Frutos del Camino Neocatecumenal (II)

Fui violado por el Arzobispo de Agaña, Guam, quien en ese momento era párroco en Agat. Yo confiaba en él. Besaba el suelo que pisaba. Él fue mi mentor, mi maestro. Era como un padre para mí, así pensaba entonces. Él era el sacerdote que yo quería llegar ser, pero él mató todo eso en mí.

 

Walter, a los 11 años

Buenos días, mi nombre es Walter ex parroquiano de Agat, Guam. Hoy estoy aquí para contar a los estimados Senadores mi historia, con la esperanza de alcanzar justicia.

 

Yo sólo tenía 12 años cuando fui violado por el padre Apurón. Yo era monaguillo en mi pueblo en Agat. Ser monaguillo despertó mis deseos de servir a Dios y llegar a ser sacerdote. Puede que fuese joven, pero sabía que esa era mi vocación. En la tarde del 16 de abril 1977 estaba en la rectoría con el padre Antonio para ayudarle a preparar a la iglesia para los servicios dominicales. El padre Antonio y yo cenamos en la rectoría. Después de la cena ayudé al padre Antonio a lavar los platos. Después de limpiar los platos sucios, fui a la sala y me senté en una butaca a ver la televisión por un rato. Estaba cansado y somnoliento. Recliné la butaca y me tumbé. Cuando estaba acostado en la tumbona, entró en la sala el padre Antonio Apurón y me preguntó si estaba listo para ir a dormir. Le dije que sí y que me iba quedar dormido en la butaca. Dijo que no e insistió para que durmiese en la habitación con él. Yo acepté. En algún momento a final de la noche o la madrugada me desperté con la sensación de que algo o alguien estaba encima de mí sofocándome y sentí que algo me penetraba y me hacía daño. Me inmovilizó en la cama sobre el vientre con mis piernas abiertas. No me podía mover. No podía mover los brazos ni las piernas. Estaba inmovilizado. Sentí que algo entraba en mí y me dolía mucho. Grité que parase. Seguí gritando y tratando de moverme, pero todo lo que podía sentir era a él encima de mí empujando algo en mí. Él me dijo que todo estaba bien. Finalmente se detuvo y se puso sobre mí como si estuviera descansando. En cuanto me soltó, inmediatamente salté de la cama. Yo lloraba y respiraba con dificultad. Pude sentir que mi trasero estaba todo mojado. Le pregunté por qué me había hecho eso a mí. Me dijo que si yo contaba algo a alguien, nadie me creería. 

 

Esa noche cambió mi vida para siempre. Se cambió la dirección de mi vida.

El 24 de diciembre, 1977 justo antes de la Misa del gallo en Agat, caminaba con el padre Jack Niland hacia la parte delantera de la iglesia y mientras andábamos le dije al padre Jack lo que el padre Tony Apurón (su párroco) me hizo. Él me miró y dijo, «Bueno Walter, el sacerdocio es una vida solitaria». Desde ese momento supe que nada iba a hacer y cobraron sentido las palabras del padre de Tony de que nadie me creería. Tras escapar de esa pesadilla, no volví a servir de nuevo en la iglesia de Agat como monaguillo.

 

Alrededor de la primavera de 1999 o 2000, estaba destinado en Fort Lewis, Washington. Fui asignado al 47º Hospital de Apoyo de Combate. Vivía en la casa cuartel en North Fort Lewis. Yo había planeado trabajar en el jardín, y necesitaba un par de herramientas, así que fui a la tienda en busca de una cortadora de césped y un rastrillo. Conocí a un chico chamorro que trabajaba allí. Le dije que yo era de Guam. Hablamos un poco y él me mencionó que el Obispo de Guam, Antonio Apurón se iba a hospedar en la casa de su madre y me invitó a ver al Obispo Apurón. Decidí ir porque quería enfrentarme a él.

 

El Obispo Apurón llegó a la casa y saludó a las personas que estábamos allí. Esperé y esperé hasta que estuvo libre, me acerqué a él y le pregunté «¿Me recuerda?» Me miró y dijo: ¿Miguel? Dije que no, que yo era Walter Denton. Sus ojos se agrandaron. Estaba en estado de shock. En ese momento, le dije que tenía que hablar con él. El Obispo Apurón dijo que estaba bien, que podíamos dar un paseo. 

