelante. Para estos padres, dejar el CNC sería una traición al hijo que dio su vida para que ellos descubriesen ‘el camino hacia Dios’.
Según las kikotesis, la muerte en cruz de Cristo no pudo ser un sacrificio agradable a Dios porque a Dios ni le agradan los sacrificios ni los necesita. Pero los mismos kikotistas que retransmiten estas kikotesis, no dudan en aprovechar una desgracia para encadenar al CNC a gente debilitada por las circunstancias. Y si hay que decir que Dios ‘tuvo que provocar’ la muerte de un hijo para que los padres reaccionasen y entrasen en el CNC, de forma que el Camino fuese ‘la salvación’ para ellos y para los hijos que les quedaban (y que vinieran después), pues se dice.
Otra circunstancia de mi protagonista es que fue la primera hija mujer rodeada de hermanos varones. Tenía una hermana pequeña, pero de salud quebradiza, por lo que recaía sistemáticamente sobre mi protagonista el ayudar a la madre en el quehacer diario. Esto gestó en ella celos hacia su hermana menor y complejo de Cenicienta: sentía que cualquiera de sus hermanos era más querido que ella, unos por ser machos y la otra por su naturaleza enfermiza.
El iniciador del kikismo como forma de vida
Criada en este ambiente, la mujer de mi relato hacía lo que fuera por agradar a sus padres y ganarse su afecto, el que tanto echaba en falta. Se esforzaba en los estudios por contentarles; aprendió a tocar la guitarra para agradarles; participaba como nadie en las Laudes del domingo por lo mismo y tenía clarísimo que en cuanto cumpliese la edad mínima estipulada ingresaría en su propia comunidad, para contentarles y que la quisieran. Todo lo hacía en función del esquivo afecto de los demás, y Dios era un instrumento más en esta búsqueda de amor, no el objetivo.
Tenía también, permitidme la expresión, ‘iluminado en su historia’, que ella había de ser novia de un kiko y de nadie más, pues cualquier otra opción no hubiese satisfecho a los padres. Y lo fue, tuvo breves noviazgos con todos y cada uno de los jóvenes disponibles en la parroquia (tampoco eran muchos), noviazgos en los que no siempre imperó la castidad (porque los kikines son exactamente tan dados al fornicio como todos los demás), y con ventipocos años, acabó casada con uno de ellos.
En el kikismo, el sexo siempre debe acabar ahí
Y empezó a tener hijos. Porque otro aspecto en el que mi protagonista fue severamente adoctrinada desde la infancia es en el falso concepto de que para hacer la voluntad de Dios el sexo ha de ser procreativo; lo de la faceta unitiva del sexo es una perversión de los paganos, pues para buscar la unidad del matrimonio está el trípode, donde pueden tirarse los trastos a la cabeza ante toda la comunidad con toda confianza. El sexo está ordenado por Dios para la procreación y nada más. Y a las parejas que hacen mal uso del sexo puede sucederles que pierdan un hijo, eso sin contar que por supuesto se llevarán mal y su convivencia será un infierno y se cargarán a los pocos hijos que tengan y además se separaran…
Lo que nadie había explicado a esta mujer, educada para ser sumisa al cabeza de la casa, para atender a las ingentes tareas domésticas sin esperar colaboración por parte del varón y para tener todos los hijos que Dios dispusiera, es que los maridos kikokúmenos no son inmunes al adulterio, al contrario, parece que les gusta.
Tampoco estaba preparada para asumir toda la carga de humillación,  desgaste emocional y aniquilación de la auto-estima que entraña la traición reiterada y continuada del hombre amado… Las sesiones de garantes eran dignas de un programa televisivo de higadillos.
Así era la relación de la pareja de mi histori
No se tenían el menor respeto el uno al otro, pero seguían juntos por la dependencia psicológica hacia el CNC, por la dependencia económica del diezmo, por la dependencia social de que sólo se relacionan con gente del Camino, por el miedo a que fuera del Camino la vida pudiese ser aún peor, sin ver que el infierno lo tenían en su casa, no en el mundo. Así las cosas, siguieron teniendo hijos, aunque desde el segundo, la tónica de esta mujer ha sido la de llevarse un disgusto con cada nuevo embarazo. 

