Despropósitos kikos sobre el matrimonio (y XI)

 

El hecho de tener un tercer, un cuarto y un quinto hijo te obliga -indefectiblemente, matemáticamente, científicamente, dilo como quieras-, en la medida en que tienes que dedicarte a los otros, te obliga a cortar el cordón umbilical que tienes con el primero. 

En otras palabras, según el sensible todos los hijos únicos son unos zumbados. En especial los de los neocatecumenales, porque las madres normales compaginan la familia con la vida laboral, las aficiones, las amistades…, pero las madres neokikas solo sirven para reina de la casa sin cabeza, y eso ata mucho.

Este cordón se va adelgazando y cada vez es menos cadena, menos esclavitud, y las relaciones con el primer hijo empiezan a ser más normales y así el hijo también empieza a ser más normal y menos loco. Es decir, haber tenido cinco hijos tiene un impacto enorme en el primero.

Pero los padres de Kiko se quedaron en cuatro, con lo que el primero no sanó, sino que siguió anormal y más loco.

Si solo tuvierais uno, esta enfermedad habría continuado y lo habríais destruido. Gracias a Dios, habéis tenido un tercer y cuarto hijo. Ya sabéis esto.

Sé de unos cuantos matrimonios kikos que no han podido tener más de uno o dos hijos… Pobrecillos, ahora entiendo su amargura: son conscientes de que -indefectiblemente, matemáticamente, científicamente, dilo como quieras- han destruido a sus hijos por no poder darles media docenita de hermanos. En suma, Kiko convierte la paternidad en una maldición a menos que tengas los hijos que él quiera, no los que Dios disponga, sino los que su ego decide.

El primogénito debe aprender que 'su' mamá no es suya; es del segundo y del tercero, le guste o no, llore o patalee, esto es una cosa muy importante que todos hemos aprendido. Los hermanos te enseñan que existen los demás, que existe el prójimo y que el prójimo te lo dice claro. No le puedes quitar sus cosas, porque él va y se lo dice a la mamá, y la mamá se lo dice al papá, y el papá te regaña.

Siempre la visión negativa del mundo: nada de que los hermanos sean aliados, no, siempre son el incordio que defiende su territorio y que hace que mamá te mire con disgusto y papá te regañe. En suma: tener menos hijos de los que dispone el projeta es una maldición, pero tener la cantidad de hijos apropiada también lo es, porque los hermanos son otra maldición.

Es muy importante, hermanos, ante todo que la madre nunca le quite la autoridad al padre en el hogar. Los hijos deben ver que la madre está unida al padre por encima de todo. ¡Ay de ese matrimonio en que la mujer se junta con los hijos para decir: 'Sí, ya sabéis cómo es vuestro padre: es violento, borracho!', porque lo que forma a los hijos es ver a los padres unidos.

«Iguales en dignidad», dijo San Juan Pablo II, lo que significa que es muy importante que el padre nunca le quite la autoridad a la madre y que los hijos vean que el padre está unido a la madre por encima de todo. Necio y contrario a la salud matrimonial es pisotear la dignidad de la madre para que el padre, un violento y un borracho, descolle.

Mucha gente se escandaliza porque dejamos a nuestros hijos abandonados con la niñera durante mucho tiempo.

Hacen bien en escandalizarse.

Pero nosotros decimos: lo más importante para los niños es ver que sus padres están juntos, donde sea: predicando el Evangelio o en el cine, pero juntos, se aman.

¿Cómo lo van a ver si están «abandonados con la niñera»? Lo que los hijos ven es que los padres no están nunca, que no tienen tiempo para ellos, que no son importantes para ellos y que en las ocasiones en que están todo son gritos y discusiones en casa.

¡Esto forma al niño! Es importante ver que los padres se aman, que el deber y el amor están unidos: esto crea un yo muy profundo. Los hijos son importantes, pero el amor de los padres es más importante porque es lo que da vida al hijo.

El amor de los padres no significa tener hijos porque sí, significa dar tiempo a la mujer a que se reponga entre embarazo y embarazo. Y es algo que poquísimos kikos practican.

Cuando se invierten los términos, cuando el rey de la casa es el niño, ¡se acaba todo! Todos los papás esclavos del niño, y el niño de cinco años ya desprecia a su padre, porque ha visto que quien manda es él. Y cuando no le dan algo, grita y patalea hasta que: "¡Hijo mío, no llores, toma!". ¡Eres una egoísta, señora! Para no sufrir, está destruyendo al niño. 

No sé si está describiendo su infancia, lo que sé es que entre los neocatecumenales sucede exactamente eso: los padres eluden su responsabilidad y dejan que sea la niñera la que eduque al hijo, y la niñera dice que no la pagan para aguantar a un malcriado y deja que haga lo que le dé la gana para que moleste menos.

Quien ama a un hijo lo corrige, y corregir siempre implica sufrimiento. Quien está enfermo no sabe corregir. El padre que ama a su hijo lo corrige, porque el niño es débil y tiene tendencia a hacer lo que quiere.

