Tostón de inicio de curso 2021-22 (IV)

Tras la sarta de errores y falsedades a cargo del gurú, se proclama un fragmento de la primera carta de Juan (en el mamotreto italiano, mucho más breve, el fragmento es 1 Jn 1,1-2,11; en cambio, en España lo alargan hasta 3,16) que lamentablemente no surte ningún efecto sobre Kiko, porque junto tras la lectura prosigue propalando falsedades.

«Fijaos en lo que dice San Juan: quien odia a un hermano -y todos odian a alguien- quien odia a un hermano es un asesino. ¡Un asesino!».

O Kiko miente y saca lo que le sale de dentro al afirmar que todos odian o bien en el CNC todos habitan en tinieblas y en sombras de muerte.

Kiko sigue “soltando flores” de sus seguidores:

«Una hermana de la comunidad que no acepta a la otra porque en la convivencia no sé qué dijo, la atacaron y está ahí fastidiada, no tiene vida eterna en ella y no quiere perdonar: -no señor, el perdón tiene sus límites... Y tiene que ir la hermana que habló mal a pedirle perdón porque esa hermana es muy soberbia (…) basta que en una convivencia te digan una palabra mal dicha con cierta música, con retintín, para que las tinieblas cieguen tus     ojos y ya no perdonas; estás en las tinieblas y detestas a esa hermana o a ese hermano».

Y estos que se pican como crío chicos son los que llevan cincuenta años consumiendo kikotina.

«Tienes dentro el Espíritu Santo para perdonar, pero puedes darle ocasión al demonio, porque eres un orgulloso que no puede soportar la injusticia, puedes darle ocasión al demonio. Y sabiendo que debes perdonar y que tienes la capacidad de perdonar por la gracia del Espíritu Santo, tú no perdonas, no te dejas vencer por quien te ha hecho una injusticia, pues dale ocasión al demonio, y ya verás lo que te pasa: el demonio ha entrado».

«Hay hermanos que aunque hayan terminado el Camino y sean catequistas, les hacen una injusticia y no vuelven por la comunidad, no vienen, quedan heridos (...) basta   un gesto para destruir a un hermano, basta media palabrita, porque nos falta humildad».

Con lo que además de dejar clara la malísima opinión que tiene de todos sus leales, también demuestra que no tiene ni repajolera idea de lo que es la Justicia, que es atributo divino. Pero no hay que preocuparse, porque a continuación asegura que en la iglesia primitiva solo había tres pecados mortales, a saber: la apostasía, provocar la muerte física y el adulterio, de modo que los kikos pueden dedicarse a odiar a todos y seguir con sus ‘ukas’ que valen como 100 tan ricamente. Eso sí, a los primitivos se les olvidó incluir la no asistencia a la comunidad como pecado grave.

Lo anterior le da pie para afirmar: «Me conmueve este amor que el Padre tiene por mí y por vosotros». Un amor restringido a ellos, los elegidos, porque los beatorros de misa de 12, que no se toman a chacota los pecados capitales, no son merecedores del mismo.

«Está claro que podemos estar inquietos porque constantemente todo está amenazado, todo es precario (…) La precariedad nos rodea, esta precariedad es santa, Dios la permite porque debemos estar constantemente débiles y necesitados de apoyarnos en Cristo. Si no tuviéramos la precariedad no nos apoyaríamos en nadie. Por eso la precariedad de la enfermedad, la precariedad de la vejez, incluso la precariedad del Camino mismo -mañana puede venir una persecución, puede pasar de todo-, incluso tu familia, todo es precario».

En otras palabras, no es el amor ni la fe lo que mueve a los neocatecumenales, sino que como los paganos solo buscan remedio para sus males, y rinden culto con sacrificios y holocaustos para ser librados de estos.

«Pero lo más grande es que nos da la vida inmortal que habita en nosotros, la vida eterna, y nos llama a vivir nuestra fe en una comunidad».

A todos llama Dios a vivir en la gran comunidad de la Iglesia. Es un error poner a un grupúsculo por encima de la Iglesia.

«Os digo una cosa: solo en el cielo os daréis cuenta de la gracia que la Virgen María nos ha dado al venir a decirnos de hacer una comunidad como la Sagrada Familia de Nazaret, es decir, vivir nuestra fe en una comunidad cristiana concreta, con hermanos concretos, donde uno está enfermo, otro se muere, donde hay una mujer neurótica, otro medio loco, otro que siempre llega tarde, otro que nunca habla. ¡Una comunidad concreta!».

La realidad es que no existe el menor parecido entre la Sagrada Familia de Nazaret y una comunidad en la que hay una neurótica, un loco a medias, un impuntual, un mudo… No es ninguna gracia cambiar la verdadera comunidad de los creyentes por semejante sucedáneo.

Así que para retener a los que quedan, cada vez menos y mayores, dice: «hermanos, todos morimos con la comunidad alrededor cantando el Credo, mientras la comunidad canta el Credo Cristo aparece y toma tu espíritu, te hace uno con Él y te lleva al cielo».

¿Entiendes? Ni juicio y purgatorio. Tú no te preocupes de nada, ni hace falta que dejes de odiar, puesto que esforzarse sería un moralismo, solo tienes que seguir a Kiko de por vida que él te enchufa para que llegues al cielo.

Aprovecha también el divo para, según él, citar a San Juan Crisóstomo que se escandaliza de quienes, diciéndose cristianos, se entristecen ante una muerte, motivo que lleva al santo, presuntamente, a asegurar que es poca la fe de esos tristes. Dice que es una cita, pero me da que no existe más que en el universo paralelo de Kikónides.

Y, por fin, deja irse a la aburrida audiencia para que escrute: «Ánimo, demos gracias al Señor que nos ha traído a esta convivencia y por las gracias que quiere darnos en esta convivencia. Ahora tendremos un encuentro con Él, iremos con la Escritura y dejaremos que nos penetre, que hable a nuestro espíritu».

Ahora, es decir, que todo lo precedente solo era morralla. Y también dice:

«Nuestra vida es un misterio enorme, un misterio que nos haya elegido, un misterio que me ha elegido a mí y que me ha llevado a vosotros».

Porque en el CNC todo es mágico y, siguiendo ese razonamiento, también es un misterio que una niña “haya sido tocada” por un presbi. Lo que pasa es que no hay tal misterio, el presbi que toca niñas es un canalla y quien vive a costa de otros, un caradura.