Padre nuestro - parte 2 (XI)

 

El sábado por la mañana, tras el desayuno, toca nueva sesión de calentamiento de silla, es decir, de escuchar a Kiko en lo que él, que jamás ha aprendido a hacer moniciones, llama precisamente así.

Kiko canta mal, pero él, que hace que las comunidades elijan lectores entre quienes son capaces de leer sin trabucarse y con buena entonación, no deja que otro cante. Él suelta rollos antes de cada salmo y también suelta gallos durante el canto del salmo.

La siguiente es la primera arenga del día que, como siempre hace Kiko, destripa el contenido del canto.

«MONICIÓN AL CANTO DE ENTRADA

Esta mañana vamos a celebrar los (sic) Laudes y luego el sacramento de la penitencia. Jesucristo ha dejado a los apóstoles el poder de actuar en su nombre, en su persona, en favor de los hombres. Cristo mismo, en la persona de los presbíteros, viene hoy con el poder de perdonar nuestros pecados, de curar nuestras enfermedades, de destruir en nosotros la obra del demonio. Acojamos por tanto a los presbíteros cantando: "Una gran señal".

El Apocalipsis -que significa revelación- habla del combate escatológico que existe en el mundo. Dice que una gran señal apareció en el cielo: una mujer vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas. Esta mujer es imagen de la Virgen María y también de la Iglesia. Su corona de doce estrellas son los doce apóstoles, las doce columnas sobre las que se apoya la Iglesia, la nueva Jerusalén».

Aquí, una nota a pie de página dice: «La Iglesia está edificada sobre sólidos cimientos: los doce Apóstoles del Cordero; es indestructible; se mantiene infaliblemente en la verdad: Cristo la gobierna por medio de Pedro y los demás apóstoles, presentes en sus sucesores, el Papa y el colegio de los obispos».

La revelación, la tradición y la doctrina son unánimes: la Iglesia que persistirá es una sola y no será sustituida por pequeñas comunidades autorreferenciales.

«La mujer estaba encinta y gritaba con los tormentos de dar a luz. También en esta celebración, esta mujer, que es la Iglesia, está dando a luz en nosotros, como en un parto, con sufrimiento, un hijo, un hijo de Dios».

Imagino que lo del sufrimiento va por tener que escuchar a Kiko hora tras hora. La Iglesia da a luz hijos en el Bautismo, en ese Bautismo que según Kiko no ha sido eficaz en nadie y necesita, dice, la renovación neocatecumenal, pese a la evidencia, a los hechos concretos me remito, de que no funciona, porque salen de sus reuniones y siguen mirando por encima del hombro a los religiosos de misa de 12. Un hijo de Dios no actúa así.

«Entonces apareció otra señal en el cielo: un enorme dragón rojo, con siete cabezas y diez cuernos, y sobre las cabezas siete diademas, que se detuvo delante de la mujer que iba a dar a luz para devorar a su hijo en cuanto naciera. La Iglesia, mediante el bautismo, ha dado a luz en nosotros un niño, el hombre nuevo, un hijo de Dios».

Ahora lo ha dicho bien. Y, por tanto, si los presentes ya son hijos de Dios desde su Bautismo, con certeza no es el neocatecumenado el que puede darles la filiación divina, porque ya la tienen. Entonces, ¿para qué tanto sufrimiento?

«Pero el demonio, el dragón, está siempre al acecho para devorarlo. Después de la convivencia, entraréis de nuevo en la vorágine de vuestra vida y, si no estáis atentos, daréis oído a las seducciones del demonio, empezaréis otra vez a no aceptaros a vosotros mismos, a no aceptar vuestra historia, a pecar, y perderéis la gracia santificante, dejaréis que el demonio, el dragón, la devore, ¡y el hombre nuevo se quedará sin poder dentro de vosotros!».

En otras palabras, esta concentración, como todas las anteriores y posteriores, no habrá servido de nada, porque no tiene poder ni magia para convertir a nadie. Solo Dios basta, no hacen falta tantos pasos neocatecumenales que dejan a quienes los reciben igual que estaban: indefensos ante las tentaciones y el pecado.

«¿Quién es el demonio? ¿Quién es este dragón? Lo dice aquí el Apocalipsis: "Se entabló una batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles combatieron con el gran dragón. También el dragón y sus ángeles combatieron, pero no prevalecieron y no hubo lugar ya en el cielo para ellos. El gran dragón, la serpiente antigua, el llamado Diablo y Satanás, el seductor del mundo entero, fue arrojado a la tierra y sus ángeles con él… El dragón, despechado contra la mujer, se fue a hacer la guerra al resto de sus hijos, los que guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús"».

No deja de llamarme la atención que, dirigiéndose a una audiencia que está relativamente próxima a terminar un neocatecumenado, tenga que darles tales explicaciones. Es un argumento más a favor de que ese neocatecumenado es inservible.

«Hermanos, no sabemos lo que va a suceder en nuestra vida; Dios conoce nuestro futuro, nosotros no. Para enfrentar todo lo que está a punto de pasarnos, necesitamos coger aceite en nuestras lámparas, como las vírgenes prudentes. Cojamos aceite ahora; obedezcamos hoy como niños al Señor, que se ha dado completamente a nosotros».

Hoy y todos los días conviene obedecer a Dios antes que a los hombres, sobre todo si son kikotistas, en ese caso con más motivo conviene no obedecerles en nada sin pasarlo antes por la recta conciencia.