Del mamotreto de los dichos de Carmen (I)

 

Como sabéis, tras la muerte de Carmen (gran noticia, según Kiko) los neocatecumenales se aprestaron a la ingente tarea de reunir, leer y clasificar los papeles de la finada. Así hicieron saber que Carmen había escrito un diario a lo largo de no sé cuantos años, y se apresuraron -se supone que con permiso de la familia- a sacarlo a la venta con el argumento de que todos tenía derecho a conocer el ser profundo de Carmen.

Yo no lo he comprado ni mucho menos lo he leído, pero por lo que tengo entendido el tal diario es un muermo en el que una y otra vez, a lo largo de días, meses y años, Carmen deja constancia de su tristeza y amargura, algo así como un “yo, me, mí, conmigo, no me aguanto, estoy triste, esto es un asco” aderezado con reclamaciones a Jesús para que acuda y se manifieste en su vida, es decir, para que se someta a su voluntad.

Lo de los diarios era la parte fácil y por eso se dieron prisa en convertirlos en negocio editorial. Lo chungo chungo chungo era y es organizar los textos de las intervenciones de Carmen a lo largo de años de reuniones con las comunidades neocatecumenales. Pero esforzadamente se pusieron a ello, pues sabían que sería imprescindible hacer un profundo lavado de cara a dichos textos para hacerlos pasar no solo por relatos coherentes, sino por relatos cristianos acordes a la tradición y al magisterio de la Iglesia.

He tenido acceso a parte de dicho material. No a las grabaciones originales de las intervenciones orales de Carmen ni a los textos transcritos de las mismas, sino a un documento más elaborado en el que el recopilador se afana por teñir párrafos abstrusos para hacerlos pasar por hondura del pensamiento de Carmen y profundo conocimiento de la realidad del mundo y de la naturaleza humana, de la revelación y de los misterios de Dios.

Lo más hilarante es cuando intenta defender que no se trata en modo alguno de que el lenguaje de Carmen sea burdo e insuficiente, sino que se expresa sin pelos en la lengua y con un vocabulario asequible a todos. ¡Por favor! Se inventa palabras y expresiones y retuerce las frases o las deja a medias.

Reconozco que a lo largo de cerca de 300 páginas me he reído mucho por el contraste entre las alabanzas desmesuradas del recopilador y la descarnara realidad de las citas de los textos de Carmen, que muestran una mente caótica, que salta de una idea a otra, que se expresa mal, se trabuca, se inventa palabras y que, consciente de su incapacidad para exponer cualquier asunto sin desviarse, argumenta que lo que pasa es que intenta expresar cuestiones tan elevadas e inefables que ninguna palabra alcanza.

Es obvio que no resulta fácil hacer pasar a alguien así por un portento, pero es incluso más difícil sostener que la capacidad de Carmen para transmitir sus brillantes conocimientos era digna del mejor pedagogo de todos los tiempos y reconozco que en este punto el recopilador ha estado hábil, pues lo que hace es citar a un padre jesuita que -según se cuenta en la recopilación de textos carmelitanos- debe al pico de oro de Carmen su conversión a la fe verdadera.

La elección del citado no es casual, pues se han ido a buscar no solo a un jesuita, sino al provincial de Argentina y Uruguay (aunque no parece muy afín al Papa como puede leerse aquí). Ignoro el grado de conocimiento que pudo haber entre este jesuita y Carmen, pero dudo que fuese mucho dado que Argentina está muy lejos de España, pero esto es lo que dice de ella el padre Velasco:

«Carmen sabe mucho, Carmen vive mucho, Carmen es muy clara, Carmen profundiza porque ha ido a las fuentes y ha tenido grandes maestros –como el P. Farnés-. Carmen está muy bien formada, lee y estudia muchísimo, tiene gran capacidad de síntesis y una claridad enorme. Sus exposiciones y exegesis sobre textos o palabras de la Escritura son luz y sabiduría, buenas para la inteligencia y para el corazón. Tiene una mente muy lucida y muy clara». Padre R. Velasco, SJ.