 

Al cabo de sólo un par de minutos, salimos de la casa y empezamos a caminar alrededor de la manzana. Empezó a preguntarme cómo estaba y que había estado haciendo todos estos años. Fue entonces cuando me enojé. Le dije que había arruinado mi vida y mis sueños. Le dije que me violó y rompió en mí el deseo de convertirme en sacerdote. Le dije que nunca le perdonaría por lo que me había hecho. Rompí a llorar. Empezó a llorar él también, pero eso no significó nada para mí. Estaba muy  enfadado y le pregunté a cuántos niños más había hecho esto.

Dijo que estaba arrepentido de lo que me hizo. Le dije que yo había querido ser sacerdote como él y que le había tenido por un padre. Me pidió que lo perdonara, pero le dije que no.

 

Regresamos a la casa. Una vez allí, el Obispo Apurón me dijo que tenía algo para mí. Metió la mano en su bolsa y me dio una imagen de sí mismo, un CD, y la imagen de María. Lo miré y le dije: «¿En serio?». Salí y esa fue la última vez que lo vi.

 

El 7 de junio el año 2016 volví a Guam para contar mi historia de cómo el arzobispo de Guam me violó cuando era un niño de 12 años de edad, monaguillo en Agat; di una conferencia de prensa en las escalinatas del Centro Pastoral. Inmediatamente después de la conferencia de prensa, me di la vuelta y caminé hacia la puerta principal del Centro Pastoral para entregar una copia de mi declaración, pero las puertas del Centro Pastoral estaban cerradas para mí, aunque la señal dice que están abiertas.

¿Cuánto tiempo crees que dura una violación?

 

Para las víctimas de Agat, el asalto sexual o violación pueden haber durado 20 minutos, 10 minutos, o tal vez 5 minutos. Para mí se hizo eternidad. Ese es el tiempo que toma concluir un ataque, pero para cada víctima de violación, es apenas un momento -una milésima de segundo- cruzar el umbral de alguien que no fue violado a alguien que ha tenido las partes más privadas de su mente y su cuerpo violado de una manera irreversible. Un antes y un después. Un momento que no se puede deshacer o justificar. Un momento que vivirá dentro de mí para siempre. No ha habido un solo día en mi vida que no reviva lo que me sucedió. 
 

La gente se pregunta, ¿por qué ahora? ¿Por qué esperó tanto tiempo para contar su historia? Bueno, lo hice, intenté contar mi historia, pero nadie hizo nada al respecto. Fui rechazado entonces y soy rechazado ahora.

He leído que la mayoría de los sobrevivientes de asalto sexual no denuncian el delito de inmediato, especialmente si el autor es alguien que conocen –lo que aplica en aproximadamente cuatro quintas partes de los casos. En este caso, se aplica a mí y a las otras víctimas de Agat. Los datos del Departamento de Justicia indican que la violación y asalto sexual son los crímenes violentos menos denunciados, y sólo alrededor de un tercio de las víctimas, denuncia. Incluso cuando los sobrevivientes lo cuentan en la Iglesia o la policía, es habitual no investigar a fondo las denuncias de abuso sexual. A nivel nacional, hasta 500.000 casos de violación permanecen sin investigar. Inevitablemente, los años pasan y los delitos prescriben. Así pues, estas víctimas lo ocultan y sufren en silencio, como hice yo.
 

En su forma actual, la ley protege al depredador de sus crímenes del pasado una vez que el delito prescribe. Libra a estos depredadores que cometen estos crímenes sexuales sobre niños sin capacidad legal, de ser demandado o procesados cuando esos niños se convierten en adultos.

 

Pido a cada uno de ustedes, a cada senador, que se derogue la prescripción para que personas como Anthony Sablan Apurón y cualquier otra persona o institución que lo hayan ayudado o encubierto tenga que rendir cuentas por los crímenes cometidos contra niños inocentes, como eran entonces. Por otra parte, hay que alejar a los depredadores futuros de cometer estos crímenes aberrantes mediante la eliminación de las limitaciones de tiempo sobre el derecho a demandar o juzgar.

Por favor, denos a los muchachos de Agat la oportunidad de alcanzar cierto grado de justicia en nuestras vidas.

Walter G. Denton

27 de junio del año 2016