Trípode neocatecumenal: las otras dos patas

En entradas previas se ha tratado sobre la “comunidad”, como tercera pata de esa “grandísima contribución” a la Evangelización que dicen (lo dicen ellos, claro), que es el trípode neocatecumenal. Tan grandísima debe ser y tan novedosísima y, sobre todo, tan eficaz a la vista de los frutos que produce que, por supuesto, ni se encuentra en todas las parroquia ni muchísimo menos es obligatoria en las mismas.

 

En esta ocasión, me propongo tratar sobre las otras dos patas del trípode, a saber: la “palabra” y la “liturgia”.

Lo primero que conviene advertir es que según la formulación oficial del trípode del CNC la “palabra” NO es ni forma parte de la “liturgia”, sino que es algo distinto y complementario, si acaso.
 

¿Y qué es la “palabra”? Pues así es como se llama a la reunión que los catecúmenos tienen entresemana, tanto si se trata de una “doméstica” como de una reunión en alguno de los locales de la parroquia ocupada, como de la mensual rendición de cuentas a los garantes, que aunque no figure en los aprobadísismos estatutos también forma parte del trípode. La característica común a estas reuniones es que en ellas hay barra libre para que el que quiera interprete a su antojo las Escrituras y lo que Dios ha querido decir a uno mismo y a los demás, en especial a los demás.

Se entiende, por tanto, que la pata “palabra” nada tenga que ver con la liturgia, pues no existe liturgia alguna en la que el objetivo sea que unos seglares se junten para hacer interpretaciones variopintas e inválidas sobre la Biblia y sobre la vida de todos cuantos conocen.

Pero ello lleva a otra duda: si la pata del trípode que se llama “palabra” no es ni puede ser liturgia, ¿por qué son tantos los catecúmenos que se llenan la boca con el término “liturgia de la palabra”?

Pues porque la “liturgia de la palabra” existe y es propia de la Iglesia, pero no es lo que hacen los neocatecúmenos en sus reuniones “entresemanales”. Es decir, usan inapropiadamente una expresión propia de la Iglesia para que parezca que lo suyo es lo mismo y, por tanto, igualmente válido o incluso mucho más, porque sabido es que hay cosas válidas  que en Kikónides sólo valen como 20 frente a otras que dicen que valen como 100. Pero digan lo que digan, saben que no es lo mismo la "liturgia de la palabra" que esa pata del trípode que llaman "palabra" y saben que no es válido, por eso sus reuniones son a puerta cerrada y por eso no se admiten visitas.

Liturgia de la palabra: sigue a los ritos iniciales de la Misa

Y queda la pata de la “liturgia”, que con razón se suele reducir a la celebración eucarística de las primeras vísperas del domingo. Con razón, porque celebraciones penitenciales o de cualquier otro tipo poco se dan en el Camino. Así que para ellos la pata litúrgica se reduce a la ‘uka’ de los sábados.

Hace años esa pata conllevaba además la preparación de la ‘uka’, preparación que implicaba que un grupito se  juntaba en la casa de alguien para proceder a interpretar a su bola las lecturas del domingo, repartirse las moniciones a las mismas y elegir los cantos. Pero todo eso es ya cosa del pasado. En la actualidad, en virtud de nuestra enorme estatura en la fe, el reparto de moniciones lo cerramos por WhatsApp y los cantos los elige el salmista responsable sin que nadie le sugiera nada. Y somos ya tan, tan altos en esa fe que nunca llega que ni siquiera necesitamos leernos con anterioridad las lecturas del domingo para ser capaces de improvisar una filípica neocatecumenalmente impecable ante el atril, sólo hay que tener cierta soltura enlazando mantras kikiles uno tras otro para dejar conforme a todos los presentes.

¿Hace eso que la pata de la liturgia sea menos litúrgica? De ningún modo, porque ni preparaciones ni moniciones tienen la menor incidencia ni influencia sobre la liturgia.

Entonces, ¿el no preparar las ‘ukas’ resta efectividad a esa pata del trípode devaluando su presunto valor de 100? Tampoco, porque en el Camino lo importante no es la liturgia, sino la asamblea. Para ellos el Sacramento sólo vale como veinte y el ochenta restante del valor está en esa asamblea que llega con más de media hora de retraso, que atiende muchísimo a los modelitos y peinados del personal, que cotillea antes, durante y después de la liturgia, que no deja de atender al móvil durante la celebración, etc.

En conclusión, la pata de la palabra consiste en hacer interpretaciones indebidas sobre lo que no les corresponde y en opinar sobre la vida de los demás; la pata de la liturgia se utiliza para hacer un repaso al adorno exterior de los hermanos y hermanas del Camino; y la pata de la comunidad para solventar “vendettas”.

¿Qué frutos puede dar un trípode tal? Los que da el Camino, obviamente.