Tras el "pan gordo" la copita flaca

 

Lo del “pan gordo, no ácimo” que con tanta alegría proclama un presbi ser el que se utiliza en la domus Galilea en las misas, digo, en las Eucaristías, es lo más grave, pero no es el único abuso de los últimos y los peores del universo.

Gracias a un lector que prefiere mantenerse en el anonimato traigo una imagen de la preparación para la comunión en algún lugar de Colombia. ¿Será por jarritas? Sospecho que alguien ha visto una oportunidad de hacer negocio con la pandemia.

Por estos lares, también hacen cosas raras. Sin ir más allá del levante español,  ya se publicó en el blog la “gradiosa” solución de un presbikiko asistido por dos kikotistas muy adultos a la hora de comulgar: cada cual se servía a sí mismo su propio panecito (¿sería gordo, no ácimo?) y su propia copita. ¿Comunión? No. Pero les traía sin cuidado, por lo visto.

Y también están los abusos a la hora de bailar al corro de la patata. Cuando hay presentes tunicados de esos que beben leche con miel antes de terminar la Eucaristía, no tiene nada de raro que tras la degustación decidan dar saltitos y palmas sin quitarse el revestimiento blanco. Total, no deja de ser un disfraz para ocultar que siguen siendo tan últimos y tan peores como siempre, así que no tiene nada de particular.

Pero no es divertido cuando es el presbi, revestidito con los ropajes litúrgicos, el que se pone a dar saltitos y palmitas en el corro de la patata de los peores. Y hay presbis que lo hacen, sin el menor rubor.

Hay otra escenita curiosa que quiero rescatar de la hemeroteca. Primero una imagen correcta para explicar el papel de unas ceroferarias: desde el Aleluya y durante la proclamación del Evangelio permanecen erguidas una a cada lado del ambón, cada una con su cirio procesional en alto. Cristo, luz del mundo. Ese es el cometido de los ceroferarios, cuando los hay, además de participar en la procesión de entrada flanqueando a crucífero, que es quien porta la cruz procesional.

Nunca, jamás, por ningún motivo, los ceroferarios han de flanquear a quien se acoda en el ambón como quien se acoda en la barra de un bar para contar alguna cosita, solo han de situarse cuando se proclama el Evangelio. Y lo mismo para el crucífero, claro.

Pero en Kikónides hay uno muy sensible que se pasa la liturgia por donde le parece y admite ser flanqueado por crucífero y ceroferarios como si él fuese el representante de Cristo en la Tierra.

Humilde no es, esto está claro.