Ser bueno no está en las fuerzas de un neocatecúmeno

Recientemente se ha sabido de un nuevo caso de presunto abuso sexual por parte de un sacerdote contra un jovencito. En este caso, se da la circunstancia de que el presunto abusador es neocatecúmeno y se formó como sacerdote, digo, como  presbi, en un RM. Y por ser neocatecúmeno es uno llamado a descubrirse a sí mismo como el último y el peor de todos y, una vez descubierto, llamado también a regodearse en su maldad hasta que Dios tenga a bien transformarle porque sí, sin que el malvado mueva un solo dedito en favor de su conversión.

Neocatecúmeno llamado a descubrir que es el peor de todos

Siendo la anterior una de las premisas básicas del neo-dogma neocatecumenal (junto con la primera de todas, que dice que la conversión procede de hacer el trípode por encima de todo, obedecer al kikotista antes que a Dios y llenar cuantas bolsas se pasen), sucede que ante la tentación un catecúmeno no lucha, porque sabe que no está en sus fuerzas vencerla, ni está en sus fuerzas hacer el bien, así que sería un moralismo inútil esforzase por parecer bueno cuando se es el último y el peor.

No es objeto de esta entrada repetir la triste historia del joven que creyendo encontrar una familia de acogida en el Camino Neocatecumenal, fue sometido presuntamente a abusos sexuales y psicológicos. Pero partiendo del relato de la víctima, se exponen algunos aspectos reconocibles para todo aquel que haya estado en una Comunidad Neocatecumenal.

Uno de tales aspectos es que cuando los presuntos abusos se convierten en algo cotidiano que la víctima tiene que aguantar bajo la amenaza de que si dice algo lo perderá todo, se quedará solo y en la calle, sin un lugar donde poder refugiarse, el joven se arma de valor y cuenta lo que le sucede al rector del seminario RM, puesto que los abusos tenían lugar dentro de sus muros.

El entonces rector, monseñor Javier del Río, actual arzobispo de Arequipa, tras escucharle, asegura que se lo hará saber al obispo, el neocatecumenal José Luis del Palacio. No dice de llevar a la víctima para que él mismo cuente al obispo el proceder de un sacerdote y hermano del Camino del que es responsable, sino que prefiere hacer de corre-ve-y dile, de vocero, tal vez por aquello de que en el CNC son muy aficionados al digo lo que me han dicho que diga que me dijeron para que yo dijera.

La víctima, el presunto verdugo y un pollino

Y mientras tanto, ¿qué? Mientras el obispo del Callao, neocatecumenal él, recibe al rector para que éste le diga el dicho que le han dicho que diga él, ¿qué medidas adoptó monseñor Javier del Río para proteger a quien le ha pedido ayuda? Al parecer, la primera medida, nada práctica pero muy típica del neocatecumenado, fue recomendar a la víctima que contase los hechos concretos a sus kikotistas, que no catequistas, entre ellos Carlos Espinoza –fundador de la cadena de farmacias Boticas & Salud– Guillermo la Rosa y César Cueto –ambos exfutbolistas y neocatecúmenos–. 

Bueno. Tal vez monseñor javier del Río no quisiera tomar ninguna medida sin acordarlas con el obispo del Callao, tan catecúmeno él, pero deja a la víctima en manos de sus kikotistas, que viendo en él a Cristo, seguro que le acogen en su casa y le defienden del abusador. ¿No?

Por supuesto que no. La respuesta de los kikotistas, no confundir con catequistas, es de manual de primero de kikotismo: “si (lo) habían tocado era porque dios lo había permitido para (su) salvación”. 
En consecuencia, resistirse a los tocamientos, pretender que alguien les pusiera fin, es oponerse a la voluntad de Dios, oponerse a sus insondables designios de salvación. En resumidas cuentas, que el villano es la víctima que se resiste y no sufre en silencio, sino que busca justicia. Y el verdugo no es sino la mano ejecutora de la voluntad divina. ¡Cuántas veces se habrá escuchado semejante blasfemia en el CNC! ¡A cuantas víctimas se ha humillado y se ha despreciado con dicha blasfema mentira!

