Mamotretos varios

jueves, 27 de septiembre de 2012

El peligro de los movimientos


El peligro de los nuevos movimientos

Sabía yo que se podía liar. Cuando tocas el tema movimientos y parroquia siempre saltan chispas. Es decir, que no es tema para nada baladí.
 
Comienzo con algunos matices:
Matiz uno. Nada tengo en contra de movimiento alguno. El Santo Padre los muestra como una bendición para el momento presente de la Iglesia y servidor no tiene más que añadir.
Matiz dos. La Iglesia ha vivido sin movimientos creo que diecinueve siglos, sin más espiritualidades digamos con apellido que las órdenes terceras. Y no han faltado santos, ni apostolado, ni caridad, ni anuncio del evangelio hasta los confines de la tierra.
Matiz tres. Dios me libre de ridiculizar a esa legión de voluntarios que hacen que las parroquias vivan. Mi admiración por todos ellos. Sí digo, e insisto en ello, que creo que no respetamos ni valoramos suficientemente a los parroquianos a secas. Un ejemplo: domingo por la tarde, retiro de catequistas. Deciden acabarlo incorporándose a la misa vespertina, rezada cada domingo. Pero como están los catequistas, la gente que viene a misa se encuentra que es cantada, con moniciones, testimonios y ofrendas especiales. Pues bien está el testimonio, pero podemos comprender que los de todos los domingos no se sientan respetados. Unos cuantos catequistas deciden cómo ha de ser ese domingo la misa vespertina a la que tal vez asistan cien o doscientas personas sin preguntar qué piensan.
Y ahora voy al asunto.
He de reconocer que ayer algunos comentarios en Infocatólica me dejaron muy mal sabor de bocaJosé Ángel Antonio arrasó con toda la vida parroquial, llegando a afirmar que no es comunidad porque la gente no se conoce por el nombre. ¿Qué pasa, que cuando el papa celebra misa y hay miles de asistentes eso no es comunidad? Impresionante lo de los pobres: lo metes en tu casa SI ES DE TU COMUNIDAD. Terrible. Y si no es… a la parroquia, claro. No sé cómo calificar que a un sacerdote, al párroco, se refiera como “dispensador de sacramentos”, para acabar afirmando que el parroquiano a secas quizá se salve, pero que no evangelizará.
Norberto afirma que sin el apellido de un movimiento concreto no hay espiritualidad, sólo actividades parroquiales.
Alexandre no se corta un pelo al afirmar que “fuera de los movimientos poca gente -no ninguna, pero sin duda menos- se confiesa, comulga apropiadamente,…, y asume al 100% la doctrina de la Iglesia.
Varias veces he leído que claro, que el problema es que las parroquias no son perfectas, que tienen muchas lagunas…
El gran peligro de los movimientos es justamente esto. Creerse que son la esencia de la fidelidad, la comunidad, el evangelio y el compromiso, mientras que las parroquias atienden como pueden a los que van, que no son más que una masa y muchas veces de viejas desocupadas.
Recuerdo en una ocasión que yo hablaba con alguien perteneciente a unas comunidades especiales (no neocatecumenales, no haya confusión) que celebraban siempre la misa dominical solos, como grupo. Al preguntar que por qué no se incorporaban a las misas parroquiales me dijeron que “teniendo café ellos, no se iban a conformar con malta”.
Este es el gran riesgo que veo en los movimientos, y que ayer se reflejó en varios de los comentarios vertidos en el post.
¿Otros peligros? Se han apuntado. Por ejemplo la división: “Sí. Existen “parroquianos a secas” y “parroquianos de movimientos”. Pero todos parroquianos. O, si no, andamos divididos. ¡¡Y cuántas parroquias divididas!! (la mía, sin ir más lejos). Por ejemplo, el que el movimiento no esté de acuerdo con el párroco y se vaya a otra parte dejando todo en el aire. Que también pasa. Pero estas cosas son ya digamos de funcionamiento.
A mí lo que me ha impresionado de verdad es eso de ser católicos de dos clases: los que están en grupos y movimientos y los parias de parroquia. Si en los nuevos movimientos se piensa así… me parece muy peligroso.

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