Del Papa a las familias

«La familia que vive la alegría de la fe la comunica de manera natural. Esa familia es la sal de la tierra y la luz del mundo; 

es la levadura de la sociedad.»

Papa Francisco, 27 de octubre de 2013.

 

Es curioso, pero el Papa no dice que para transmitir la fe sea preciso sacar a los hijos de la cama para obligarles a participar en los Laudes dominicales, ni que resulte imprescindible que entren, aunque sea a la fuerza, en algún grupo que desarrolla su actividad en los locales de una parroquia -que no es lo mismo que ser un grupo parroquial, porque alguno ahi que pese a ocupar la parroquia vive de espaldas a la misma-, ni que hasta que cumplan la edad mínima para ser forzados a entrar en el grupo afincado en la parroquia se les haga participar en reuniones que llaman "padrinos"; nada de eso, dice que si la familia vive la alegría de la fe, entonces la comunica de manera natural, sin pesados esfuerzos ni odiosas imposiciones.

¡Qué cosas tiene este Papa!

Pero es que no contento con eso, sigue diciendo que esa familia, la que vive la alegría de la fe, es la sal de la tierra, la luz del mundo y la levadura de la sociedad.

No dice que haya que ser del Camino Neocatecumenal, ni tener chorrocientos hijos, otro en ciernes y varios más en el cielo, ni ser itinerante al fondo a mano izquierda de las "Kimbambas", ni tener muchas celebraciones pero todas ellas al margen de la vida de la parroquia, sino que va y dice que por el hecho de vivir la alegría de la fe ya son sal, luz y levadura.

Me da que cuando dijo tales cosas no pensaba en los catecúmenos, porque la alegría es una virtud divina que no se prodiga en el CNC... O lo diría precisamente por eso.

Este año, en la Misa de clausura del VIII Encuentro Mundial de Familias (Filadelfia, 26-27 de septiembre de 2015), es decir, hace dos días, el Papa ha dicho lo siguiente:

«Poner en duda la obra del Espíritu, dar la impresión de que la misma no tiene nada que ver con aquellos que "no son parte de nuestro grupo", que no son "como nosotros", es una tentación peligrosa. No bloquea solamente la conversión a la fe, sino que constituye una perversión de la fe.»

Con todas sus letras: negar la obra del Espíritu Santo en otros por el hecho, pongamos por caso, de no ser ni querer ser neocatecumenales, es una perversión de la fe. Y al estar pervertida la fe, se bloquea la conversión, es decir, hace imposible la conversión.

Francamente, parece dicho a propósito para ciertos "kikos" con y sin espaldas.