Mamotretos varios

jueves, 16 de noviembre de 2023

Tostón de inicio de curso 2023-24 (XI)

 

Para concluir el primer día de reunión siempre se proyecta algún vídeo de autobombo del CNC. 

No es un vídeo, pero es muy realista

Este año han sido nada menos que tres vídeos; unos sobre la k-usa de kikonización de kategoría superior de la amargada Carmen, otro sobre una reunión en Lisboa cuando ya había concluido la JMJ y el mejor de todos, un vídeo que lleva por título "Las nuevas religiones planetarias y la inteligencia artificial".

Pura ciencia-micción al estilo del CNC con universo alternativo basado en el libro de uno que debe ser amigo de los kikos y estar necesitado de publicidad.


A la mañana siguiente, en lo que llaman rezo de Laudes, Kiko hace una interpretación del salmo 110 que poco tiene que ver con el verdadero magisterio de la Iglesia sobre el salmo 110.

Este es el salmo:

1. Oráculo de Yahveh a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que yo haga de tus enemigos el estrado de tus pies.

2. El cetro de tu poder lo extenderá Yahveh desde Sion: ¡domina en medio de tus enemigos!

3. Para ti el principado el día de tu nacimiento, en esplendor sagrado desde el seno, desde la aurora de tu juventud.

4. Lo ha jurado Yahveh y no ha de retractarse: «Tú eres por siempre sacerdote, según el orden de Melquisedec.»

5. A tu diestra, Señor, él quebranta a los reyes el día de su cólera;

6. sentencia a las naciones, amontona cadáveres, cabezas quebranta sobre la ancha tierra.

7. En el camino bebe del torrente, por eso levanta la cabeza.

Y, lejos de la recta interpretación de la Iglesia, Kiko lo emplea para divagar sobre juicios, batallas, muerte, sufrimiento, amargura… En suma, lo que le sale de dentro. En cambio, lo que la Iglesia enseña sobre este salmo es (resumido en sus ideas centrales) que enuncia dos oráculos. El primero indica que:


·       El Mesías no es tan solo un rey descendiente de David, es obvio que es superior a David, que se refiere a él como “mi Señor” (versículo 1).
·       Dios mismo hace que se siente a su derecha, signo de participación en el señorío divino.
·       La victoria sobre los enemigos es de Dios, aunque el rey participa en ella (versículo 2).
·       El versículo 3 afirma que el rey viene de Dios, de un modo enigmático.

El segundo oráculo declara que:


·       El rey es sacerdote, pero no de la estirpe de Leví (Mequisedec no era levita) ni vinculado al sacerdocio aarónico. Es decir, el Mesías rey y sacerdote rompe con el sacerdocio de los israelitas de entonces y de ahora, que no eran ni son mediadores entre Dios y los hombres, sino oficiantes de sacrificios y rituales. Y que el sacerdocio de Melquisedec es superior al aarónico y levítico lo prueba el hecho de que Abram le da el diezmo de todas sus posesiones.
·       Hay un detalle más en Melquisedec: cuando Abram regresa tras rescatar a su sobrino Lot de sus enemigos, Melquisedec le sale al encuentro y ofrece pan y vino. No degüella un cordero ni rocía su sangre por todos lados, como harían los sacerdotes israelitas, pero trae pan y vino, semblanza de la Nueva Alianza que ha sustituido a la antigua.
·       Tras el juramento solemne que hace Dios en el versículo 4, el salmo cambia para relatar la victoria del rey, defendido por Dios, que es, aquí, quien se sitúa a su derecha.
·       La imagen del reposo junto al torrente hace referencia a la humanidad del rey-sacerdote. Que participa de la divinidad quedó dicho en el primer oráculo, y además asumió la humanidad con todas sus consecuencias.

Esto es doctrina de la Iglesia, no los kuentos kikos que perorata uno muy sensible según el cual el agua del torrente no es verdadera bebida que reconforte, sino que es figura de la muerte, y beber de ella es sufrir; además según el sensible no es Dios quien vence a los enemigos, por más que el salmo (Palabra de Dios) así lo afirme, sino: «Somos nosotros los que en esta generación estamos ayudando a que este salmo se cumpla, para poner a los enemigos a los pies de Cristo».

Apañado iba Dios si necesitase tal ayuda.

Y quizá porque no se ha enterado de que el sacerdocio de Melquisedec no es el de los judíos y que la Nueva Alianza a abolido la antigua, se pone a contar cuentos sobre sacrificios de machos cabríos y velos en el templo y sangre y ritos que han quedado desfasados y sin receptor, porque Dios mismo rompió el velo y canceló la antigua alianza.

