Pastoral kika de Confirmación (V)

 

«FRECUENCIA 

Es importantísimo que la asistencia sea continua, excepto por motivos graves. En este sentido, sólo para dar mayor importancia a lo que se está haciendo, los niños deben llamar a los catequistas si prevén ausentarse o justificar la ausencia con una comunicación telefónica. También es conveniente recordar a los jóvenes la importancia de la asistencia: a medida que se acercan a la Confirmación, se les puede decir que, especialmente en lo que respecta a la convivencia final y la asistencia durante el tercer año, no harán la Confirmación si los catequistas no ven en el chico una preparación suficiente».

Gracias a Dios, en mi parroquia el único que da certificados de idoneidad es el sacerdote responsable de la pastoral. Y ningún padre ni kikotista con ínfulas le dice qué chicos están preparados y cuales no, porque tiene criterio y capacidad y tablas para comprobarlo personalmente. Y, por supuesto, es él quien decide si la asistencia ha sido suficiente.

«REUNIONES

Las reuniones se realizan en la parroquia una vez por semana, siempre a la misma hora y es conveniente que cada pareja de catequistas con su propio grupo tenga siempre la misma sala. Una buena hora para empezar son las 18.00 horas y la duración de la reunión debe ser de una hora y cuarto, una hora y media: por tanto, la finalización de la reunión será sobre las 19.15 - 19.30.

Aparte de las particulares en las casas, las reuniones se organizan de la siguiente manera: al inicio se reúnen juntos los chicos del mismo año, con los catequistas, en un salón. No es aconsejable reunirse en la iglesia (el ambiente demasiado grande es dispersivo y podría estar presente otra gente). Un cantor hace un canto de entrada y entra el presbítero, revestido con las vestiduras litúrgicas; un catequista, después de una brevísima monición, lee una palabra que tenga relación con el tema que luego será tratado en los grupos. El presbítero parte brevemente la palabra, Padre Nuestro, bendición y canto final. Duración máxima de esta liturgia inicial: un cuarto de hora. Luego cada grupo se retira con sus respectiva familia de catequistas a la sala asignada».

¡Cuánta ansia por hacer pasar a un matrimonio de kikos por la familia de los chicos! 

«En el encuentro se retoma la palabra proclamada y se injerta la catequesis en esta palabra, la rueda de experiencias, la resonancia por parte de los niños y de los catequistas. Los catequistas deben tener siempre presente la necesidad de ofrecer a los niños la Palabra de Dios no como algo teórico y ajeno a la vida sino como una ayuda concreta para su existencia, en la práctica deben ser ayudados en la actualización de la Palabra. La experiencia ha demostrado que a los jóvenes les gusta mucho todo esto: para ellos será una forma completamente nueva de acercarse a la Escritura».

Seguro que a los chicos les encanta sacar los trapos sucios de dispuestas con los hermanos… No espera, que aseguran que todos son hijos únicos. Vale de disputas entre en padre y la nueva novia y la madre y el otro novio, que antes lo fue de su tía. ¡Se lo pasarán pipa murmurando de los novios de los progenitores como otros intercambian cromos!

«Al final de la reunión es bueno hacer oraciones espontáneas para que los niños aprendan a orar. Es obvio que todos los grupos de un mismo año tendrán que tratar el mismo tema a la misma hora el mismo día para proceder en plena armonía en el desarrollo del programa».

Se trata de chicos que han hecho la Primera Comunión, es decir, paganos que no saben orar, según el CNC, porque para ellos nadie sabe rezar si no sabe poner las manitas así o asá.

Y vaya absurdo lo de cronometrar las sesiones en pro de la plena armonía.

«RELACIÓN ENTRE CATEQUISTAS Y NIÑOS

Si se comprende bien el espíritu de esta nueva pastoral de Confirmación, tal como se describe en la introducción general, es evidente que las relaciones entre catequistas y niños no pueden limitarse al encuentro semanal en la parroquia.

Hablando de relaciones entre catequistas y niños, entramos en un tema muy delicado ya que indirectamente también involucra a los padres. Es bueno que los contactos con los jóvenes fuera de la reunión semanal normal se inicien gradualmente, teniendo en cuenta, al menos en el primer año, la corta edad de los chicos.

La experiencia ha enseñado que, a partir del primer año, el primer encuentro con la familia de catequistas puede tener lugar en Navidad, es decir, después de unos dos o tres meses de catequesis. El encuentro se realiza en casa de los catequistas (cada matrimonio invita a su grupo a su casa) y se centra sobre todo en una catequesis sobre el pesebre. Al final, después de haber proclamado la palabra y hecho la oración, se ofrecerá una merienda a los niños. Después de Navidad, conviene repetir el encuentro en casa cerca de Pascua y de Pentecostés».

