Traditio symboli (CXII)

 

Kiko: ¿Cómo te llamas? ¿Estabas ciega antes del camino? ¿Qué es lo que no veías?

B.: Veía más que nada el pecado de los demás, no conocía para nada mi pecado. 

Kiko: Entiendes que si no veías tus pecados no podías ver la luz, porque San Juan dice en una epístola: "Quien dice que no tiene pecado hace a Dios mentiroso". ¡Claro! Si Cristo vino a morir por todos los hombres, por los pecados de todos, es porque todos tenemos pecados: ¡quien no los ve, nunca podrá ver la luz! ¿Cómo te ha abierto los ojos el Señor?

Así pues si eres un pecador y no vas a poder dejar de serlo, ¿para qué preocuparte? ¿Para qué perder el tiempo queriendo corregirte? Diosito te ama pecador. Relájate y disfruta.

B.: A través de la catequesis, en la comunidad, a través del Camino.

Kiko: ¿Cómo te ha abierto los ojos? ¿Qué ha hecho contigo? El ciego dice: "Me puso barro en los ojos y me dijo 'Ve y lávate'". Estoy partiendo de esta catequesis para que la entiendas mejor. Cristo Ha puesto barro en tus ojos, al menos te ha permitido ver tu realidad, que eras ciega. ¿Qué has visto dentro de ti?

Otra vez el regodeo por conocer pecados ajenos. También habrá visto dentro de sí alguna obra buena, supongo, pero a Kiko solo le interesa conocer tus pecados, sus caridades y cositas de beatorros te las puedes guardar para ti.

B.: La soberbia, que soy envidiosa, que juzgo a todos.

Ya tiene una cosa en común con Kiko, que también juzga a todos: los religiosos de misa de 12 no son cristianos, los curas son unos clericales, los obispos, unos endemoniados…

Kiko: No tengas miedo: el hecho de que el Señor nos esté dando su Espíritu no significa que no nos haga ver que somos pecadores, y cada vez más. Pero hay una serie de pecados que deben dejar de existir, y si aún existen, es un mal asunto.

Aclaración: puedes seguir siendo un adúltero o un fornicario, conozco hechos concretos de un marido adúltero en el último paso de la elección y de una joven tunicada que fue madre soltera después del viajecito a Israel, pero no puedes ser un desobediente, no se admite que cuestiones las disposiciones de los kikotistas, no está permitido que a estas alturas del Camino no hayas crucificado la razón. Esos son los pekados graves que, si aún existen, te cierran el camino.

B.: Está bien. Veo que soy orgullosa y que me cuesta perdonar.

Kiko: En este momento, ¿tienes algún enemigo, alguien a quien no perdonas?

B.: Por mi parte, estoy en sufrimiento si no perdono; concretamente siempre tengo discusiones en el trabajo con un colega que no me habla: es decir, no nos hablamos, y yo estoy sufriendo.

Kiko: Entonces por medio del barro has visto tu realidad de pecado, tu orgullo. ¿Qué más has visto?

B.: Que soy agresiva, envidiosa, no acepto las cosas...

No es coherente afirmar primero que no conocía su pecado, que solo veía el de los demás y a continuación declararse agresiva. Es difícil no percatarse de que una es agresiva; si una es mansa o agresiva lo sabe, como sabe si es rubia o morena, alta o baja. No necesita unas kikotesis para descubrirlo.

Kiko: ¿Has visto la gloria de Dios manifestada a través de todas estas cosas?

B.: He visto que por encima de todos mis pecados está Él.

Kiko: ¿Qué ha hecho Dios con tus pecados, con tu realidad? ¿Cómo te ha salvado Dios?

B.: Envió a su Hijo Jesucristo que murió por mis pecados para darme la vida, que se crucificó por mí para darme la salvación.

Kiko: El pecado había creado un cerco debido a nuestro miedo a la muerte. Y experimentando la muerte, porque no nos sentimos amados... ¡claro! Porque quienes experimentan el amor de Dios no temen a la muerte. Por el miedo que tenemos a la muerte somos egoístas y dependemos del dinero, dependemos de todo y no soportamos ser subestimados por la esposa, por los amigos, por los hijos, en el trabajo. Jesús vino a liberarnos de todo esto. Vino a destruir el pecado en la carne. Recuerdo la última vez que vine a esta comunidad: os prediqué un kerygma partiendo de lo que significa vivir en la carne. El hombre que vive con el pecado vive las concupiscencias del cuerpo y trata, a través de las concupiscencias, de satisfacer los deseos de amor que tiene por medio de la sexualidad, pero desviándola. La esencia de la sexualidad es morir, es darle vida a alguien, pero como el hombre de la carne no tiene amor, usa la sexualidad para darse vida a sí mismo.

Ya empiezan los desvaríos. La esencia de la sexualidad no tiene nada que ver con la muerte, sino todo lo contrario.

La esencia del trabajo es el servicio, trabajar igualmente significa morir por servir, pero lo usas para ti mismo, para ganar dinero.

