El primer mandamiento del kikismo

 

Por no alargar más la pasada entrada, dejé sin tratar otro aspecto que el parroquiano a secas también identifica en el grupo rarito y nada aconsejable que ha invadido su parroquia de siempre. De hecho, quizá sea el aspecto más significativo y, no por casualidad, es uno de los que resalta el Dr. Lifton en su resumen de rasgos que identifican a un grupo coercitivo.

Se trata de la presunción del grupito raro de ser ellos los únicos destinados a la salvación.

Por supuesto no suelen expresarlo así, pero es lo de que se deduce de sus hechos concretos. ¿Qué hechos concretos? El hecho concretísimo y objetivo de que da igual que se acerque a ellos alguien que tenga la carrera de teología, que esté bautizado, confirmado, que colabore activamente en la parroquia, que tenga una extensa formación en doctrina, patrística, liturgia, vidas de santos, tradición, etcétera e incluso que sea un sacerdote ordenado con una sólida experiencia. Nada de lo anterior tiene valor para el grupo rarito. Le dirán a esa persona que antes de ser cristiano hay que ser catecúmeno y que sin hacer el camino del catecumenado no se llega a la adultez del cristiano, por más sapiencia y conocimientos que se tengan.

En llano, lo que le están diciendo es que solo las enseñanzas del grupo llevan -muy muy despacio, por cierto- al cristianismo adulto. Nada más. Ningún otro grupo ni mucho menos la Iglesia, fundada en Cristo por el Espíritu Santo, pueden conducir a esa adultez cristiana.

Así que por más títulos o másteres o sacramentos que se tengan, nada de eso vale. Quien entra en el grupo rarito -salvo si tiene algún padrino pata negra- lo hace desde abajo del todo y no hay atajos, tiene que pasar todos los pasos, lo que implica muchos años.

El caso de Mario Pezzi es paradigmático: conoció y se juntó con los mandamases del grupito estando ya ordenado, tras años de estudio de todas las facetas del Cristianismo. Así que cuando fue entrevistado no tuvo más remedio que reconocer, conforme a la doctrina del grupito, que todos esos años fueron una pérdida de tiempo que no le sirvieron para llegar a ser Cristiano, es posible que ni siquiera fuesen útiles para tener un conocimiento teórico del Cristianismo. Cero.

Pero entonces la salvación kikótica llegó a su puerta y gracias al apadrinamiento de Kiko y de Carmen a él no se le reclamó pasar todos los pasos, sino que saltó directamente a la cúspide porque el grupito tenía necesidad de dar la apariencia de que todo era conforme a la doctrina de la Iglesia. Aunque ello fuera imposible, ya que Mario Pezzi no era cristiano en esa fecha ni sabía nada del Cristianismo, como así lo reconoció en la entrevista.

Sucede también que quien entra en el grupito raro pronto descubre una ley insoslayable que no es precisamente la Ley de Dios, pero que se pone por encima de esta: la ley de la obediencia ciega al kikotista, a quien se debe someter el catecúmeno con toda la mente, todo el corazón, todas las fuerzas y todo el ser.

Este es el primer mandamiento del catecúmeno, fundamental para dejarlo indefenso ante el abuso de los kikotistas. El segundo es similar al primero y dice que el kikotista es infalible porque no habla por su cuenta, sino por cuenta del dios del grupito raro.

En resumen, la maligna doctrina del grupito dice que nadie puede alcanzar la salvación fuera de dicho grupo, que es el único poseedor de la verdad perfecta; y para ser parte del grupo se exige obediencia ciega a sus líderes. Resultado: la esclavitud.

A eso conduce el grupito raro: so pretexto de que solo ellos pueden impartir la salvación en cómodos pasos, se apoderan de la vida de los captados que deben vivir para el grupo. Todo lo mejor ha de ser para el grupo, el tiempo, los bienes, la familia… Y por más que se dé, nunca es suficiente. Siempre hay una reunión más que obliga a desatender a los hijos y a los parientes, siempre hay una bolsa más que llenar, siempre un viaje más para contentar a unos muy sensibles… Y siempre la amenaza constante de que si te reservas algo o si osas cuestionar a un kikotista, pudiera suceder que diosito se vea obligado a enviarte un cáncer o algo peor, por tu culpa, claro, por la dureza de tu corazón desagradecido incapaz de reconocer que los kikotistas dan la vida a chorro por ti mientras viven como marqueses porque diosito los bendice, no porque se aprovechen de las inacabables bolsas que tú contribuyes a llenar, so avaricioso.

Y esta es otra particularidad que desconcierta al parroquiano a secas que trata de entender qué clase de grupo es el que se ha instalado en su parroquia: En todos los grupos eclesiales hay gente que lo deja y gente que se adhiere, pero en ese grupo en particular sucede que todos los que deciden dejarlo son tratados como apestados. Todo lo que antes aparentaba ser amor y armonía se transforma de repente en vacío y desprecio. Y, si se preguntan los motivos, los del grupito no dudan en declarar engañados por el demonio y traidores a los que se han salido.

Lo que en el fondo tiene su lógica: ya que pretenden ser los únicos depositarios de la salvación, cualquiera que rechace su credo está, según ellos, rechazado la salvación.

Esto es muy grave, porque significa que se apoderan de la Iglesia. Es decir, en su engaño pretenden ser la única verdadera Iglesia. Todos los demás, todos los obispos -unos endemoniados muchos de ellos, según dicen-, todos los sacerdotes -que son unos clericalistas-, el mismo Papa y todos los Papas del universo quedan fuera de su iglesia.

Llevado a este punto, es cuando el parroquiano de siempre da gracias a Dios por no haberse dejado embaucar y no vuelve a querer saber nada de semejante grupo. Una verdadera secta dentro de su parroquia.