Es decir, todo con miras a la captación y manipulación de unos niños.

«Puede ser que algunos padres expresen el deseo de invitar a los catequistas a su casa, tal vez para devolver la invitación hecha a sus hijos anteriormente. ¡Es una oportunidad que no debe desperdiciarse!».

¿A suS hijoS? ¿Pero no era el universo del hijo único? ¿Y no sucedía que todos estaban divorciados? ¿Quién los va a invitar, el padre arrejuntado o la madre ennoviada con otro?

«Durante el segundo año se deben intensificar las reuniones con los chicos en la casa: deben mantenerse inmutables los encuentros de Navidad, Pascua y Pentecostés. Además los jóvenes serán invitados dos veces al año a las Laudes dominicales en familia y a almorzar».

Ya puestos se les puede advertir que si no tocan la guitarra será más difícil que sean encontrados aptos para la Confirmación.

«Es un encuentro importante que debe prepararse con sumo cuidado, dando gran valor a los signos (flores, mesa con mantel blanco, cantor). La liturgia de las laudes no debe ser demasiado larga ya que para la mayoría de los niños es completamente nueva. Por la tarde, alrededor de las 16 o 17 vienen los padres a recoger a sus hijos o los catequistas los llevan a sus respectivas casas».

La importancia de los signos: hay que advertir a los chicos que no se puede estar en camiseta y zapatillas. Pero que no hagan caso ni se enteren de nada no es preocupante, lo importante son los signos porque son como críos chicos que se quedan en las apariencias.

«Durante el segundo año, se puede invitar a los niños (incluso acompañados por sus padres) a las celebraciones eucarísticas de la comunidad. Además, se les puede invitar bien a la procesión de los Ramos o también a la Vigilia Pascual.

Está claro que esta segunda invitación (a la Vigilia Pascual) debe ser cuidadosamente evaluada, pero la experiencia ha demostrado que todos los participantes (padres e hijos) estaban muy contentos, sobre todo porque muchos de estos padres están lejos de la Iglesia».

Va a resultar que en Kikónides es normal que quien “está lejos de la Iglesia” se entusiasme en un sarao de muchas horas en las que no le dejan moverse del sitio. Y yo me lo creo.

«Durante el tercer año, las oportunidades de encuentro (excursiones, invitaciones a almorzar, invitaciones a laudes y celebraciones comunitarias) deben incrementarse o al menos mantenerse con la frecuencia del segundo año. La segunda parte del programa del tercer año (los Sacramentos) se realizará alternando los encuentros una vez en la parroquia y otra en casa de los catequistas».

En resumen, con la excusa de una pastoral sacramental, tan denostada en el CNC, de lo que se trata es de hacer proselitismo dirigido a mentes inmaduras.

«RELACIÓN ENTRE CATEQUISTAS Y PADRES

La experiencia ha enseñado que muy a menudo estas relaciones no son fáciles y que siempre deben gestionarse con cuidado. Es claro que cuando se trata de niños preadolescentes, los catequistas deben necesariamente tener contacto con sus padres. Estas personas, no acostumbradas a una pastoral tan original, siempre han visto al catequista como un maestro que enseña nociones y no comprenden cómo éste quiere ser un colaborador externo para ellos, que son los primeros educadores: por eso muchas veces, al menos al principio, se corre el riesgo de que interpreten toda intervención de los catequistas en la vida de la familia como una intromisión abusiva o una intromisión no deseada. Corresponderá, pues, a los catequistas demostrar su espíritu de colaboración, superando la desconfianza y, a veces, los celos de los padres .

Un rasgo que identifica a los neocatecumenales es su incapacidad para reconocer sus errores. Es un rasgo que procede de su padre, que se puede disfrazar de ángel de luz, pero no puede ser humilde ni reconocer un fallo. Así que ante el hecho de que los padres les paren los pies, se revuelven y los acusan de estar celosos, cualquier cosa menos reconocer que esos padres tienen razón.

«Los primeros contactos con las familias son por teléfono, quizás para preguntar por el motivo de una ausencia del niño. Más adelante, durante el primer año, es necesario que estos contactos se vuelvan personales ya que es fundamental que los catequistas conozcan la situación familiar de los niños. Los catequistas tendrán un tiempo de encuentro con los padres durante el ágape posterior a las penitenciales. En las relaciones con los padres no hay reglas precisas, pero sería bueno programar visitas a las familias con el presbítero».

En suma, intromisión, intromisión, intromisión. Y si queda algo de tiempo, otra intromisión.