La tradición del Camino es la mentira

 

Resulta que el 16 de marzo de 1980, en Roma, Kiko repitió reunión con los cantores italianos para adoctrinarlos sobre lo importante que es que todos procuren imitarlo y cantar tan mal como él.

En este caso, ya aparece la palabreja que se ha impuesto en el CNC y ha desplazado a la de cantor, quien sabe si para no ser confundidos con los niños cantores del coro. Por lo de la inmadurez y la debilidad de su fe, lo digo.

En Roma en 1980, Kiko dijo (la traducción a quien corresponda):

«Está surgiendo un nuevo carisma, un nuevo servicio a la Iglesia: el salmista–cantor».

Y se quedó tan fresco.

A ver. Carisma es una gracia que concede Dios a personas concretas en favor de la Iglesia. Teniendo en cuenta lo mal que cantan la mayor parte de los imitadores de Kiko, no es arriesgado afirmar que no han recibido ningún don de Dios para el canto o el aporreamiento de guitarras.

Además, falla estrepitosamente lo de “en favor de la Iglesia”, puesto que los kikos se caracterizan precisamente por su desprecio hacia las parroquias y los religiosos de misa de doce.

Y no menos importante es que es la Iglesia la que tiene potestad para decidir sobre los carismas y se da el caso de que la Iglesia siempre ha preferido los coros frente a los solistas, aunque no por ello ha decretado que cantar en el coro sea ni un carisma ni mucho menos un sacramento.

Sigue diciendo:

«El canto es muy importante en la comunidad cristiana. Vosotros estáis llamados a reconstruir la asamblea que canta, que ʺexpresa con el canto la exultación del espírituʺ dice el pregón solemne de la Pascua. ¿Dónde encontramos hoy una asamblea así?  (…) Por eso estamos abriendo un camino de retorno para los alejados, para los ateos. Hay que reconstruir la casa para acoger a los alejados. El carisma del salmista–cantor es fundamental en esta obra de reconstrucción. El Señor os confía una misión en la reconstrucción de la Iglesia en la presente generación».

Kiko siempre ha sido ambicioso y arrogante en sus planes. Nada de ser un humilde cristiano desconocido, nada de rezar a Dios en lo secreto, sin que nadie se entere, sin bulla, sin aplausos, sin seguidores. Para Kiko, las cosas se hacen como él dice o no colabora, porque en realidad, no está por la labor de colaborar con otros, si no que han de ser los demás quienes hagan lo que el diga. Así que si en la Iglesia no se le obedece, se inventa que es fundamental reconstruir la casa. Y para que no te resista, sacará el cuento de que es diosito quien te llama a tan fundamental misión.

Y como los niños son más fáciles de manejar que los adultos, los kikolarres siempre tienen un formato de cuchipanda juvenil con mucho guitarreo y mucho cantito.

Más:

«Es una cosa nueva a la que Dios nos está llamando. No tenemos una tradición, porque este carisma se había perdido prácticamente desde hacía siglos en la asamblea cristiana. Existía tal vez el maestro de coro que enseñaba los cantos de iglesia a los demás, pero aquí no se trata de esto. Ya no sabíamos lo qué es ʺexpresar con el canto la exultación del espírituʺ. Entonces tenemos que buscarlo, inventarlo». 

Para variar, una verdad: No existe ni ha existido el cantor en la liturgia, pero ello se debe a que no hace falta, puesto que la tradición de la Iglesia es la música coral. En consecuencia, Kiko niega la tradición para inventar lo que le sale del moño.

Y para no perder la costumbre, una falsedad: la Iglesia jamás ha olvidado el canto de exultación. Simplemente Kiko es ignorante y no lo sabe o bien es mentiroso y no le importa serlo.

«La música es a la palabra lo que el alma es al cuerpo. (…) Esto vale para el hablar normal ya sea en conversaciones, ruedas de experiencias, catequesis, ecos de la Palabra, etc. En este nivel hablas y hablas y no dices nada, aburres, cansas, o bien hablas y agarras los corazones, no cansas, porque transmites un espíritu, una vida, de lo profundo. Cuando uno habla como un disco se desconecta, pero cuando habla con ʺmúsica espiritualʺ te está dando el alma, el amor, la vida. Si esto vale tratándose de la palabra simple, mucho más tratándose del servicio de cantor y también de lector de la comunidad».

Él mismo se descubre: todo lo que inventa no es para la Iglesia, sino solo para satisfacer su propio ego y su juguetito manipulador.

Pero atentos a lo siguiente:

«El problema de fondo es que para cantar y leer como se debe se necesita fe. Por eso no todos pueden cantar o leer. Hay cantores y lectores estupendos a los que les falta algo: el “pathos” el sentimiento, no comunican nada. No han recibido el carisma los que leen o cantan con una técnica perfecta, sino quien tiene el espíritu, y da ese espíritu a la palabra y al canto. ¡Se trata de ser testimonios! Uno puede tener una técnica estupenda o una voz excepcional, y sin embargo cantar o proclamar como un bronce que resuena.

Ciertamente hace falta también un mínimo de técnica para cantar y tocar. Si no lo tienes recibes lecciones de un maestro. Indicará que amas el carisma. Pero para cantar con espíritu se requiere la conversión. Y para esto está el Camino Neocatecumenal».

Cuando le conviene, Kiko no tiene el menor rubor en confundir emotividad y sentimiento con fe. Para leer y cantar hay que saber transmitir, pero saber hacerlo no tiene nada que ver con la fe ni con la conversión. Y el CNC no sirve para ninguna de tales cosas: ni para convertirse ni para tener fe ni para aprender a transmitir, que llevan 50 años y nadie ha alcanzado la meta. Pero Kiko suelta eso porque un salmista no puede faltar a los kikolarres varios -y son muchos a lo largo del año-, de modo que hay que convencerlo de que si no tripodea como un poseso no va a poder cantar. ¡Como si fuera un premio!

Y si hay que darle tintes pseudo-magikikos para engatusar a los niñitos inmaduros, se dan:

«Piensa que no cantas para agradar a los presentes. Tú proclamas. El canto es una proclamación. ¿A quién? A Dios. Vete al atril y disponte a cantarle al Señor. Al atril: un atril sólido como un trono, ¡como el Sinaí!, desde el que Dios ha proclamado la Palabra de vida para nosotros. Amad a la Palabra: amor a la Palabra, y a lo que la contiene: el Libro, y lo que la sostiene: el atril, el ambón. Por el cuidado y el respeto a estos signos se ve vuestro amor a la liturgia. Y en la liturgia un momento fundamental es el canto, el ʺsacrificium laudisʺ (sacrificio de alabanza)».

Más falso es difícil. En la liturgia el momento fundamental no es el canto, es el Sacramento y jamás ha sido sacrificium laudis el canto. Pero ¿cuándo se ha detenido Kiko ante la mentira? Bueno, pues todavía suelta alguna trola más:

«Es importante conocer bien los cantos y cantarlos sin deformarlos, cantarlos según la “tradición”. Hay muchos que no soportan cantar como canta otro, por conflictos, por antipatías, etc., y retuercen, añaden una nota por aquí, un acorde por allá. El canto lo ha compuesto otro. ¿Qué es lo que tienes que poner tú? La expresión, el alma, el espíritu, ¡que viene de tu conversión! (…) Y los cantos que nacen en las diversas comunidades tendrán que ser cribados».

En otras palabras: todos a imitar a Kiko, todos kikotizados en pro de una tradición inexistente que no es más que la imposición de un ególatra.

Y los hay tan manipulados que obedecen.