Mamotretos varios

miércoles, 28 de septiembre de 2022

Y Carmen descubrió a Jacob (VII)

 

«Veinte años había vivido ilusionado Jacob con poder eludir la existencia de su hermano huyendo lejos; en realidad su hermano está inscrito en su ser, lo constituye como a él mismo, es él mismo. 

La fuga de mi hermano es ilusoria, porque aun admitiendo que pueda tenerlo físicamente lejano, corro el riesgo de estar aún más obsesionado por él, porque yo soy mi hermano y para huir de él tendría que huir de mí mismo. Antes o después llega el momento en que aquél que he intentado eludir me pesa sobre la conciencia corno una pesadilla nocturna que me ataca sin previo aviso, me aterroriza con oscuros presagios de visiones y fantasmas que me asaltan de noche. Jacob no puede huir para siempre de Esaú, al que permanece estructuralmente ligado, porque -como enseña la psicología- éste es el hermano gemelo; y aún más profundamente porque no puede huir para siempre de sí mismo. Antes o después tendrá que levantar su rostro para mirar cara cara la verdad de su ser.

Tal cita con la verdad de sí mismo está fijada en Penuel, en la lucha nocturna, cuando tiene que atravesar el mar de su desesperación, la mirada del miedo de su hermano. Noche de catarsis en la que morir a sí mismo para encontrarse y encontrar a su hermano, haciéndose capaz de mirarlo a la cara.

RECUPERACIÓN DE LA VISTA. En el contexto inmediato de nuestro fragmento el término "panim" (cara, rostro) aparece varias veces (cf. Gn 32,4.17.18.21.22.31; 33,10). Jacob, asustado por el pensamiento de tener que encontrarse con Esaú, inventa la estratagema de un desfile de regalos ofrecidos a su hermano para aplacar su rostro. La preocupación de hacerse capaz de mirar a la cara a su hermano surge de la insistencia con que esta palabra se repite sobre todo en los vv.21-22 del c.32, que preludian el episodio de Penuel (rostro de Dios). En el texto hebreo el término "panim" es repetido al menos cinco veces. Literalmente dice: "Aplacaré su rostro con el regalo que precede mi rostro, luego podré ver su rostro, tal vez me ponga buen rostro. Y así pasó el regalo delante de su rostro, mientras él pasó aquella noche en el campamento". La insistencia es demasiado marcada para ser casual. De hecho toda la tensión que pesa sobre el corazón de Jacob se deshará cuando, "levantando los ojos", vea a Esaú (Gn 33,1) y los hermanos se miren recíprocamente a los ojos (Gn 33,5) hasta pronunciar las palabras culminantes que Jacob será capaz de dirigirle: "Si he encontrado gracia a tus ojos acepta el regalo de mi mano, ya que he visto tu rostro como quien ve el rostro de Dios, y me has mostrado simpatía" (Gn 33,10).

Jacob encuentra su verdadera identidad en el momento en que sabe mirar el rostro de su hermano, reconociendo en él los rasgos del Dios que los ha creado a los dos muy estrechamente unidos para que juntos reflejen su imagen. Sin embargo, antes de llegar a esa percepción del hermano y de sí mismo, Jacob ha tenido que atravesar el vado de Yabboc y sostener, solo, una lucha dura, prolongándose toda la noche hasta despuntar la aurora, a cuyo término ha visto a Dios cara cara, "panim fel panim"; con todo su vida ha quedado a salvo (Gn 32,31).

«Jacob se quedó solo y un hombre luchó con él hasta despuntar la aurora. Viendo que no lograba vencerlo lo golpeó en la articulación del fémur y la articulación del fémur de Jacob se dislocó, mientras continuaba luchando con él. Aquél le dijo: Déjame ir, porque ha despuntado la aurora. Jacob le respondió: No te dejaré hasta que no me hayas bendecido. Le preguntó: ¿Cómo te llamas?»

Que es lo que nos va a preguntar hoy a todos en la celebración de la Reconciliación: ¿quién eres tú? ¿Cómo te llamas?

No. No es eso lo que sucede en una penitencial. Ni se pregunta el nombre ni se recibe un nombre nuevo, dicho sea de paso.

Por cierto, Jacob recibe un golpe en el fémur... no en el talón, ni tampoco se rompe el astrágalo, pero quizá el prodigioso astrágalo carmelitano capaz de unir el tobillo con el fémur responda a un intento de Carmen de asemejar su percance al de Jacob.

«Le dijo: No té llamarás ya Jacob, sino Israel porque has luchado con Dios y con los hombres y has vencido. Jacob entonces le dijo: ¡Dime tu nombre! Le respondió: ¿Por qué me preguntas el nombre? Y allí lo bendijo. Jacob llamó a aquel lugar Penuel porque dijo: He visto a Dios cara cara y sin embargo tengo mi vida salva. Salía el sol cuando Jacob pasó Penuel y cojeaba de la cadera, por eso, los israelitas hasta hoy no comen el nervio ciático que está sobre la articulación del fémur, porque Aquél había golpeado la articulación del fémur de Jacob en el nervio ciático.

Ha sido definido como uno de los episodios más incomprensibles de las Escrituras. El aspecto más misterioso está constituido por la identidad del personaje agresor: ¿es un hombre? ("ish": v.25; luego designado con el simple pronombre "él"). ¿Es Dios? (v. 31) ¿O bien el uno o el otro? (vv 29-30). El texto no consiente una definición precisa, quizá porque la conciencia de Jacob mientras lucha con la mente ocupada en Esaú está aún confusa y ambigua, y solo gradualmente sabrá actuar con pleno discernimiento de la verdad: He visto a Dios cara cara. En el transcurso del episodio se aclara la identidad divina del agresor, sin que ésta haga desaparecer del todo su referencia esencialmente humana».