Sin embargo, una vez que la víctima ha recurrido a la justicia civil en busca de amparo y ésta ha visto procedente investigar, el discurso de los kikotistas, que no catequistas, ha cambiado. Así, César Cueto afirma que, debido al tiempo pasado desde el año 2003, no recordaba haber conocido a la víctima.

Puede ser, pero si alguien, sea quien sea, se acerca a contarte que abusan sexualmente de él, por más tiempo que pase es algo de tal relevancia que debe ser difícil de olvidar. Por eso el desmemoriado señor Cueto afirma que nunca le mencionaron abusos de nadie y que se le pregunte personalmente al presunto abusador: “Que me acuerde, nada que ver. Convérselo con el señor Víctor Guerrero”, señaló. 

“Dentro de su libertad como personas, estas pueden cometer cosas que no son permitidas y que Dios no permite, que son obra del maligno, del demonio”, agregó. 

¡Menudo moralismo le sale al kikotista en esa frase! Este debe ser de los que aún se creen que el cristiano es el buenecito, el que combate la tentación, el que usa los puños para seguir a Dios en lugar de seguir sus instintos. Porque en el CNC te enseñan que eso de la libertad está sobrevalorado, que lo que hay que hacer es crucificar la razón y someterse al kikotista en todo, incluso en lo que sucede en el tálamo marital. Luego está eso de las cosas no permitidas porque Dios no las permite, cuando en el CNC saben que todo lo que haces y todo lo que pasa es porque lo permite Dios para que no te creas mejor que nadie, por eso no es que te deje cometer los peores pecados, sino que en el kikianismo es que te hace cometer esos pecados para que reconozcas que eres el peor de todos. Así que en el kikianismo las obras de los verdugos no son del maligno, sino lo que Dios ha querido.

Es una aberración y una blasfemia, claro, pero eso es lo que se enseña en el kikismo. Pero la perorata del señor desmemoriado no ha acabado todavía:

Por último, aclaró que la participación en el Camino Neocatecumenal es totalmente libre y que uno puede entrar o salir cuando guste, por lo que el actuar de alguien sería una responsabilidad personal, no del Camino Neocatecumenal.

Faltaría más que las obras personales no sean responsabilidad de quien has comete, sino de otros, que es justo lo que los neocatecumenales achacan a Dios cada vez que le señalan como responsable de hacerles pecar. Pero mira que olvidarse de declarar que tan libres son todos de entrar o salir cuando gusten que a los que salen les ponen el  cariñosísimo sambenito de “rebotados”, término que prueba el gran amor que derrochan hacia el otro, que siempre es Cristo. El rebotado de Cristo, quiero decir.

El otro es Cristo, pero algunos no siguen a Cristo

Otra medida que habría tomado Del Río fue trasladar a la víctima a otra comunidad en otra parroquia. Como suena, no se aparta al presunto culpable, sino a la presunta víctima. En su conciencia, él sabrá los motivos.

Y como mandan las normas del CNC allí donde vas te presentas y cuentas tu historia, con todo lujo de pelos y señales, más pelos y más señales… Pero como un neocatecúmeno no puede buscar la justicia, no encontró ningún apoyo. 

Es más, al ser despedido del seminario, que es donde trabajaba, la víctima se encontró nuevamente en la calle y por no vivir en la calle volvió a caer en las redes de su abusador… 

¿Pero no habían ido a contarle al obispo del Callao, neocatecúmeno de la Paloma de “Madrizzzzzz”, lo que le dijeron para que dijera, que para eso se le dijo cuanto se le dijo? Pues sí.

¿Y qué hizo el obispo, tan neocatecúmeno, tan misericordioso con el otro, que esCristo, tan pastor de sus ovejas? No hay evidencia de que el problema llegase a conocimiento del kikísimo obispo del Callao, pero hay certeza de que desde el obispado no se hizo nada de nada: ni se curó a la enferma, ni se buscó a la extraviada, ni se alimentó a la débil, ni se fortaleció a la sana. Estarían ocupados montando tómbolas y pasando bolsas para pagar el vino de la ‘uka’ y las pinturas de los murales con los que estropear cuantos templos se pueda.