La esencia del trabajo no es el servicio, sino la materialización del dominio del ser humano sobre la tierra. Otra cosa es que el trabajo se especialice, de tal modo que no todos hacen de todo y que lo que cada uno hace sirve a muchos.

Lo mismo ocurre con las relaciones sociales, el arte, todo se vive en la carne. La carne es impotente para obedecer a Dios a causa del pecado (esta catequesis es muy sencilla, ¡debéis conocerla!)

Traducción: debéis aprenderla como loros y repetirla cada vez que haya ocasión.

 Y esto provoca una profunda fuente de insatisfacción en el hombre. Como la naturaleza no ha sido pervertida por el pecado, el hombre sabe que el amor es la verdad, pero experimenta en sus miembros otra ley, que lo encadena, lo esclaviza, una ley que experimenta constantemente: su burguesía, su comodidad, el hecho de que no puede amar, que debe amar, pero no sabe amar. Dios ha dicho: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo"; así pues, el hombre que no puede amar experimenta la insatisfacción.

Otra constante en los traumas kikiles: el pobrecito hombre quiere amar, pero no puede porque no es libre, es un esclavo. Pero si no es libre para actuar como lo hace, entonces no hay pecado en él, puesto que él no ha elegido ser como es, por lo que no puede ser condenado y, en consecuencia Cristo no puede salvar de nada al adicto a la kikotina.

Para escapar de esta insatisfacción, intenta vivir menos, vivir de modo plano, más burgués, sin darse cuenta de muchas cosas, sobre todo pensando en el fin de semana, esperando que haga buen tiempo para marcharse a alguna parte, poniendo su libido, su propia realización, todo su ideal de vida en tonterías, en estupideces. Hay gente que aplana su vida para no sufrir: todo su sueño es salir a cazar, a pescar... ¡Imaginaos!

Hay gente que aplana su vida para no sufrir. Todo su afán es ir a la comunidad, el trípode, la convivencia de sillas voladoras, los pasos, las bolsas, la obediencia ciega al kikotista para no tener que pensar, para no asumir las responsabilidades de la vida adulta. Se alienan para ser infantiles toda su vida.

Y esta es la vida, no hay nada más: ¡debe escapar! Y uno se convierte en un monstruo. Hay personas para quienes toda la vida está en el sexo, en acostarse con una y con otra, en hacer esto o aquello.

Hay gente tan desgraciada que toda su vida está en la comunidad, en parir hijos como conejos, en hacer pasos y más pasos y llenar bolsas y más bolsas sin convertirse nunca, sin llegar a conocer el amor y la gratuidad de Dios.

Donde antes estaba Dios que daba sentido a nuestra vida, ahora hay un vacío de Dios y por eso, para llenar ese vacío, ponemos diferentes ídolos. Algunos son monstruosos, otros son pequeños: para unos es el sexo, para otros el dinero, o la comodidad, el prestigio, el fútbol; para otros es “¡no me cuentes historias!”; tal vez este viejo del pueblo está jugando a las cartas y no quiere nada más, no pide nada más que beber una copa de vino. ¡Qué horror! ¡Y no le preguntes nada, porque ni siquiera piensa!

Igual que un kiko. No le preguntes nada, que primero tiene que consultar con sus kikotistas para saber qué responder.

Pero ¿es posible que un hombre de 70 años no piense? ¡Nada, absolutamente nada! Se fuma su cigarrillo al sol. ¿Crees que es feliz? Como este hombre ha sufrido mucho, se convierte en avestruz ... ¿Es esto posible? ¡Y todavía quedan muchas otras cosas! Hay ancianos que solo piensan en hacer guarrerías con los niños y en eso consiste toda su vida. Imaginaos que ha habido personas, ingenieros, directores de empresas, que tienen hijos ya casados, que van a los parques a ver si se llevan a cualquier niño, y su vida es así.

Maledicencia, difamación, calumnia y chismorreo, ese es el discurso de Kiko. Si fuese honesto, aquí tendría que escandalizarse el noni que reclama actas notariales al padre Pío. ¿Cómo podría no ser un falso profeta quien así juzga y condena cada vez que abre el pico?

El hombre es libre y puede destruir su existencia. Nadie está libre de esto, la libertad que Dios le ha dado al hombre es grande, grande.

¿Tú estás dispuesto a predicar a Jesucristo? ¿Tú ves hoy el amor en tu vida?, ¿te sientes amada por Dios? Sabes que si te sucede algo desagradable, malo, sabes que Dios lo permite porque ha hecho el mundo con la libertad; si mañana un ladrón te ataca en la calle y te apuñala, Dios sabrá trocarlo en bien, te hará aterrizar, te hará entender más, ¿no?

Otro mantra kikil: si tu hijo muere en un atropello, es porque diosito lo ha permitido y es porque a ti te hacía falta para tu conversión. Y se quedan tan anchos.

B.: ¡Sí!