Si no vas a la comunidad, eres de esos que niegan la resurrección (I)

 

Tengo que empezar por recordar los principios del doctor Lifton para identificar a grupos coercitivos. No por casualidad se da la circunstancia de que todos esos rasgos coercitivos se practican con fruición en el CNC. 

Pero de entre todos, quiero destacar el uso y abuso que hacen de la infalibilidad y de la dispensación de la salvación. Y para demostrarlo, voy a hacer uso únicamente de lo que se suponía era un inofensivo discurso por parte de los kikotistas de nación con el fin de animar a sus afligidos neocatecúmenos y llenarlos de esperanza y de resurrección o, más apropiadamente, llenarles la cabeza de consignas.

Me refiero al vídeo en el que Julio e Isabel, kikotistas de Puerto Rico, ejercen sus técnicas de coacción para convencer a los sufridos kikos de que tienen que seguir obedeciéndoles y llenando cuantas bolsas les pongan por delante. Porque el objetivo del rollo -quien quiera lo puede encontrar transcrito en el apartado de mamotretos varios- no es otro que convencer a sus amadísimos neohermanos de que se tienen que poner las pilas y volver al redil neokatekumenal (nada de conformarse con la Iglesia, que no es lo mismo). Y para ello, emplean argumentos como los siguientes:

El recurso del milagreo.

Cuando un kikotista quiere convencerte de que tienes que ir por donde él te marque, recurre a asegurar que la senda que él te impone es una milagrosa intervención de Dios. En el vídeo, Julio asegura que Dios va delante de ellos abriendo las puertas y apartando las piedras:

«Mario comentó: “es un detalle que Dios va abriendo todas las puertas que parece que se cierran”, ¿no? Esta pandemia parece que ha cerrado muchas puertas, pero el Señor las abre todas, el señor va abriendo todas las puertas, moviendo todas las piedras como las mujeres que decían: “¿Quién nos moverá la piedra?”. El Señor va moviendo poco a poco todos los obstáculos. Aquí también ha sido un milagro estas convivencias que vamos a vivir, es un milagro que podamos hacerlas».

«Así que Dios, que va por delante, nos va siempre ayudando y va… Entonces, Dios que conoce la historia, conoce lo que nos pasa a cada uno, conoce lo que viene, pues siempre Él, por adelantado, nos da la gracia que necesitamos para vivir la historia con la cruz que tenga que tener. Porque la cruz no hace daño».

¿Qué la cruz no hace daño? Pues que tontos los romanos que la empleaban como castigo ejemplar. La cruz no es una fiesta ni una broma, duele, de lo contrario no es cruz. Y no creas a nadie que te diga que tiene una receta para que la cruz no haga daño.

 

La prodigiosa bola de cristal.

No se puede ser kikotista sin recibir el don karismático de percibir las intenciones y pensamientos de los demás. Incluso del mismo Dios. Así que un argumento -falso y coercitivo- que no puede faltar en la predikación de un kikotista es la pretensión de que ellos solo hacen lo que Dios les ha dicho que hagan. En palabras de Julio:

«Bendito seas, Señor (…) Tú, que nos conoces, has preparado ya una convivencia para todos y para ayudarnos a vivirla, para ayudarnos a que luego también la podamos transmitir a todas las comunidades, has pensado en este encuentro».

Por eso no dudan en asegurar que cualquier sonido que sale de su boca ha sido inspirado por Dios. Y por eso es importante que los oyentes guarden la palabra que reciban.

«La virgen María, que ha inspirado este camino, nos socorra también, nos ayude a guardar la palabra que hoy has inspirado que demos a los hermanos».

«El Señor, que nos ama, ha pensado, nos ha inspirado hacer este encuentro, así de repente».

«Esta predicación de esta noche, esta palabra que… es Jesucristo mismo que viene, que llama a tu puerta».

 

La infalibilidad.

Consecuencia del punto anterior es que un kikotista no puede equivocarse porque Dios no puede equivocarse.  Más aún, si tú no obedeces al kikotista, es a Dios a quien desobedeces.

Ya sabes, la típica añagaza sectaria: No se te ocurra decir que se cometen errores en este camino, porque te acusarán de hereje y de sugerir que la virgen María se equivoca.

«La virgen María ha inspirado este camino. Es un regalo de la virgen María para la Iglesia»

El fallo es que la premisa de partida es falsa, puesto que no son infalibles y lo que llaman predikación no es sino la venta fraudulenta de un producto que no funciona. Pero ellos tratan de tapar la evidente inutilidad del kikokumenado con la pretensión de que si se te hace largo y si no ves frutos es porque Dios es paciente contigo. El fallo siempre será tuyo, jamás de ellos.

