Traditio symboli (CXXI)

 

Kiko: ¿Cómo te llamas? ¿Tú estabas ciega antes del camino?

M.: Sí, estaba ciega, pero no sabía que estaba ciega, no conocía mi pecado. Veía que la gente era pecadora pero yo no, porque me portaba bien, rezaba mucho, iba a misa. Nunca había experimentado la misericordia de Dios. Escuchaba hablar sobre el perdón de los pecados y me confesaba, pero sentir el perdón de los pecados, ¡esto nunca!

El problema de quienes tratan de agradar al kikotista por encima del todo es que a veces se pasan de frenada, como en este caso: Qué absurdo estar convencida de que ella no era pecadora y, sin embargo, ir a confesar… ¿Acaso se confesaría de los pecados de los demás?

Kiko: ¿Cómo te abrió los ojos el Señor?

M.: Poniéndome barro, llevándome a un catecumenado por su gracia. Como yo no me veía necesitada de absolutamente nada, no entendí casi nada en la catequesis, ¡solo que no moría! Pero como no me sentía muerta, pasaba mucho tiempo acompañando a mi esposo solo para estar a su lado. Pero no sé en qué momento del camino comencé a darme cuenta de que la palabra me juzgaba.

Esto es importante en la comunidad y en el CNC: lo interesante de escuchar la palabra no es descubrir el inmenso, infinito amor de Dios, sino sentirse juzgados por ella, sentirse pecadores o como dice Kiko, tan sensible él, que eres un ladrón, un adúltero, un egoísta, un avaro, un exigente, que vives para ti, que no amas, que no amas, que no puedes amar a nadie. Siempre negativo, nunca positivo.

Kiko: ¿Todavía te quedas dormida?

M.: No. Esto no quiere decir, sin embargo, que a veces no me amodorre un poco porque duermo cuatro o cinco horas al día; pero en el corazón no me duermo.

En lugar de perder el tiempo en kikadas, le iría mejor si durmiese más horas, total, en su corazón está en vigilia.

Kiko: ¿Cuál es el barro que te ha puesto? ¿Tú cómo eras?

M.: Yo soy una persona que, si supiesen como soy, sería despreciada por la gente: soy envidiosa, orgullosa, me hago un ídolo de cualquier cosa, excluyo a Dios como el primero y me voy tras los ídolos. Soy justiciera, soy avara, soy asesina, etc.

¡Menos mal que se creía que no tenía pecados! Pero se nota que tiene mucha experiencia en confesarse, aun sin conocer sus pecados, suelta la retahíla de un tirón y tan pancha.

Kiko: ¿Has experimentado que el Señor te ha amado muchísimo?

M.: Sí, porque de lo contrario no me hubiera permitido verme así. Y si Él no hubiera estado a mi lado y no me hubiera amado, yo me habría pegado un tiro, no lo hubiera soportado.

Ese es el quid. El primer grado de la alienación kikótica consiste en asumir que eres el último y el peor de todos: todos los días matas, todos los días adulteras, todos los días robas y mientes y engañas y ofendes y eres un justiciero y te vas tras los ídolos. No solo eso, además es que no puede dejar de ser adúltero, asesino, ladrón, mentiroso, avaro, justiciero, afectivo y tal.

Cuando te das cuenta de ello, realmente es para deprimirse y matarse.

Pero el segundo grado de la alienación kikótica te rescata, porque consiste en aceptar que diosito te quiere así. Y entonces te entra un gustirrinín y entras en un descanso maravilloso, porque no importa que seas todo lo anterior y que lo vayas a seguir siendo toda tu vida.

Además, he podido experimentar que me amaba al sentir el perdón de los pecados; he podido entender, después de muchos años, después de haber hablado mucho sobre la conversión, qué es la conversión. Recuerdo que Carmen me dijo en la Iniciación a la oración: "¡Tú conviértete!" y yo pensaba: “¿Qué será convertirse?”. He podido experimentar que Dios te lleva a lo largo de tu vida y te hace pasar a otra órbita, aunque sea por un momento, y te hace ser otra. He experimentado esto tan profundamente que solo aquellos que lo han experimentado pueden entenderlo.

Tercer nivel de alienación kikótica:: creerse especiales.

Kiko: ¿Estás dispuesto a predicar esto? ¿Ves que Dios te ama en tu historia? 

Y esta es otra de las neuras con la que se alcanza el cuarto grado de alienación kikótica: tienes que ver en tu historia el amor de Dios en acontecimientos tales como una enfermedad -el cáncer es muy socorrido-, quedarte en paro, que se mueran tus familiares... ese tipo de cosas.

M.: Si.