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El contencioso entre los obispos japoneses y el
Camino Neocatecumenal permanece abierto. Pese (y contra) el abierto deseo
de Benedicto XVI de mantener a esa realidad eclesial vigente en tierra niponas
el obispo de Takamatsu, Osamu Mizobe, decidió pedir el cese de sus actividades
en su demarcación eclesiástica, al menos hasta el nombramiento de un delegado
pontificio que deberá mediar entre las partes. En Roma y otras partes aseguran
que esa decisión es riesgosa (además de poco inteligente), pero debe ser acatada. Los
“kikos” deberían abandonar allí su labor, al menos por ahora.
Pero el
asunto de fondo parece de cada vez más complicada solución, sobre todo porque los
obispos japoneses en grupo rechazan a la obra fundada por el laico español
Francisco “Kiko” Argüello la cual, en sus diócesis, opera desde hace al menos
30 años. En este espacio ofrecimos algunos antecedentes del problema aquí, aquí y aquí.
El
arzobispo de Tokio, Peter Takeo Okada, intervino hace unos días con
un artículo publicado por el semanario católico “Katorikku Shinbun”. El escrito
había sido publicado, a inicios de febrero, por la agencia UCA News. Ambos
artículos difieren en algunos de sus pasajes pero, en general, contienen el
mismo mensaje. Para ofrecer más elementos a un debate abierto compartimos con
los lectores de Sacro&Profano una versión en español de dicho texto:
QUISIERA
QUE NOS COMPRENDIESEN
Por Takeo Okada / 13 de febrero de 2011
En estos
últimos 20 años la conferencia episcopal japonesa ha dedicado una gran
cantidad de tiempo y energías al Camino de las comunidades neocatecumenales.
No obstante, lamento decirlo, la situación para nada se ha desarrollado de la
mejor manera.
No dudo
mínimamente sobre el celo y la buena intención de las personas involucradas. Aún
así no se puede ciertamente decir que los resultados de su actividad en estos
30 años signifiquen un éxito. La realidad y las actividades del Camino no
logran acoplarse con la Iglesia y con la sociedad japonesas. Personalmente
pienso que el Camino necesita un periodo de freno en las actividades para
repensar y examinarse, y sobre esta base abrirse al diálogo con la Iglesia
japonesa.
El
porcentaje de católicos en Japón no supera el 0.4 por ciento de la población
entera. Que al interior de esta exigua minoría existan división y confusión, y
que los interesados deban acumular por esto cansancio sobre cansancio, es
triste. Nosotros tenemos el deber de dirigir la mirada a la sociedad japonesa y
a la realidad de todos aquellos que viven cargados de tantos pesos, para
anunciar a ellos la buena nueva y llevarles luz y alivio. No es
ciertamente el momento de malgastarnos en conflictos internos.
En el
Japón de hoy, desde hace 30 años, son más de 30 mil aquellos que se quitan la
vida. Quisiera que también quienes se empeñan en el Camino mirasen a esta
realidad. Quisiera que diesen importancia prioritaria a estudiar qué cosa es
posible emprender par tales personas. Si el Camino desarrollará
actividades que obtengan comprensión y simpatía de parte de la sociedad
japonesa, entonces obtendrá también confianza.
Quisiera
que colaborasen en una evangelización que responda a los necesitados de los
japoneses. Nosotros en realidad nos estamos empeñando con todas las fuerzas y a
precio de enormes cansancios en la pastoral misionera. Y, aún así, los
miembros del Camino dan la precedencia a las directivas de los superiores de la
Casa Generalicia de Roma más que a la guía de los obispos. Por este
motivo los obispos se sienten, a menudo, inciertos sobre cómo actuar y presa de
dilemas y sufrimientos. Esto quisiera que entendiesen.
La
situación de la diócesis de Takamatsu es particularmente grave. Les pido
ardientemente prestar atención a la voz del obispo Mizobe. La Iglesia
japonesa fue fundada gracias a tantos santos y excelentes misioneros. Nos
nacieron muchos mártires y pasando mediante la época de la prohibición de
enseñar religión, han pasado ya 140 años de la reapertura de la evangelización.
El
actual (prepósito) general de los jesuitas, P. Adolfo Nicolás, así como el
actual (superior) general de los claretianos, José Abeya, han trabajado como
misioneros hasta hace poco tiempo en Japón. Y no obstante todo esto, la
vía para llegar a la evangelización del Japón parece aún lejana. Quisiera
que el fundador del Camino, Kiko, y los otros miembros, se den cuenta de esta
situación.
De parte
mía comprendo el significado de la fundación del Camino. Escucho hablar de la
gran contribución que ellos han aportado al educar en la fe a aquellos que han
recibido el bautismo pero no practican. Pero quisiera que comprendan que
existen también diversidad de situaciones. Escucho que, en otros lugares, ellos
se hacen cargo de los enfermos y de los discapacitados. Quisiera que hicieran
también esto en Japón. Nutro además expectativas en lo que respecta al
crecimiento de una Iglesia pluriétnica. ¿Qué es necesario para la
evangelización del Japón? Sobre esto quisiera que pensemos y recemos juntos.