Paso del shemá (XVIII)

«El Señor hace una diferencia: el hombre que nace del Espíritu es como el viento, no sabe de donde viene, ni a donde va y está viviendo absolutamente el hoy, el pasado ya no le pertenece y el futuro no es suyo, debe vivir cada día respondiendo a los acontecimiento, a la historia que Dios le traza porque el hombre del Espíritu se realiza, vive sólo en la voluntad del Padre, y Jesucristo dirá que su alimento es hacer la voluntad de quien le ha enviado. Por eso con esta comparación con el viento podéis ver si sois del Espíritu o si no sois del Espíritu.

Os aseguro que vivir así sin saber a donde vais, llevando siempre a Jesucristo, que significa ser guiados por el Señor por las calles es impresionante; os conducirá a cosas maravillosas. Está claro que quien programa su vida pone siempre entre paréntesis a Dios y no se puede quedar en un poco: ahora quiere un coche, ahora un noviazgo, ahora dinero, ahora un hijo guapo, constantemente haciendo pasar a Dios por nuestro cerebro.»

Si se quitasen de las kikotesis todos los juicios de intención que continuamente emite, quedarían reducidos los 13 volúmenes a 2 hojas y media, por una sola cara.

«Pero Nicodemo no está contento con esta respuesta y pregunta: ¿Cómo puede suceder esto? ¿Cómo se puede nacer de nuevo? La respuesta de Jesucristo me ha hecho recordar la experiencia que tuve viendo aquel gran crucifijo, experiencia que me ayudó en mi conversión. Jesucristo dice: así como Moisés alzó la serpiente en el desierto, es necesario que el Hijo del hombre sea alzado. Por esto os recuerdo que cuando la serpiente fue elevada en el desierto, si a alguno le mordía una serpiente se podía curar, recuperar la vida sólo mirando a la serpiente alzada, esta imagen de serpiente muerta, creyendo que podía suceder. Y de hecho sanaba sin hacer nada más que mirar. Por esto yo hoy os invito a mirar a Jesucristo; la fe viene también de este mirar. ¿Qué debemos mirar en Jesucristo? Jesucristo dice: cuando yo sea alzado atraeré a todos hacia mí y aquellos que crean en el Hijo del hombre nacerán de Dios porque yo he venido a dar la vida por todos los hombres.

Lo primero que os invito a hacer ante Jesús clavado en la cruz, el Jesús histórico, el hombre concreto (está claro que muchos otros hombre han muerto en la cruz, han sufrido tanto, han muerto tal vez por razones sentimentales, por un amigo, pero esto no significa que ellos sean Dios, hay una gran diferencia) es el considerar, porque el Espíritu Santo lo ha comunicado, que Él ha ocupado el lugar de todos los pecadores en cuanto que Él era el Hijo de Dios, era Dios mismo. El Señor nos invita a hacer una experiencia con Jesús en la cruz, nos invita a vernos a nosotros mismos matados, porque Jesús ha mostrado al mundo que el camino del mundo mata a Dios dentro de nosotros mismos:  el hombre con su vida está matándose a sí mismo en cuanto que está matando al autor de la vida. San Pablo dice en el kerygma: vosotros habéis matado al autor de la vida. Porque matamos al autor de la vida dentro de nosotros, nos estamos matando a nosotros mismos; nosotros le estamos matando en los otros. Jesús ha mostrado a la humanidad la realidad de pecado que está en toda la humanidad, y al mismo tiempo ha mostrado lo que es la verdad contra lo que es nuestra vida. ¿Cuál es la verdad? La verdad es que Jesús no se ha resistido al mal, el Justo se ha hecho injusto y ha pasado por injusto el que era justo.» 

Si además de los juicios de intención, se eliminan los errores, las dos hojas y media se reducirían a 2 párrafos, porque es una aberración afirmar que el Justo se hizo injusto.

«Nosotros pasamos nuestra vida obligando a los otros a amarnos, nosotros ponemos una ley en nuestra casa, en nuestra familia y en nombre de esta ley mi mujer debe limpiar los platos, debe ser así, no debe ser tacaña, no debe romperme los esquemas, etc., etc., en nombre de esta ley si la mujer no es como yo quiero, si no cumple esta ley por la cual me tiene que amar, yo le hago violencia y la mujer, teniendo la misma ley, quiere que el marido sea así, que la ame, la cuide; se preocupe de ella, la ayude a cuidar a los niños y si el marido no cumple esta ley de amarla sobre todas las cosas, le aplica una violencia: o se separa o se va con los padres, o se pone de morros o se enfada y se encierra en la habitación, etc.»