Resulta además, que se repite en sus hijos el mismo esquema del que ella fue víctima, pues también en su casa se educa de forma diferencia a los chicos que a las chicas; y también los hijos compiten entre ellos por el fugaz afecto de unos padres que no tienen tiempo para ellos porque están ocupados con 'las cosas de la comunidad'.

Dice la propaganda kikil que el primer medio o arma de evangelización de los itinerantes consiste en vivir entre aquellos que necesitan ser evangelizados. Según Kiko, simplemente siendo lo que son, ya son testigos de Dios, porque los paganos ven en ellos una forma diferente de relacionarse, un amor y una unidad que el mundo –asegura- no conoce.
Pues sucedió en uno de sus últimos embarazos que una compañera de trabajo se dio cuenta de que mi protagonista empezaba a recurrir a ropa más ancha de lo usual en ella. Y con la confianza de quienes comparten muchas horas al día desde hace años, le preguntó.
Mi protagonista podría haberle dicho la verdad, y hacerlo bien sin adornos o bien con bodoques sobre el poder creador de Dios blablablá, que ella sólo era un instrumento inútil para que se manifestase la gloria de Dios blablablá.
Nada de eso. 
 
Lo que hizo fue responder con subterfugios acerca de que ellos (el matrimonio) siempre tenían encargado un nuevo hijo. “Pero estás o no estás embarazada”, insistía la compañera. “Ya te digo que estamos abiertos a la vida”, se enrocaba mi protagonista sin contestar a la pregunta, totalmente agobiada con este nuevo embarazo no deseado del que sólo quería olvidarse.

Ojos tristes, gesto triste, marca del CNC
Por supuesto, no pasó mucho tiempo sin que la preguntona y todos los demás compañeros supiesen la respuesta, puesto que hay cosas que no se pueden ocultar.
 
Por supuesto también, nadie del entorno laboral de esta mujer (tampoco en el del marido), se ha sentido ‘tocado’ por la forma de vivir la vida de esta pareja de ojos tristes y gesto cansado que riñen de continuo y que tienen más hijos de los que pueden atender. Nadie ansía parecerse a ellos, nadie se ha interesado por el grupo al que pertenecen, a nadie han llevado a las kikotesis. Por cierto, este matrimonio son kikotistas. 
 
Sirva este recuerdo para ilustrar qué es lo que perciben los de fuera acerca de como viven, como se relacionan y cuanto se quieren los kikines, que no los cristianos. Y que con su mera presencia no hacen presente a Dios, sino los traumas, las neuras y las dependencias enfermizas que acarrean.

viernes, 21 de agosto de 2015

Criterios de Lifton: Demanda de confesión pública



Tras completar la panorámica general, se van a ir mostrando, uno a uno, en sucesivas entradas, ejemplos prácticos de aplicación de los ocho elementos clave que se aplican en programas de reforma del pensamiento que Robert Lifton identifica como “Sistemas de totalitarismo ideológico”.

Sexto criterio: Demanda de confesión pública


Audiencia a gentes de mal vivir que iban a las catequesis
Las sesiones de confesión pública tienen un ostensible propósito de purificación, evolución espiritual, manipula- ción de la culpa y de la vergüenza; implican exponerse por entero al grupo, lo que, por la parte del ‘confesante’, profundiza el sentido de pertenencia al mismo.

