Sobre la homosexualidad en el CNC

¿Hay homosexuales en el CNC? Sí. No puedo cuantificarlos, pero algunos hay.

¿Son admitidos sin problemas? No. Ser homosexual en el CNC es un estigma.

Los que yo he conocido son hijos del CNC y no conocen otra cosa, no conocen la Iglesia, no tienen donde ir, por eso su situación es tan difícil y la mayoría intenta ocultar sus inclinaciones para no ser la comidilla de los amorosísimos hermanos.

Pero no en vano el CNC organiza reuniones semanales para jóvenes con la excusa de practicar la bibliomancia y que diosito les hable y, ya puestos, que se emparejen entre ellos en lugar de buscarse pareja fuera de las redes del grupo, de tal modo que antes o después aquellos jóvenes que se distinguen por su renuencia a emparejarse llaman la atención.

Y si llamas la atención, puedes tener la seguridad de que el asunto llegará a conocimiento de los kikotistas, quienes en la primera ocasión que se presente indagarán sobre el caso.

Llegados a este punto, una de las opciones favoritas de los kikotistas, siempre dispuestos a disponer sobre la vida de los demás, es la sospecha de que diosito tenga un interés particular en el/la joven reacio a emparejarse. Y no es descabellado que, antes de que se dé cuenta, el sujeto se encuentre conminado a realizar una experiencia de una semanita en algún convento o seminario RM.

Una porción no desdeñable de chicos, arrastrados por sus sentimientos de culpabilidad, su disgusto contra sí mismos y sus inclinaciones, la presunta autoridad y el falaz discernimiento de los kikotistas acaban consagrados sin vocación para ello.

Conocí a uno de tales chicos. Su tendencia hacia los de su mismo sexo seguía inmutable, lo único que cambió era que buscaba pareja entre otros que, como él, lucían alzacuellos sin vocación.

En el caso de los chicos lo primero que se decreta es probar en un seminario, en el caso de las chicas el abanico de opciones es más amplio, no solo está la clausura, también pueden descubrir su vocación de chachas consagradas. Además, tanto chicos como chicas pueden ser invitados a un cursito terapéutico para la sanación de su espíritu. En estos momentos, el único cursito de estas características del que tengo noticia lo da el obispado de Alcalá de Henares, muy censurado por su incorrección política.

Otros señalados se rebelan, lo que les conduce a ser declarados engañados por el demoño, para que todo el mundo sepa que hay que darles estopa fina hasta que se konviertan al gusto y dictado de los sagaces kikotistas.

En estos casos, los kikotistas vuelcan casi todo el peso de la konversión sobre la familia del rebelde. Es una maniobra de libro: siempre interesa dejar claro que, si la cosa funciona, el mérito es de los astutos estrategas que dictaminaron lo que había que hacer, y si fracasa estrepitosamente, el fallo y la culpa es de las familias, que no supieron seguir las indicaciones recibidas. ¿Se entiende?

De todas formas, el modus operandi depende de si el chico/a sometido a tratamiento es o no hijo de pata negra. Si es varón e hijo de pata negra se le suele decretar una estancia de varios meses en algún centro de kikotización muy muy lejano, en la domus Galilaeae, por ejemplo. El objetivo es que el chico pierda todo contacto con las malas influencias puesto que no se concibe que un hijo de pata negra pueda ser homosexual de forma innata, se decreta que lo es por influencias malignas del entorno, de los amigos, del ambiente universitario o de la comida basura y que una vez apartado del mal, sanará de su dolencia y se konvertirá en un kiko de pro.

Y para lograrlo durante esos meses de estancia en tierra extraña es sometido diariamente al tercer grado por quienes ejercen de responsables en tales lugares.

El porcentaje de éxito es casi inexistente. Pero la culpa se echa a la pertinaz dureza de mente y de corazón del afectado, claro, no al procedimiento de “curación”.

Otra opción que se aplica con denuedo es la de forzar un emparejamiento. Esta opción es la que los kikotistas ven con su ojo mágico cuando se sabe que hay alguien en las comunidades a quien le hace tilín el chico sometido a tratamiento. En ese caso se pincha, se coacciona y se presiona al triste engañado por el demoño hasta que este se convenza de que diosito le ha puesto a esa persona que tanto interés muestra por él para salvarle y sacarle del pozo en que se encuentra. Y sin tener las cosas claras, de repente, por mediación de los amorosos kikotistas y, a veces, también de las familias, se encuentra emparejado con alguien por quien, en el mejor de los casos, solo siente amistad.

Si se logra el emparejamiento, lo usual es que la presión del entorno no solo no ceda, sino que se redoble a fin de conseguir un matrimonio rápido que ratifique la “curación” del antes engañado por el demoño. Estos matrimonios suelen ser un triste fracaso de esos que abultan las cifras de nulidades que se producen dentro del CNC. Lo más triste es que el hecho de que sean un error no impide que sean fecundos. Y los hijos también son víctimas de los desatinos de los kikotistas con sus padres.

Por último, sin que sea un relato exhaustivo, pues solo menciono aquello que he visto y no han sido tantos casos, hay quien pese a todos los intentos no se deja doblegar. Lo usual es que estos acaben fuera de la comunidad y que sea su propia familia quien les haga la vida imposible. Puede darse el caso de que le cierren las puertas de la casa familiar y se encuentre en la calle, o que le retiren la palabra y le hagan el vacío, y así durante meses o años, lo que haga falta hasta que la persona pueda independizarse.

¡Cuántas familias destrozadas genera el CNC! Pero de esas cifras nunca presumen, claro.