«Dios tiene paciencia con nosotros. No es un curso en el que estamos aprendiendo y vamos siendo cada día mejores. Es una nueva creación que se gesta en nosotros y tiene el ritmo que tiene».

Es más, no oses reclamarles nada porque todo sucede por voluntad de Dios.

«Este ambiente en el que estamos: la pandemia que nos rodea y que Dios permite. No podemos olvidar que nada sucede sin que Dios lo permita».

¡Qué manía con que es Dios quien permite las guerras, las hambrunas y las catástrofes! Aunque, en el fondo, es normal que culpen a Dios de la pandemia: Están adiestrados para pensar que Dios es el causante de que el CNC sea con es y que todo lo que largan por la boquita procede de Dios. Así que no tiene nada de particular que también crean a Dios culpable de la pandemia, de los huracanes y de las goleadas del equipo rival, talmente como los religiosos naturales que piensan que si no contentan al diosito de turno con mucho trípode y muchas bolsas, se les arruinará la cosecha o les vendrá un cáncer o algo peor.

«Todos tenemos miedos y Dios ha inventado el miedo. Dios ha creado el miedo».

Según la Biblia, el miedo no aparece hasta que Adán y Eva pecan. Al kikotista solo le falta decir que Dios ha creado el pecado. Y encima nos ha hecho incapaces de no caer en él.

La receta de la salvación.

Al final, de lo que se trata, es de convencerte como sea de que ellos y solo ellos -que para eso conocen los pensamientos de Dios y además son infalibles- pueden darte la receta de la salvación. El precio es tu obediencia por encima de todo, claro, pero la salvación lo merece, ¿no? Porque sin ellos el demonio te engaña sin que tú te enteres, solo ellos conocen el verdadero camino.

«Nos has enseñado -que es el catecumenado- a obedecerle y hacer lo que él os diga. Y poco a poco lo vamos viendo: vamos dejando de hacer lo que yo quiero y empezamos poco a poco a hacer lo que nos dice el Señor. Y empezamos a ver que entonces su resurrección empieza a entrar dentro de nosotros, porque si Cristo resucitado no habita dentro de mí no hay resurrección».

Traducido: sin obediencia y sometimiento a tus kikotistas, no hay resurrección para ti. Te fastidias.

«La vida cristiana es esto, este trípode: la palabra, la liturgia y la vida en comunidad».

Eso es la vida kikiana. La vida cristiana es mucho más.

«Dios ha hecho, con esta pandemia, salir un poco más visible cuánta resurrección tengo yo dentro. ¿Tengo una resurrección suficiente como para entrar en la muerte? Antes nos pasaba igual: ¿yo puedo amar a los demás? ¿Cómo sé yo que he pasado de la muerte a la vida? ¿cómo sé yo que la resurrección no es una idea, que está dentro de mí? ¿cómo sé yo que eso es verdad? Pues porque puedo amar a los demás. Ahí se ve si tengo yo resurrección dentro».

En el CNC, las palabras mágicas “amar a los demás” significan obediencia absoluta a los dictados del kikotista: hacer el trípode a tutiplén, llenar bolsas a tutiplén y, en este caso, ignorar la pandemia e ir a toda reunión prescindible a la que te digan que tienes que ir.

«La pandemia ha sido como una radiografía para que podáis ver todos cuánta resurrección tienes. ¿Tienes miedo de ir a la comunidad? ¿Tienes miedo de la muerte? Entonces eres uno de estos que dicen no hay resurrección, por eso yo no me quiero morir, porque si me muero, quién me resucita».

«Y si yo tengo miedo a morir, quiere decirse que Cristo para mí no ha resucitado. Y si Jesucristo para mí no ha resultado, mi fe es vana, es una pura creencia sentimental o no sé cómo decir, doctrinal o emocional, pero no sirve para nada. Y no solo eso: si Jesucristo no ha resucitado dentro de mí, resulta que yo sigo en mis pecados».

En resumidas cuentas: si no te sometes a sus dictados, estás condenadísimo. Porque, además, tú solito, por tu cuenta, no puedes salvarte porque no sabes reconocer el pecado ni muchísimo menos la voluntad de Dios.

«El mundo no sabe qué es el pecado. A nosotros se nos está descubriendo que el pecado es hacer yo lo que quiero».

Y ¿quién puede sacar el pecado que habita dentro de mí? (…) Dios le hace ver que no puede él salir de esa trampa, de esa muerte, no puede, haga lo que haga de purificaciones, de conducta, lo que quieras, de salud, del protocolo, todo lo que tú quieras, hagas lo que hagas, dentro, la muerte, yo no me la puedo quitar.

Ya te he dicho que la conclusión iba a ser que sin ellos, sin el CNC y los kikotistas, te condenas.

(continuará)