Y en su afán de romper la liturgia de la Iglesia, que es una sola para todo el pueblo de Dios, Kiko se empecina en el error de la mesa a la que todos se sientan para ser servidos: «celebramos la Eucaristía aquí en medio, hemos sido introducidos por Cristo en su santuario, estamos sentados a su mesa, a la mesa de las naciones. Todos los evangelios dicen: Yo mismo los haré sentar a mi mesa, yo mismo pasaré y les serviré. Algunos quieren poner una barrera delante del altar, pero el Concilio Vaticano II dijo no separarlo excesivamente como si la misa fuera cosa de los sacerdotes y el pueblo solo asistiera; “va a misa”, pero no participa».

No, Kiko, no te enteras. EL Concilio Vaticano II dice que el presbiterio debe distinguirse del espacio destinado a la asamblea, no está todo revuelto. Y no es lo mismo el sacerdocio ministerial que el del pueblo. Sin sacerdote no hay misa, así que el pueblo podrá participar en una sardana, pero no en una misa si no cuenta con un sacerdote, porque la misa sí es cosa suya. Y no sé de nadie que quiera poner barretas ante el altar, otra cosa son los comulgatorios… Demasiado complicado para el entendimiento de Kiko, que prosigue con su autobombo, según el cual el mundo no necesita a Cristo, sino a los kikos:

«Es maravilloso ir a las naciones a ofrecer este nuevo culto espiritual [¿el kikismo?], presentándole hombres al Padre, arrancando a los hombres de la ceguera de su vida, arrancándolos de la esclavitud del demonio por el miedo que tienen a la muerte, porque han experimentado la muerte por dentro y son esclavos. Les aterroriza la muerte, no pueden sufrir, tienen que escapar durante toda su vida. Pero es imposible escapar de la muerte, tarde o temprano llegan las enfermedades y la vejez. Pero nosotros les damos esta victoria en Cristo crucificado y resucitado, le damos a la gente la victoria sobre la muerte. ¡No puede hacerse un regalo más grande!».

Si ya es malo que Kiko se ponga a sí mismo y a los suyos como salvadores del mundo, peor es cuando pretende decidir quién merece salvarse y quien no. Porque según Kiko no basta con el arrepentimiento ni las lágrimas, si el dice que no pasas, no pasas, que para eso es más sensible que nadie:

«Se vive en combate, siempre, porque la fe es combate. La fe debe defenderse, y el que no quiera defenderla sepa lo que dice San Pablo; Dios ya ha hablado una vez: Quien vende su primogenitura por un plato de lentejas, sepa que después no podrá recuperarla ni siquiera con lágrimas».

Y justo a continuación, deja claro que en verdad ellos no son cristianos, porque el cristiano sabe que el primogénito es Cristo, y que todos los demás son hijos por hermanamiento con Él. No así los kikianos, que no se conforman con se hijos por adopción:

«Fuisteis llamados a ser primogénitos, a vosotros os ha sido dada la promesa: ten cuidado de no vender la promesa la primogenitura, el amor de Dios por un plato de lentejas, porque te ofrecen de comer».

En la Biblia, Esaú no recibe ninguna promesa, pero en el kikismo sí se promete el oro y el moro y nunca llegan… y entonces se le echa la culpa a los crédulos que esperaban la promesa con la monserga de que son ellos los que han fallado. Pobres, no es raro que les brote tanta amargura de dentro.

Para acabar, Kiko insiste en extraviar la caravana con el error, denunciado por un intelectual judío, de tratar de constreñir la gloria de Dios y por último se descubre a sí mismo en una mentira: ¿Recordáis cuantas veces, a lo largo de los años, Kiko ha insistido en sus sufrimientos grandísimos provocados sobre todo por lo que él siempre ha considerado injusticias y persecuciones de otros? Pues todo era mentira.

Ahora reconoce que sus sufrimientos han sido siempre de chichinabo, pequeñitos, minúsculos, despreciables:

«¡Cuántas veces me ha ayudado el Señor: convivencias, problemas, comunidades, angustias! Y el Señor siempre ha sido buenísimo, bueno con nosotros, Santo con nosotros. Él siempre nos ha protegido, nos ha ayudado, ha hecho de todo. Apenas sufríamos un poquito, inmediatamente viene como una madre amorosa a ayudarnos».

Y además de mentiroso, su discurso es contradictorio, porque habrá que recordarle cuantas veces declaro ¡Anatema! a esas madres sentimentales que destruyen a sus hijos y no les dejan crecer porque no soportan que sufran un poquito.

 

1 comentario:

  1. A mi me encantaría saber más de los padres de la Iglesia y la sana doctrina del magisterio, como en este salmo 110, gracias Gloria! Hay que defender lo que realmente invita la Santa Iglesia Católica, no los cuentos kikianos.

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