Ante semejante alabanza no me he podido resistir a buscar la luz y la sabiduría esas que dice el padre Velasco que hay en las exposiciones de Carmen sobre la Escritura. La verdad es que, luz, luz, ninguna he hallado; sabiduría, poquita, pero diversión y risas, he tenido muchas con la lectura.

El caso es que como parte del trabajo recopilatorio de discursos de Carmen, alguien se ha tomado el trabajo de intentar clasificarlos en función de la temática.

Podría parecer fácil, pero si algo caracterizaba a Carmen era que empezaba mencionando la luz para subirse a los cerros de las fiestas del judaísmo, pasar por los errores del marxismo, continuar con una mención a la mujer y su manida fábrica de la vida, hacer una pausa para recordar que la cruz es fundamental, asegurar que la historia no se entiende sin la palabra o sin la geografía o sacar a colación el último libro que se ha leído que no tiene nada que ver con lo anterior. En suma, ¿en qué temática caería dicho discurso?

Por eso, el recopilador ha tenido que despiezar los textos en fragmentos pequeñitos, no solo para eliminar las partes más inadecuadas -por ejemplo no hay una sola mención en cerca de 300 páginas a hechos tan concretos como el diezmo o los escruticidios- sino también para poder clasificar los fragmentos en las diversas temáticas consideradas.

A partir de ese primer esbozo de clasificación (el propio recopilador reconoce que su trabajo es mejorable), me he permitido hacer una criba, reordenación y recatalogación de los textos carmenalicios a fin de mostrar esa supuesta claridad de ideas de Carmen en un orden que a mí me parece más lógico.

Y el primer tema a abordar no podía ser otro que la Creación.

Pues bien, en los fragmentos de Carmen considerados dignos de interés por el recopilador de sus textos, se habla de la Creación desde un punto de vista de aficionado a la astronomía de andar por casa en zapatillas, si me entendéis, con mucha palabrería desordenada. Pongo a continuación un par de fragmentos con lo que ella dice, pero para no alargar mucho la entrada dejo el análisis así como algún otro fragmento para una futura entrada.

«Yo por eso decía ayer que para ayudaros a salir de lo que vemos, no vemos que ahora se está moviendo la tierra, no vemos que estamos navegando en el espacio, os digo todo esto para que veáis que hay muchas cosas que nosotros no vemos ni tocamos, ni nuestra inteligencia puede llegar a percibir, parece que estamos aquí tan estables sobre la tierra, y la tierra es una nave espacial que va a velocidades inmensas por el universo y nosotros estamos en esta aventura universal» (Mamotreto de las transcripciones de Carmen, p. 48).

«Ahora mismo todas las teorías del “big-bang” están cayendo porque han encontrado galaxias en formación. Y dentro de este universo impresionante que no se sabe dónde comienza ni donde acaba, ni de dónde ha salido, esta nuestro planeta azul maravilloso que gira con un hombre libre. Y Dios, que dirigiendo la historia de todo y que vencerá en todo, deja libre al hombre para que se realice. La ciencia está buscando las leyes, y ha descubierto tantas cosas, la de la gravedad, y ahora descubre otra, y otra, y descubriendo las leyes que están en el universo puede hasta el realizar cosas en la técnica, etc. Nada más que copiando la naturaleza, aplicando las leyes que descubre en la naturaleza.

La naturaleza está regida por leyes, que las leyes no son estas cargas jurídicas del Derecho Romano, sino que es la armonía maravillosa de todo el universo que está regido de una forma impresionante, como son nuestros ojos, nuestro corazón, todas las cosas fantásticas en las que nos movemos. Pues ahí, en este universo grandioso existe el Espíritu, que también lo experimentamos, como experimentamos la vida y experimentamos el respirar, experimentamos que tenemos un espíritu» (Ibid., p. 173).