Tostón publicitario de Adviento 2020 (II)

 

Segunda entrega del tostón publicitario del Adviento del providencial año 2020.

Sé que Kiko tiene a gente de su confianza muy pendientes de este blog para repartir tirones de orejas a aquellos kikotistas que suben a internet arkanos arkanísimos -como este tostón publicitario- y obligarles a retirarlos. Tal vez, al final diga el nombre de los kikotistas y el lugar del mundo donde tuvo lugar esta reunión. O tal vez, no; que los busquen. De momento, lo interesante es que le estoy dando a Kiko la oportunidad de que compruebe si los loros se ciñen bien a su papel o si dicen lo que quieren.

Y sin más dilación…

Por eso digo, Dios hace una elección. Te elige, te llama y te da el Espíritu Santo para poder amar. Y te da una comunidad para que tú puedas a amar a esta persona, amarla.

Y te da una familia, y te da unos amigos, unos compañeros de trabajo, o compañeros de estudio, te da una parroquia de la que eres una célula -¿viva?-. Te da más oportunidades de amar de las que puedes abarcar sin necesidad de poner un pie en ninguna comunidad.

Entonces, la pregunta hoy dice: pero ¿tú amas a estos hermanos? Los amas si tienes dentro a Cristo, el Espíritu Santo dentro de ti que te da este amor hacia el otro. Amor difusivo, pues si tú recibes este amor de Dios, no puedes tenerlo para ti, no puedes guardártelo adentro, no puedes, porque el amor de Cristo es amar al otro, darse al otro, darse a tus hermanos de comunidad.

No. El amor de Cristo no es ama a tus hermanos de comunidad de “pedores” y apártate de todos los demás. En el momento en que estableces una diferencia entre ellos y vosotros, es que no amas. Los apóstoles, por remitirme a los primerísimos cristianos, no predicaron el amor de Dios solo para unos pocos, sino que se lo contaron al mundo entero. Porque es para todos. Por eso, quien lo restringe, ni es cristiano ni ama.

Y este amor que el Señor te ha dado, te pregunto: ¿tú amas a los hermanos? Porque muchas veces decimos: “No, yo no amo a nadie, yo…”. ¡Cuidado! Cuidado. Si tú ves que no amas: “Señor, dame tu espíritu para poder amar mis hermanos”. No te escandalices de ti; eres como eres. Yo soy como soy: débil, pobre. Muy bien, pero Dios te ha elegido para una misión: amar. Tu misión es amar a los hermanos. Ser un cuerpo solo tu comunidad.

Eso tiene nombre: gueto. Y una misión tan patética y mísera no viene de Dios.

Por eso, esta noche te digo: mira qué maravilla. No sé si lo has visto. Qué maravilla es que Dios te haya dado una comunidad, pero tú puedes verlo mal en los hermanos. Decía hoy con Mari Carmen: “¿Tú vas a la comunidad?” Dice: “Todo está mal”. Hay hermanos así: Todo está mal. ¿Sabes por qué dice esto? No entienden nada, no entiendes nada. No tienes a Cristo dentro de ti. Si tuvieras a Cristo, como dice san Pablo: “No soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí”.

Esta palabra la pueden decir todos los cristianos. Cristiano: quien ha sido revestido de Cristo, que tiene a Cristo dentro de sí. Y uno que va a la comunidad y es cristiano, ve a todos los hermanos estupendos. Una maravilla. Un don de Dios esta comunidad, un don de Dios estos hermanos y los peores, los que te insultan y que te tratan mal, un don de Dios. Un don de Dios.

Mentira gordísima. Cuando Jesús va a casa de Zaqueo, que era jefe de publicanos y rico, no le dice que es una maravilla que se lo monte tan bien con el dinero de los impuestos. No le dice que sea estupendo como vive. El cristiano está llamado a ser luz, no a ser un felpudo. Y jamás un don de Dios insultará ni tratará mal.

Y Dios es más inteligente que tú. Pero ¿y si este camino no sirve? El inteligente sabe, tú eres más sabio que Dios que lo ha suscitado, Dios lo ha hecho entrar en la parroquia… Y tú: “No, esto no sirve o no importa”. Tú sabes más que Dios. Tú eres Dios.

Más mentiras. No solo pretenden hacer responsable a Dios de una mala obra humana, sino que si osas ser luz para hacerles ver lo que está torcido y que pueda ser enderezado, te atacarán con el mantra de que no te enteras, de que te has puesto en el lugar de Dios -y para eso ya está ellos- y de que eres un soberbio.

Esto es el pecado gravísimo del hombre soberbio, y con esta soberbia claro que verás todo mal. Los hermanos los ves todo horrible: este que habla mucho, este que llega atrasado, este que no habla nunca. Hay una iglesia de silencio: este no habla nunca, nunca habla, no sé ni cómo se llama dentro de poco, porque no habla nunca, ningún eco, cuando le toca preparar no va. Siempre juicio con todos los hermanos.

Pero el Señor… Te anuncia esta noche el Señor que te ha hecho un regalo enorme. Es un regalo que Cristo habite en ti. Si habita en ti Cristo, automáticamente amas a los hermanos. Y si no tienes, pídele: “Señor, ayúdame, dame tu Espíritu Santo”. Es el Espíritu el que te empuja a ir a la comunidad y se alegra el Espíritu Santo, se alegra cuando nos reunimos, porque ¿cómo puedes amar a los hermanos sin ir ni reunirte con ellos? Y diría que es un pecado grave no ir a la comunidad, un pecado contra el Espíritu.

Le ha faltado decir que no dar el diezmo es un pecado aún más grave. Pues no son nadie estos kikotistas inventándose pecados falsos en los demás para no ver la viga que tienen en el ojo.

El Espíritu Santo te empuja y se oye solamente, y tú dices: “No”. San Pablo dice: el que deja… se ausenta de la comunidad, de la asamblea, lo dice muy claro.

Lo dice tan clarísimo que a saber qué era lo que decía. Lo que sé es que san Pablo jamás puso la condición de someterse a una comunidad para salvarse.

Por eso, mira, el Señor te ha hecho un regalo, te ha hecho el regalo de la comunidad, de los catequistas, de la palabra, de la Eucaristía… ¡Cuántos regalos!

¡Cuántas mentiras en la boca de uno que pretende hablar en nombre de Dios y enviado por no sé qué obispo.

Pero uno dice: “Todo está mal, a mí no me gusta”. Esta actitud, el Señor viene en este Adviento, viene para ayudarte, viene en este anuncio para ayudarte, viene a decirte quién eres tú. Quién eres tú, siempre juzgando, siempre murmurando, siempre pensando mal del otro. Dice que el Señor te ha dado una comunidad para amar los hermanos, para perdonarlos, para aprender a hacer la voluntad de Dios y que no coincide con tu voluntad muchísimas veces.

La voluntad de Dios para su hijo Jesucristo ha sido la cruz. Eso dice: Oye, qué padre tan horrible, ¿verdad? Un padre que, para su hijo, la voluntad del padre es que suba a la cruz.

Otro retorcimiento perverso de la verdad. La voluntad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo ha sido salvar a sus criaturas perdidas por el pecado. El medio ha sido la cruz del Hijo. Confundir el medio con la finalidad o es muy perverso o es de muy ignorantes. En ninguno de los dos casos, quien sostiene tal perversidad puede hablar en nombre de Dios.