Paranoia neocatecumenal

 El otro día recibí un anónimo.

Me eché unas risas al leerlo, claro. Es un breve hecho concreto que muestra el profundo daño neuronal que provoca la kikotina en personalidades pusilánimes. 

¡Qué mal lo deben de pasar! Siempre sospechando y acusando, viendo fantasmas por las esquinas, pensando mal del prójimo, que es Cristo, con chismes y con maledicencia, temiendo catástrofes y calamidades y con la angustia de si el cielo se va a desplomar sobre su hueca cabeza.

Pues nada, que siga sufriendo y viendo fantasmas. 

Por mi parte reitero que estoy hastiada de su ruin actitud y su memez. Es más, reafirmo que antes vería interesante intentar entablar diálogo con una ameba que con semejante sujeto. Y también que no me va a quitar el sueño sus ínfulas de hacerme investigar; por mí como si me investiga la interpol, la agencia tributaria, el catastro, la dirección general de tráfico, el INE o los servicios sociales, en comandita o por separado; lo que me haría el mismo efecto que si me investigasen los caballeros del Rey Arturo, la bruja Aramís y el capitán Trueno.

Me la refanfinfla la neura de un tipo a quien nadie ha invitado a este blog. No le echaría de menos si se larga. Pero no caerá esa breva. Este blog es el único hálito de vida que anima su triste existencia en  un amargo gueto moribundo.

Sólo me interesa que quede constancia de que todo aquel que intente mantener conversación con semejante menda, por el simple hecho de darle respuesta es candidato a entrar en la "lista de personas con nik".
  

Lo dicho, prefiero a la ameba. Porque la ameba no es sectaria, pues un rasgo característico de todo ente sectario es considerar enemigo a aquel  que disiente. Y otro, la afición a las represalias.