Pues debe ser que los padres neocatecumenales aman poco a sus hijos…

Entonces amará a quien le ayudó a ser hombre. Pero está claro, a veces corregimos mal, nuestra libido va tras la corrección, perdemos la cabeza o lo que sea.

O la kikada que sea: que ya si eso se le corrige en otro momento porque hoy toca salir a la plaza o irse de paso o preparar la uka o visita de los kikotistas o se les va la libido…

Quiero deciros que hay muchos engaños, muchas mentiras. Y aunque tener hijos cueste, es una cosa inmensa dar el ser humano, ¡son hijos de Dios! ¡Aquí está el punto, esta es la importancia! Yo nací en el pensamiento de Dios desde toda la eternidad, como dice la Escritura. He sido pensado en Cristo por el Padre siempre, y vine a la vida gracias a la colaboración de mis padres. ¿O no, acaso nací por casualidad? O Dios existe o no existe: aquí está el punto fundamental.

Ese argumento no justifica el tener hijos como conejos, en palabras del Papa Francisco. Hay abortos naturales, hay embriones con malformaciones incompatibles con la vida. ¿Acaso ellos, que no nacen y solo viven unos meses, en el mejor de los casos, no estaban en el pensamiento de Dios desde toda la eternidad?

Un teólogo llamado Cafarra, presidente de la Comisión del Pontificio Instituto sobre la Familia (que estuvo conmigo en el Sínodo), estuvo en Madrid y dio unas conferencias en la universidad sobre la procreación in vitro. Sabéis que últimamente el Papa habla todos los miércoles de la Humanae Vitae, especialmente del problema de la procreación. Pero es mejor que el P. Mario os hable de esto. Yo os he dado unas pinceladas sobre este tema de los hijos, porque pensamos que estas cosas hay que decirlas también a las comunidades que están empezando, porque la verdad hace libre. No se puede dejar que la gente entre en el camino con la píldora, el preservativo, el DIU, con lo que quiera. Estas cosas hay que decirlas claramente, porque es para ellos fuente de salud, fuente de felicidad. Si hacen las cosas mal, es fuente de infelicidad y sufrimiento para ellos.

Es decir, a los nuevos se les interroga a conciencia sobre preservativos y demás, delante de toda la comunidad. No pasa nada si el menda en cuestión es un violento, si consume o vende estupefacientes, si roba o si maldice, eso es secundario, pero hay que presionarlo a fondo para que confiese toda su vida sexual y afectiva.

Con respecto al discurso de los niños, recuerdo brevemente un midrash del libro "Moisés contado por los sabios". Cuentan los judíos que, como el faraón había mandado matar a todos los niños varones, decidieron no tener hijos: ¿para qué tener hijos si en esta situación el faraón los mata? Entonces el sumo sacerdote con todos los ancianos de Israel decide que en estas condiciones es mejor no tener hijos (esto también pasa en los animales; cuando los animales ven una situación de peligro no tienen hijos: por eso les es difícil tener hijos en los zoológicos, y tienen que ayudarlos de muchas maneras). Pero en esta situación veis que Israel fue elegido. Dios despierta a la profetisa Miriam que va a hablar a la asamblea -Miriam, una mujer- y dice así: "Eres peor que el Faraón, porque el Faraón les quita la vida pero no el cielo; tú, al no dar acceso a la vida, cierras a los niños la puerta de la Vida Eterna".

¿A qué niños? Es imposible cerrar la puerta a lo que no existe. Pero aquí se hace uso de una falacia lógica para que los adeptos entienda que ninguna excusa es válida: han de procrear aunque peligren la vida de la gestante y del feto.

Y ante esta muchachita predicando esto, los sacerdotes reconocieron que Dios hablaba por medio de ella, y desde aquel día mandaron a las parejas a dormir juntas otra vez, porque habían dado orden de que durmieran separados; no tenían que hacer el acto sexual porque no tenían que tener más hijos. Y así mataban niños y niñas, porque no queriendo que nacieran hijos, tampoco daban a luz niñas. Esto es muy profundo.

Esto es muy falso. Y también muy repugnante, porque no concebir no es lo mismo que matar.

Para reconstruir el templo, hermanos, siempre hay dos olivos, los dos testigos como Zorobabel y Josué, el carismático y el institucional, un laico y un sacerdote. Moisés (un laico que había asesinado a un hombre en Egipto) y Aarón. Más tarde, Zorobabel, que es laico, y Josué, que es sacerdote. Más tarde todavía S. Pedro y S. Pablo como los dos reconstructores, los dos olivos.

¿Cuál es el sacerdote y cual el laico? ¿San Pedro es el laico? ¿Lo es San Pablo? Me parece que no funciona.

Nosotros en este ministerio (el sacerdote y este ministerio catequético laico) os ayudamos a poneros en la situación en la que puedes hacer la voluntad de Dios, esta voluntad de Dios viene iluminada por el magisterio de la Iglesia.

Pura humildad lo de ponerse al nivel de Moisés o Zorobabel para que te pierdas y en lugar de hacer la voluntad de Dios hagas la del laico. «Reconstruir el templo», dice. Y ponerle a él, tan humilde, como diosito supremo.