Surrealismo neocatecumenal

El año que mi comunidad acabó el camino interminable, sucedió que la hermana soltera de una catecúmena, hermana que caminaba en otra parroquia y que había terminado el itinerario un año antes, se quedó embarazada.

Como en el CNC todo se sabe y de todos se murmura, esta catecúmena prefirió que nos enterásemos de la noticia por ella, para (son palabras textuales) decírnoslo “en cristiano”. Porque las consecuencias de una fornicación, según algunos, se pueden contar en pagano o en cristiano.

En pagano, según esta catecúmena, la cosa hubiese sido que su hermana soltera se hubiese acostado con su novio poniendo todos los medios a su alcance para evitar un embarazo; en cristiano era, tal y como había hecho su hermana, que aceptase libremente la voluntad de Dios, de modo que “si estaba de Dios” que se quedase embarazada del novio, pues se quedaba, que para eso ella estaba catequizada y abierta a la vida y dispuesta a asumir las consecuencias de sus actos.

Alucinante, sí. Pero no fue la primera vez que escuché tan peregrina explicación sobre el sexo fuera del matrimonio “en cristiano” y en “no cristiano”. Ya había sucedido exactamente lo mismo con una jovencita unos cuantos años antes.

Pero más surrealista si cabe fue la reacción de otra catecúmena de mi comunidad al escuchar la historia de la fornicación “en cristiano”. Esta persona se llevó las manos a la cabeza y empezó a hiperventilar pensando en el disgusto que se habría llevado la “dignidad” de la túnica de lino de la embarazada: «¡Qué se ha acostado con el novio! ¡Después de recibir la túnica! ¡Ha seguido pecando después de haberse puesto la túnica y de haber renovado su Bautismo en el Jordán!». Y no podía entender que se produjesen semejantes hechos después de haber pasado por el ritual pseudo-mágico del revestido tuniquero, la salida de la tumba de Lázaro a la voz de llamada del kikotista, el remojado en el Jordán y la imposición de manos de los kikotistas en el Cenáculo.

Para ella lo escandaloso era que la soltera embarazada había mancillado la dignidad de la túnica (por cierto, del soltero que había participado para que el embarazo tuviese lugar, no dijo nada). Si la noticia contristaba a los padres de él o de ella, o si iban a ser la comidilla de todos por residir los padres de ella en una pequeña capital de provincia donde todos los kikos se conocen, le traía sin cuidado. Lo que le hizo sufrir fue pensar en la pobre túnica, mancillada por los hechos concretos de su poseedora.

Obelix diría que están locos estos catecúmenos tunicados.