Frutos del Camino Neocatecumenal (IV)

Cuando yo era monaguillo en Nuestra Señora del Monte Carmelo de Agat, a la edad de 15 años, fui agredido sexualmente y maltratado por nuestro párroco y sacerdote en la rectoría de Monte Carmelo.

En el verano de 1977, en medio de la noche, fui abusado sexualmente por el padre Antonio Sablan Apurón. Fue alrededor de la 1 de la madrugada, en medio de la semana, cuando un par de monaguillos y yo estábamos durmiendo en colchonetas en la sala de la rectoría de Monte Carmelo. Me desperté cuando sentí que alguien me tocaba en el hombro y me llamaba por mi nombre. Miré hacia arriba, y vi al padre Antonio Apurón. Cuando vio que estaba despierto, susurró diciendo "Roland, necesito tu ayuda con algo"; entonces me hizo un gesto para que lo siguiera y me llevó a su habitación. Yo no sospeché nada, ya que estábamos allí para ayudar a los pastores. La habitación estaba a oscuras y mientras caminaba hacia él, me preguntó si todo estaba bien y me indicó que me sentara. Se sentó a mi lado y puso su mano en mi hombro. Su mano temblaba. Empecé a sentirme muy incómodo. Entonces dijo con voz temblorosa, "Roland, necesito tu ayuda." Luego dijo, que de todos los monaguillos, yo era el único en quien podía confiar de verdad. Le dije que yo y los chicos estábamos allí para ayudar en todo lo que pudiéramos. Después de un breve silencio, me dijo "¿quieres probar conmigo?" Yo estaba muy sorprendido y confundido por lo que él había dicho. Así que le dije "Disculpe, padre, no le he escuchado". Entonces puso su brazo derecho alrededor de mis hombros y me acercó diciendo qué si quería probar con él. Antes de que pudiera hacer nada, de repente comenzó a frotar a tientas mis partes íntimas. Yo le dije que parara pero no lo hizo. En lugar de ello, apretó mi pene y siguió diciendo "sólo tómame". Fue doloroso e impactante.

Intenté girarme y apartar su mano pero él me abrazó con más fuerza. Era muy fuerte. No sé cómo, pero encontré la fuerza para liberarme y corrí hacia la puerta y salí de su habitación. Entonces agarré mis cosas y salí corriendo de la casa. Volví a casa llorando. Yo estaba en shock, confundido y humillado. Este era el cura que yo siempre había admirado, y que era muy respetado y venerado por sus feligreses de Agat. Confié en este hombre y él acaba de asaltarme y abusar de mí. No sabía qué decir y hacer. Yo estaba demasiado avergonzado para contar nada a mis padres o amigos. Sentí que nadie me creería, especialmente mis padres.

No tenía ni idea de que había otros. Pensé que era el único. Guardé este oscuro secreto conmigo durante 39 años. Sólo traté de enterrarlo y lo oculté a mi esposa, mis hijos, mis padres, mis hermanos, y mis amigos.

Años después, cuando trabajaba en el edificio PDN (ahora edificio DNA), yo siempre pasaba por delante de la catedral donde el padre Apurón fue ordenado obispo. Me preguntaba entonces cómo la Iglesia Católica hacía Obispo a alguien como el padre Apurón. Dejé de ir a Misa durante un tiempo a causa de ello. No podía imaginar cómo un hombre como el padre Apurón podía sentarse allí en el sitial de la catedral y pretender ser santo. ¿Cómo puede dar la comunión y confesar? Eso me disgustaba.

No fue hasta que leí la declaración de Walter que comprendí que yo no era el único. Luego descubrí que Roy fue abusado también, cuando de casualidad estaba hablando con él. Era extraño cómo todos estos eventos iban sucediendo. Me di cuenta entonces que tal vez Dios me estaba pidiendo que hablase. Que no estaba solo. Hubo otros. Como saben, me adelanté y conté mi historia el 15 de junio de 2016. Después de mi conferencia de prensa, intenté presentar mi declaración dirigida al arzobispo en el Centro Pastoral, pero estaba cerrado a pesar de que se supone que está siempre abierto. Lo mismo le pasó a Walter.

La Iglesia no lo va a poner fácil para mí o para cualquier otra víctima. En lugar de recibir a Roy cuando llegó por primera vez, monseñor Apurón y sus representantes lo llamaron mentiroso y dijeron que fue inducido a realizar falsos testimonios por una conspiración para manchar y destruir al arzobispo Apurón y a la Iglesia Católica. Eso fue lo más ridículo que he oído y me decidió a dar la cara.

Después dijeron lo mismo de Doris, prácticamente se burlaron del hecho de que Sonny está muerto y no puede testificar. Eso fue horrible y miserable por parte de monseñor Apurón y sus representantes. ¿Cómo puede alguien imaginar que un frágil anciana, la madre de un compañero monaguillo, hablaría así de su hijo muerto, a menos que sea verdad?

A continuación, Walter habló, y esperaba que la Iglesia finalmente reconociese a estas víctimas y tomase las medidas adecuadas. Pero nada de nuevo. Ninguna acción. Nada.

Nadie de la Arquidiócesis se ha acercado a mí, personalmente o para informarme si mi declaración se ha remitido a Roma. Lo que sé es a través de los medios de comunicación. Siento que no existimos a los ojos de la Iglesia. Son buenos en comunicados de prensa, mensajes en redes sociales, comunicados de vídeo, para decir de sus víctimas que son mentirosos. Nada más.

Senadores, nunca conté a mi esposa ni a mi familia los detalles de mi abuso sexual por el padre de Tony Apurón hasta unos días antes de declararlo públicamente. Sé que hay otros y no sólo en Agat, pero con el trato que Roy, Doris, Walter y yo hemos recibido hasta la fecha de parte de la Arquidiócesis, no es de extrañar que sean reacios y temerosos a presentarse. Yo apoyo el levantamiento de la prescripción sobre el abuso sexual infantil para que las víctimas de abuso sexual tengan una herramienta para luchar y para encontrar justicia. Lo necesitamos, no sólo para las víctimas existentes, sino para las futuras. Debemos abolir cualquier tipo de prescripción de los delitos de abuso sexual de manera que los posibles autores sepan que el paso del tiempo no evitará que una víctima pueda decidir demandar y el gobierno enjuiciar.

Oramos y esperamos que la firma de este proyecto de ley, haga que otras víctimas declaren de modo que puedan comenzar el largo camino hacia la curación y la recuperación. Tenemos que reparar nuestro pasado, contener el presente, y proteger nuestro futuro... nuestros hijos.

Gracias,

Roland Sondia
27 de Junio de 2016