Tostón en tiempo de Pascua 2021 (V)

 

En la vigilia pascual hablamos del poema de las cuatro noches, de este poema antiguo, porque nos dice qué significa esta noche. Esta noche deberíamos todos ir a la vigilia para dar gracias al Señor porque nos ama, porque ha dado su vida por nosotros.

Toma moralismo. ¿Pekará gravemente quien prefiera -por las circunstancias que sean- ir a la misa del día siguiente?

Lo primero que hacemos es una narración del primer acto de amor de Dios: la creación: “¡Hágase la luz!” y la luz se hizo. Tenemos que darle gracias por la belleza de la creación, por la belleza del mundo, por la belleza de las personas: porque todo lo que nos rodea está lleno de la belleza porque está lleno de su amor.

La segunda noche por la que debemos alabar a Dios es la de la noche en que nos ha dado la fe. O sea, hay una noche muy importante que es la creación: Dios crea este universo. La segunda noche muy importante, que tenemos que celebrarla y darle gracias a Dios, es cuando aparece la fe sobre la tierra, la fe es una virtud teologal, es una virtud que viene de Dios, no nos podemos dar la fe a nosotros mismos. ¡Cómo no dar gracias a Dios que nos has hecho creer que Él existe! Dios dio la fe llamando a Abraham, un anciano de 80 años que no tenía ya fuerzas, su vida no tenía sentido, era un politeísta y su última suerte era esperar la muerte, porque la matriz de su mujer estaba muerta y en aquella cultura un hombre sin descendencia no tenía ya sentido, era un hombre maldito, su vida era una maldición. Este hombre pobre, viejo, sin sentido, porque estaba sin descendencia, Dios lo elige en favor nuestro, y le hará padre de una multitud de naciones: “Tú serás -dijo- una bendición para todas las familias de la tierra”.

Dios le muestra a Abraham las estrellas. Dice San Pablo que Abraham escuchando a Dios que le hablaba no dudó, no pensó: “¡Pero, qué estupidez! ¿Yo, viejo como soy, voy a tener un hijo con mi mujer anciana?” Pues, no dudó. Zacarías, el padre de San Juan Bautista, cuando se le apareció el ángel, dudó, cuando le prometió que su mujer, maldita porque era estéril, iba a tener un hijo. Zacarías no lo creyó aunque está viendo a un ángel delante de él, y el ángel le condenó a quedarse mudo: “No hablarás más hasta el día en que nazca el niño”.

Los ángeles no condenan. Los ángeles son emisarios. Insisto, ¿por qué se mete con los de Tudela si él es peor? Y además la cita es falsa, y la mudez de Zacarías no se curó con el nacimiento del niño.

Abraham creyó que aquel que le hablaba era tan grande y potente que podía hacer surgir de la muerte la vida, y así vio a lo lejos la resurrección de Cristo. Cuando llevaba el asno y la leña hacia el monte Moria dijo a los dos muchachos que lo acompañan: “Esperadnos aquí, porque yo y mi hijo subiremos al monte y volveremos”. Dice San Pablo: “¿Ha dicho “volveremos”? Abraham pensaba que aunque Dios le había mandado matarlo, era capaz también de resucitarlo”. Así vio desde lejos la resurrección de Cristo.

De nuevo, cita incorrecta. San Pablo no se pregunta sobre los dichos de Abraham.

El hecho de que Abraham no dudó, sino que, mirando al que le hablaba, creyó, esto le fue computado como justicia y dice San Pablo: “No solamente le fue computado como justicia a él, sino también para nosotros”, también para aquellos que ahora están escuchando a Kiko, porque ha mandado a Kiko y a Carmen hemos anunciado en una parroquia y habéis creído.

También para los religiosos de misa de 12 que no pierden el tiempo escuchando a otro que no sea el mismo Dios, también para los cardenales negros de Nigeria y los obispos endemoniados, también para los que son despreciados tildados de rebotados.

 ¿Por qué habéis creído? Cuando os hemos proclamado el Sermón de la Montaña y os hemos mostrado el hombre nuevo, que no se resiste al mal, que ama al enemigo, que no juzga, no habéis dudado, habéis creído. Y habéis creído porque Dios os ha elegido desde el principio de la creación del mundo para daros la fe. Ésta es la prueba de que habéis sido elegidos por Dios.

¿Qué prueba? Porque el hecho concreto es que ninguno de ellos ama al enemigo y se deleitan entrando al blog solo para maldecir a quienes nada les han hecho.

Algunos no han creído. ¿Quién ha sellado dentro de vosotros que lo que dice Kiko es verdad? El Espíritu Santo. El Espíritu Santo es el que nos dice dentro: “¡Esto es verdad!”.

El Espíritu Santo jamás acompaña a quien pisotea a la Iglesia y dice de ella que ni está viva ni es auténtica.

En este anuncio de la Pascua, os son absolutamente necesarios los bienes que tenéis que recibir. Yo debo continuar a gastarme, y gastarme hasta el día en que Dios quiera en función de vuestra fe, porque es vuestra fe la que salva al mundo.

Dios nos libre de semejantes “salvadores” de kikotilla.

No habéis terminado aunque tengáis 80 años, estáis madurando para el día de la matanza, para el día de la cruz. Os hemos presentado el Camino con un dibujo que tiene al final una cruz; Cristo ha sido recibido con hosannas el Domingo de Ramos, pero recordad que al día siguiente gritaban: “¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!”.

¿Sois capaces en la vigilia pascual de dar gracias al Señor por la fe que os ha dado? Fe que os hace hijos de Abraham. La primera lectura es como un canto, una poesía: “Pasó una noche, pasó una mañana, el día tercero”. Pasamos desgranando toda una poesía de amor y después el momento culmen de la fe de Abraham, cuando Dios le manda sacrificar a Isaac. Dice Orígenes que yendo al monte Moria, Isaac hablaba a Abraham, y cada vez que sentía la voz del hijo, en su corazón sentía el frío del cuchillo, el cuchillo del sacrificio, un cuchillo especial, curvo. Dice Isaac: “Padre, veo el cuchillo y veo la leña ¿pero dónde está la víctima?”. “Dios proveerá, hijo mío”. En el monte Dios provee. Dice Orígenes que el frío de aquel metal lo ha sentido también la Virgen María en su alma, “una espada atraviesa su alma”, más doloroso todavía, cuando ha visto a su hijo en un sufrimiento inaudito. Cantamos “Aquedáh”, una palabra hebrea que significa “átame”, “¡átame, padre!” Sabéis que para el sacrificio en el ritual del Templo, el cordero debe ser manso y dulce, le atan las cuatro patas y si por miedo el corderito comienza a dar patadas, el sacrificio es inválido. Por eso, buscan siempre a alguna cordera que sea muy mansa, que es la imagen de la Inmaculada Concepción, la virgen sin pecado que da a luz a Cristo. Hay un midrash que dice: “Átame, átame fuerte, padre mío, no sea que por el miedo de la muerte yo haga inválido tu sacrificio”. Dice un ángel: “He aquí la fe sobre la tierra: un padre que sacrifica a su hijo único y el hijo único que le ofrece su cuello”.