En Italia no había una catequesis a la que no fueran prostitutas, homosexuales, alcohólicos, sacerdotes secularizados, personas con vidas desgarradas. La gente comenzaba a contar sus problemas... y ¡madre mía!” (catequesis de inicio).
En estas confesiones se sacan a la luz no solamente las presuntas o reales faltas cometidas por uno mismo, sino también asuntos que atañen a terceras personas, como sean los problemas matrimoniales y familiares, dificultades con los hijos, y temas económicos.
Yo le decía a un hermano itinerante que su hijo vendía droga. ¡Te sientes humillado! Eres un itinerante que predicas y mira: no sabes educar en la fe a tus hijos, mira a tu hijo, un sinvergüenza, un canalla, uno que reparte droga, uno que te ha pegado el otro día... Le dije: Eso te sucede para tu santificación porque te tienes que convertir ¡ya era hora! Empieza a rezar, ponte de rodillas y gime ante Dios que te ayude, aunque solo sea por la humillación que significa ante todas tus comunidades lo que te está haciendo pasar este chico. Es una gracia, ¡es una gracia!” (anuncio Cuaresma 2007).
Da la impresión de que el chico se puede ir al infierno, sólo hay que pedir para que su mal ejemplo no salpique al CNC.
Cuaderno de escrutinios que el kikotista puede reclamar para leer
El caso es que una persona expone su intimidad a las personas en quien confía (¿quién sospecharía de la gente inspirada por Dios?), pero todo lo que cuenta, sea sobre sus pecados, sobre sus dificultades, sobre sus anhelos y ambiciones o sobre sus fracasos, se anota y acaba en poder de los líderes del grupo. Muchos ex-adeptos dejan el grupo, horrorizados y deprimidos porque lo que ellos consideraron los sucesos más secretos de sus vidas (p.e. intimidad sexual, homosexualidad, etc), fueron expuestos a todos, ¡por sus mejores amigos!
el problema es uno sólo. Me decía el otro día un homosexual: yo no puedo ¡tengo que pecar! Le digo: tú no has creído el kerigma ¡vete a pecar! Vete a pecar y dentro de poco te vas a matar; no has creído la predicación ¿por qué no has creído? Porque te gustan los chavales, porque te gusta pecar” (anuncio Cuaresma 2007).
Punto 1: Cualquier cosa que digas, podrá ser usada en tu contra.
Punto 2: Cualquier cosa que digas, podrá ser repetida en cualquier foro.
Punto 3: El dogma siempre está por encima de la persona; quien lo incumpla, que se apresure a matarse (las veces que haga falta).
La confesión es un arma poderosa para controlar a las personas, de dos modos:
a)    Intimidando al "pecador": No es que sea imperfecto, es que es ‘lo peor’, y por lo tanto no es digno de cuestionar la autoridad de los líderes (la culpa también ayuda a la Manipulación Mística). Además, la información obtenida permite dar «explicaciones» creíbles de la situación personal de cada uno totalmente coherentes con el sistema de verdades promovido por el grupo.
b)   Extorsión: una vez se sabe por dónde atacar, si el captado no acata y hace lo que se espera de él, usarán la información para vaticinarle aquellas desgracias y calamidades que más puedan dolerle, sea el fracaso amoroso, la ruina económica, la destrucción psíquica o física de la prole, etc.
Entregando el cuaderno de escrutes al sumo gurú
El siguiente es un buen ejemplo de cómo los líderes orientan a los captados para que estos sepan qué se espera que cuenten, qué tipo de información es más apreciada:
