María se informó primero

Se me han acabo las entradas que dejé programadas, incluida la de Eliseo, y a partir de ahora me toca preparar nuevo material.

 Para arrancar, un testimonio en forma de carta...

 

«Vivo en un país con una Iglesia Católica pequeña y una población nativa católica aún más pequeña. Casi todos los católicos de mi ciudad natal son inmigrantes y muchos de ellos son del Camino Neocatecumenal.

Lo que sigue es una carta al obispo sobre mi experiencia.

Cuando el padre XXX llegó a mi ciudad, me alegré, porque ahora habría misa una vez a la semana y también la posibilidad de confesión más frecuente. También pensé que era positivo que las “familias misioneras” del Camino Neocatecumenal llegaran a mi ciudad.

Sin embargo, causaron problemas que culminaron el fin de semana pasado. Esas familias “misioneras” me habían invitado varias veces a sus catequesis y eventos. En cada ocasión decliné cortésmente el ofrecimiento. Quizá sea una diferencia cultural, pero pienso que deberían haber entendido que no me interesa su grupo.

Hace unas semanas, unos miembros del Camino Neocatecumenal junto con el presbítero me invitaron a un retiro que comenzaría el viernes y terminaría el domingo, y que se llevó a cabo en un lugar remoto, a unas dos horas en coche desde mi ciudad. Se suponía que el retiro iba a versar sobre la Eucaristía, no me dijeron que era un evento del Camino Neocatecumenal. Supuse que saldría a relucir en los cantos o las oraciones, pero solo después de llegar allí descubrí que era pura y totalmente un evento del Camino Neocatecumenal, en concreto era la convivencia de formación de una nueva comunidad neocatecumenal. No me informaron de que se trataba de eso y no di ningún consentimiento para ser incluido en eso.

El lugar estaba aislado y yo no tenía coche para marcharme porque llegué allí con una familia del Camino Neocatecumenal. Los asistentes fueron las tres familias “misioneras”, el presbítero, una familia católica eslovaca que no forma parte del Camino Neocatecumenal y yo.

A decir verdad, el “retiro” fueron horas y horas de sermones privados del Camino Neocatecumenal todos los días. Todos los cantos eran del Camino Neocatecumenal y las consideré manipuladoras. En las letras se repetía cómo el Señor abandonó a parte de Israel en el desierto porque “no conocían sus caminos”. También el "Canto de Abraham" donde Abraham se encuentra con el Señor y le pide que "no pase de largo sin detenerse".

Se daba a entender que este “retiro” (en el que no se puede meditar porque el bombardeo de consignas neocatecumenales es continuo) era una ocasión especial que nadie debía tomar a la ligera porque sin seguir “el camino” existía el peligro de que el Señor nos abandonara en el desierto y no llegásemos nunca a la Tierra Prometida, o que el Señor podría "pasar de largo" si no se seguían las consignas de los neocatecumenales.

El domingo, al final del “retiro”, se nos preguntó a mí, a la familia eslovaca y a dos hijos de familias del Camino Neocatecumenal, niños todavía, si queríamos continuar en "el Camino". En primer lugar, se preguntó a los niños del Camino, luego a los hijos de la familia eslovaca, luego a los padres y finalmente a mí. Creo que eran conscientes de mi actitud crítica y me dejaron el último para que no rompiera la cadena de respuestas afirmativas, y porque quizá suficientes "síes" seguidos me obligaran a responder "sí".

En ese momento yo sentía que el “retiro”, en su totalidad, había sido deprimente y opresivo. El líder/presidente, que no era el sacerdote sino un seglar, me preguntó si yo pensaba que la comunidad (es decir, el Camino Neocatecumenal) podría ayudarme a vivir una vida cristiana. Sentí que me presentaba una dicotomía enferma y distorsionada: si respondía que sí, no tendría sentido no querer ser miembro de "el Camino", si respondía que no, habría significado que no los necesitaba como hermanos en Cristo.  

Así lo interpretaban ellos, según nos hicieron saber, porque en uno de los largos discursos de este "retiro", uno de los “misioneros” laicos nos había dicho el objetivo de "el Camino" de esta manera: "el Camino por el que iremos será largo, pero al final de él nos espera esto (señaló el crucifijo, que también era diseño especial del Camino Neocatecumenal). Hacia este amor nos esforzamos con la ayuda de Dios. Si no quieres venir a "el Camino", bien. No estamos aquí para obligar a nadie, todos sois libres. Si no quieres venir a "el Camino", solo significa que ya eres perfecto, que eres como Cristo y que no lo necesitas".

El mensaje final tras todos los discursos era que solo el Camino es el camino que conduce a la meta de una vida cristiana madura, el catolicismo de siempre, el de la iglesias, los obispos y el Papa es “infantil” e insuficiente, y no agrada a Dios. Si uno se dice cristiano y no quiere unirse al Camino, entonces la única justificación es que pueda demostrar que ya es perfecto como el mismo Cristo.

Quizás debería haber respondido claramente "NO", pero toda la situación fue tan opresiva que respondí: "Necesito más tiempo para pensar".

A esta respuesta, el líder me dijo: "Cuando Gabriel llegó a María con la Buena Nueva, ¿dijo María que necesitaba más tiempo para pensar?". Creo que esto es extorsión y violencia espiritual».

 

La carta no acaba aquí y se retomará en la próxima entrada.

Hago un alto para resaltar y subrayar que María primero se informó bien sobre la misión que Dios le encomendaba y solo después de asegurarse de que entendía lo que Dios esperaba de ella, aceptó. Por tanto sí tuvo tiempo para pensar y sí dispuso de toda la información necesaria, y después, con conocimiento de causa, dio su respuesta.

Reclamar una respuesta que pretenden sea vinculante, sin dar información ni tiempo para meditar, es coacción y extorsión y violencia.