Que un solterón que no tiene ni idea de lo que es la convivencia conyugal trivialice el tema, me parece una burla infame.

«Lo que nadie ha querido y podido hacer es dejarse matar, es decir, pasar por tonto. Jesucristo ha sido una revolución absoluta porque si este tonto que ha sido crucificado no fuese Dios, aquí no se podía anunciar absolutamente nada, porque todo el mundo cree que lo que le realiza en la vida es lo contrario de lo que se muestra aquí: es la autodeterminación de sí mismo, es la seguridad del prestigio, del trabajo, del dinero, etc. Pero resulta que todo lo que siempre hemos apartado de nosotros, la piedra que siempre hemos desechado, lo que ocupa el último lugar, para ser evitado por todos, para ser despreciado por todos, eso es lo que Dios ha elegido como piedra angular de nuestra realidad. Este hombre que no se ha resistido al mal y que ha asumido sobre sí el pecado de la envidia y del egoísmo de los fariseos que lo han conducido a la cruz, en esta realidad Él ha asumido toda la realidad humana, toda la humanidad pecadora y en la cruz Él se ha hecho pecado por nosotros y se ha dejado aplastar por toda la maldición de la ley, de la palabra misma de Dios, de todos los salmos de maldición que anuncian el castigo a los pecadores. Todo esto Jesucristo lo ha asumido sobre sí, ha tomado sobre sí toda la realidad humana de pecado y el que era el Justo no ha querido juzgarnos.

Nosotros nos pasamos la vida juzgando y Jesucristo no ha querido juzgar, por eso Él no ha querido contestar nada y al mismo tiempo ha contestado todo con su victoria, porque al mismo tiempo que Él carga con el pecado, ha aplastado en la cruz el pecado de la humanidad y al mismo tiempo ha perdonado a la humanidad que le mataba, le ha mostrado también la verdad, que los hombres se están matando a sí mismos porque están matando al autor de la vida, están matando a Dios. Está diciéndoles que están condenados; lo primero que hace la cruz, que hace el misterio de Pascua, es juzgarnos de pecado, es decir, la cruz viene a nosotros.

Esta realidad, este hombre, este amor que ha tenido Dios por ti, porque allí estaba toda la humanidad, todo esto Dios lo ha resucitado y lo ha hecho el Hijo del hombre, la única verdad, le ha hecho Kyrios.

Es decir, hermanos, si tú no estás aquí, en esta cruz, si tú no tienes en ti este amor, tú estás condenado al exterminio. Estás condenado al exterminio no porque Dios te quiera exterminar, sino porque no existe otra realidad en el mundo, todo será pasado por el fuego.»

Tomad nota, amorosísimos kikitos, lo lleváis color hormiga con vuestro desmedido desamor al otro, que es Cristo.

«Sólo quien está sobre la cruz ha sido resucitado; está claro que es la única cosa que Dios ha resucitado y es la única cosa que vivirá porque esto es el mismo Dios, todo lo demás perecerá: la cultura, el arte, etc., todo perecerá así como tantas cosas ya han muerto; todo será pasado por el fuego.

Pero entonces la cruz de Jesucristo anuncia la salvación para todo el mundo. ¡Figuraos en qué consiste la conversión…! ¿Quién podrá amar verdaderamente hasta dejarse matar?

Cristo no es una imagen que venga a ti a decirte que debes amar así moralizadoramente. Por esto nosotros nos hemos rebelado contra un cristianismo de imitación. Nunca los padres de la Iglesia, cuando hablan de imitación, se refieren a una imitación moralista, ¡el hombre de la carne que debe imitar al hombre de Dios! ¿Cómo es posible?

Así cuando se pregunta a la gente si se puede cumplir el Evangelio te responden diciendo: ¡Yo no soy Dios! Y con esto se enrocan. Esto sucede porque nunca les ha sido proclamado realmente el kerygma.

Está claro que el pueblo ve a Jesucristo y quiere imitarlo con sus propias fuerzas, pero para el hombre de la carne es imposible imitar al hombre-Dios. Es absurdo que Dios ponga ante nosotros un hombre-Dios para imitarlo mientras nosotros seamos seres humanos cargados de pecados y de defectos.»

Con falacias como esta se hace creer a algunos que cuando reciban la sábana blanca serán santos y perfectos, y ya no pecarán ni tendrán defectos. Pobres incautos.