Primer Escrutinio: “¿Qué pides a la Iglesia de Dios? La fe” Pero para que Dios te dé la fe tienes que quitar la murmuración de tu corazón. ¿Cuál es tu cruz? –Mi cruz es el carácter de mi marido, que es un soberbio, en casa lo sabe todo él, es él, él, él. ¿Y esa cruz es gloriosa? ¿Has visto que hay un designio de Dios que te ha casado con este hombre, con este soberbio? ¿has visto que ahí está Dios? ¿O tú no ves nada en tu historia de la acción de Dios? Entonces estás ciego, como los paganos, como Sansón que por el pecado le quitaron los dos ojos, para no ver el amor de Dios en la historia y el amor de Dios en los hombres: ni ves el amor de Dios en tu historia ni ves el amor de Dios en los hombres, que ni te quiere tu marido, ni te quieren los hijos, ni la comunidad –esos son unos hipócritas, es mentira todo… Dilo, di fuertemente que es mentira todo en la comunidad(anuncio Pascua 2005).
Ya sabes, para que Dios te dé la fe, tienes que quitar la murmuración de tu corazón. ¿Rezando, pidiéndolo, frecuentando los sacramentos? Nooooo, que eso, según los kikines, es moralismo de beatos, vestidores de santos y roedores de sacristía de esos que se creen que Cristo es un ejemplo a seguir. Lo que tienes que hacer es manifestar ante la comunidad tus murmuraciones. Hazlo… y verás lo que te espera a continuación:
Ten cuidado, no acabes como estatua de sal
“No es verdad, porque la comunidad es una obra de Dios, ten cuidado en no atacar a la obra de Dios. Es una obra de Dios con la realidad de los hermanos, que somos todos pobres y pecadores, eso es verdad, no hay que hacer ninguna idealización, ni siquiera de la comunidad (anuncio Pascua 2005).
Necesitan que hables para saber por dónde atraparte, y una vez lo sepan, ten la seguridad de que te darán hasta en el carnet de identidad.
Un aspecto sobre el que habrás de retratarte periódicamente (y la periodicidad fijada es, no por casualidad, de mes en mes, como la nómina), es el uso que hagas de tu dinero y tus bienes (los mismos que Dios te ha dado). En este aspecto, de nuevo no por casualidad, introducen un moralismo que no existe en la Iglesia Católica, por ello, te prevendrán para que no escuches a los curas (recuerda el argot: cura, k-k; presbi, chachito):
si no os probáis con el dinero, aquí no se sigue; porque no se puede seguir a Dios y al dinero, pero como hay muchos curas que están muy apegados al dinero y quizás nunca se han probado con los bienes, esto les escandaliza (mitin inicio curso 2011-2012).
Misión del garante
También se te asigna un "hermano más maduro espiritualmente", llámese garante o llámese como se llame, para "guiarte en el bien". En el fondo, es un modo perverso de controlarte: Pierdes tu privacidad por completo. No puedes pensar privadamente, ni siquiera orar en privado... siempre está el "hermano mayor" a quien debes dar cuenta de todos tus pasos. También esto te recuerda que perteneces al grupo (eres de su propiedad), y que no debes hacer nada por ti mismo sin adherirte a la moral del grupo.
Regla general: En los grupos, la confesión nunca tiene un final feliz, sino que es usada para manipular tus sentimientos (¿Lo hiciste OTRA VEZ? ¡Cuándo aprenderás! ¡Eres el más etc. etc..!) y rebajar tu autoestima. Te ridiculizan, a veces en público, y esto también sirve a los otros como ejemplo de qué les pasará si se atreven a desobedecer.