Ya a Adán lo deja Dios dormir y sale una mujer, carne de su carne. 

¿Qué tiene que ver? Jacob no duerme, su lucha no es una pesadilla y su cojera, tampoco.

Eso, estudiado en hebreo es también importantísimo porque el hombre y la mujer no son dos Adanes o dos seres iguales. Al contrario, los ha creado bis a bis, o sea cara a cara, uno frente al otro, solo entonces son imagen de Dios. Hasta las palabras hebreas unidas forman la palabra Yahvé.

¿Qué palabras? Porque hombre es ish y mujer es ishshah.

EL OTRO que es el que nos pelea, el que nos mata, el que anula todo, el que nos suplanta, el que nos zancadillea (cada uno tenemos nuestro Jacob y lo somos para otros porque zancadilleamos a los demás). En esta lucha descubre Jacob que el primer enemigo que tiene son sus propios pecados, que él es Jacob el usurpador.

¿Cuándo sucede tal descubrimiento, porque en la Escritura no se relata, pero lo cierto es que Jacob ha tenido 20 años para razonar que el causante de lo que le pasa es él mismo... Iba siendo hora de que lo asumiese.

Y reconocido y confesado su pecado…

Falso, se limita a reconocer que se llama Jacob, pero ¿acaso es pecado suyo que le llamasen con un nombre que significa “suplantador”?

…que le queda una señal que la van a ver todos -En la confesión de los pecados siempre queda algo en el cuerpo, sales cojeando-, entonces Dios va a hacer una transfiguración en él, un cambio radical, se va a volver Israel, otro nombre que significa fuerte en Dios. Ya no está su fuerza en sus engaños, en sus mentirás, en sus cosas…

Incorrecto de nuevo. Recibe el nombre de Israel porque ya ha luchado y ha vencido, no empieza a ser fuerte con Dios a partir de recibir ese nombre, sino al revés, recibe el nombre porque ha sido fuerte con Dios.

«Pero ¿por qué este hombre/Dios ataca Jacob? ¿O es tal vez Jacob quien toma la iniciativa de la lucha? Él no quiere soltar la presa y se queda agarrado a ella, aun cuando el agresor, aparentemente más débil, golpea para librarse la articulación del fémur de Jacob, que se disloca. La lucha se prolonga toda la noche hasta despuntar la aurora, cuando el personaje misterioso le pide que lo deje con una aparente declaración de derrota. Jacob parece tener la percepción de tenérselas que ver con un personaje divino, porque antes de dejarlo pretende ser bendecido. Para recibir esta bendición ha combatido tenazmente hasta la luxación de la cadera. El "zancadilleador", que había arrebatado ilegítimamente la bendición paterna destinada su hermano (Gn 27), pide ahora ser bendecido, no con el fraude y el engaño, sino en la verdad, hasta tal punto que ahora es su pierna la que sufre las consecuencias. Le preguntó: "¿Cómo te llamas?". La iniciativa del personaje, al preguntarle el nombre, hace sobresalir ulteriormente su divinidad: parecía que Jacob era el más fuerte y, en cambio, sólo Dios puede preguntar el nombre, porque tiene el poder de hacer salir a la luz la verdad. Al preguntarle el nombre Dios le pregunta: "¿Quién eres?", obligándolo salir a terreno descubierto y a confesar su realidad profunda. Jacob ahora reconoce su verdad, no huye ya para esconderla, confiesa su realidad de suplantador y prevaricador de su hermano».

 

4 comentarios:

  1. Que cansinos estos protestantes sectarios del neo-invento, han hecho una Iglesia paralela enseñando y predicando temas de tipo Judío.
    Ni siquiera en las jornadas mundiales de la Juventud asisten para encontrarse con el Papa, sólo asisten para encontrarse con kiko, carmen, ahora será Ascensión y con Pezzi. Lo anterior sabéis muy bien que es así y no lo podéis negar.

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  2. Exactamente es así, en una de las JMJ cuando el kiko anuncio que no podía asistir, todos los kikorros se desanimaron y cancelaron su ida a la jornada. Patético.

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  3. Increíble como la mujer altera las Escrituras y la historia Sagrada inventando su propia versión y así lo hacen con toda la Biblia. Por ejemplo inventan cosas que Jesucristo no dijo en los Evangelios, unas veces añaden y otras veces quitan. Igualmente lo hacen con la vida de las personas de una manera atrevida, violando la intimidad y la privacidad.
    También práctican la adivinación, en mi caso los catequistas de turno me iban narrando hechos de mi vida que yo jamás había vivido, cuando los interrumpía para decirles no no eso no a sucedido en mi vida entonces se enojaban y me enviaban a sentar.

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  4. El Papa Francisco no pierde la ocasión para enviar zascas al cnc y ponerlos en su sitio.
    Como siempre, el Papa, aunque sin relación aparente vuelve a incidir en como tiene que ser el anuncio del Evangelio, puerta a puerta.
    A pesar de ello, seguro que los pata negras y el trio lalalala no se dan por aludidos y siguen como si no fuera con ellos:
    "Frente a los desafíos contemporáneos y a la tragedia de las guerras -escribe Francisco- es más necesario que nunca subrayar un aspecto significativo de la misión, el del testimonio de la paz, vivido en primera persona, individualmente y como pueblo". Un regalo de Dios que, dice, "estamos llamados a dar a su vez a los demás, entretejiendo verdad, justicia y misericordia". Un "compromiso – subraya – que hay que vivir cada día, en los distintos ambientes, para ser misioneros "puerta a puerta".
    Después de más de 50 años se atisban brotes del fin de este carisma.

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