miércoles, 19 de agosto de 2015

Errores doctrinales comunes al CNC



No hace mucho, Mons. José Rico Pavés, obispo auxiliar de Getafe, ha publicado en la Revista Vida Nueva un artículo que supone una réplica al que escribió en el mismo medio el sacerdote Pablo D´Ors, hace un año nombrado consejero del Pontificio Consejo de la Cultura (PCC). Según el obispo, el texto del sacerdote contenía en poco espacio un elenco abultado de «errores doctrinales cuyas consecuencias son dramáticas para la vida cristiana». Con ello se suma a la condena que ya hizo Mons. Munilla, obispo de San Sebastián, en su programa en Radio Maria (http://www.ivoox.com/4965135 -del minuto 22’ al 43’-).

Curiosamente, el abultado elenco de errores doctrinales parece sacado de un kikotreto, es por ello que se reproduce íntegramente el artículo de Mons. Rico Pavés.

Dios hecho pequeño

Siendo seminarista visité en cierta ocasión la Capilla Real de Granada junto a un compañero del seminario. Mientras mirábamos algunas piezas del museo, una turista extranjera nos preguntó qué era aquello que señalaba. El objeto era un espejo de Isabel la Católica, convertido en custodia para exponer el Santísimo Sacramento. Con palabras sencillas intentamos explicarle que ahí se colocaba el Cuerpo del Señor. Después de escucharnos, dijo: «¡Qué Dios tan pequeño!»; se dio media vuelta y nos dejó.
Pasados los años, en muchas ocasiones he traído a la memoria esta vivencia. Unas veces para intentar ilustrar el misterio inefable de la salvación y la «locura inigualable» del amor de Dios por los hombres. No faltaba algo de verdad a aquella turista: el Hijo de Dios, que siendo rico se hizo pobre, llevó el amor hasta el extremo y nos dejó el memorial de su Pascua haciéndose pequeño en la Eucaristía.
Otras veces lo he recordado para agradecer a Dios el don inmerecido de la fe, por la cual puedo confesar lo que los ojos no ven. Sin fe, los sacramentos no se entienden, como bien se lee en los escritos atribuidos a Dionisio el Areopagita: «Si una persona que no cree entrara en nuestras celebraciones y viera lo que hacemos, se reiría a carcajadas. Lo cual no nos debe sorprender, pues como dice el profeta Isaías: si no creéis, no entenderéis».
Ahora he vuelto a recordar aquel episodio al leer con tristeza y preocupación el artículo de Pablo d’Ors, titulado ‘¿Habrá en la Iglesia alguien que se atreva?’Tristeza, al encontrar en tan poco espacio un elenco tan abultado de errores doctrinales cuyas consecuencias son dramáticas para la vida cristianaPreocupación, al advertir que quien firma el artículo es escritor y sacerdote, y, desde no hace mucho, consultor del Consejo Pontificio de la Cultura.
Sin ofrecer más prueba que su propia percepción, el autor afirma de forma apodíctica que «los sacramentos de la Iglesia ya no significan casi nada para la mayoría de quienes aún participan en ellos»; sostiene que «muchos de los comportamientos de sacerdotes y laicos durante la celebración eucarística son fundamentalmente mágicos, no religiosos»; y, como argumento, pregunta al lector si puede imaginar «a los apóstoles arrodillándose ante el pan o a Jesús recogiendo las miguitas del plato» (sic); culpa a la doctrina del ex opere operato de haber desvinculado del sujeto el signo, degenerándolo y cosificándolo; explica la Eucaristía a partir del pan como «símbolo de Dios», cuyo significado es «partir y repartir el pan conscientemente», de lo cual deduce que la reserva eucarística en el sagrario carece de sentido, y considera prueba de nuestra mentalidad mágica el pensar que Dios esté más en el sagrario que fuera de él.
Propone el autor «explicarlo todo como si nunca se hubiera explicado», y presentar los sacramentos «como símbolos y ritos de valor universal, aptos para todos, cristianos o no», mostrando el cristianismo «como religión y humanismo inclusivo, no excluyente ni exclusivo». Pero, se pregunta al fin, ¿habrá alguien en la Iglesia que se atreva a aplicar esa solución?

Enorme pesar

Encontrar en tan pocas líneas tantos dislates produce un enorme pesar. ¿Conoce el autor lo que la Iglesia católica entiende por sacramento? ¿Ignora la diferencia con los ritos mágicos? ¿Sabe que el carácter sagrado de los sacramentos no estriba primariamente en el significado que nosotros les damos, sino en haber nacido de la voluntad salvífica de Cristo para comunicarnos su Vida? ¿Por qué no menciona ni una sola vez la palabra fe ni el verbo creer? ¿Piensa que los sacramentos se pueden entender sin fe? ¿Acaso desconoce la enseñanza de la Iglesia sobre la presencia permanente de Cristo en la Eucaristía, sobre la reserva eucarística y el culto debido a este Sacramento de Amor fuera de la Santa Misa?
¿Cómo es posible que, a punto de cumplirse 50 años de la encíclica Mysterium fidei (3.9.1965), se sigan hoy en día difundiendo las mismas propuestas deficientes a propósito de la Eucaristía y de los sacramentos, que ya fueron rechazadas por el papa Pablo VI? En los tiempos que corren, quizá sea este el único atrevimiento necesario: creer con la Iglesia, creer en el seno de la Iglesia.

José Rico Pavés, obispo auxiliar de Getafe.