Mamotretos varios

viernes, 31 de julio de 2020

Con discernimiento no hace falta que vayas a un vidente o a un brujo


Retomo el tema del discerni-miente-que-te-miente que se practica en el CNC. Y para ello parto del siguiente comentario rescatado del blog:

 

A la vista de lo escrito, alguien podría pensar que hay mendrugos en el CNC que piensan que el hecho -concreto- de realizar un desprendimiento de bienes -tal vez el primero de su vida- funciona como un pagaré que obliga a Dios a dar algo a cambio, en concreto a otorgar discernimiento.

En tal caso, al realizar su obra de desprendimiento tales mendrugos contarían con recibir la paga correspondiente, es decir, no lo harían gratis, no sería un verdadero desprendimiento, sino un negocio en el que se adquiere algo al precio del desprendimiento de bienes.

Pero no se puede evitar que haya mendrugos sueltos por el mundo, ¿verdad?

Salvo que el pobrecillo no hace otra cosa que repetir cual loro las kikadas que ha aprendido de sus kikotistas, quienes, a su vez, las han aprendido de otros kikotistas y así hasta llegar al mismo Kiko, ese que dice ser tan sensible.

Repito para que quede claro: la pendejada de desprenderse a fin de que Dios quede obligado a proveer de discernimiento viene del mismo Kiko. La prueba puede encontrarse en sus anotaciones aburridas de ayer y anteayer:

«202 - Odia a tu mujer, odia a tus hijos, odia a tu padre y a tu madre, odia tu misma vida y tendrás discernimiento: solo a solo, y en Él todo».

No es casualidad que Kiko utilice la deformada cita de la que tanto se abusa en los segundos escruticidios para devenir en el discernimiento. De Kiko parte la errada idea de que está escrito que el desprendimiento siempre ha de ser correspondido por Dio, por lo que al desprenderte lo trasformas en tu deudor, adquiere contigo una deuda, por lo que vas a tener poder sobre Él.

El error es gordísimo, como quiso aclarar Malinche:

El problema es que Kiko nunca ha entendido qué es el discernimiento. No hay más que buscar sus dichos al respecto, como los siguientes:

«Discernimiento para comprender por qué te pasan las cosas en la familia, para comprender qué está pasando con la política; tener discernimiento» (Tostón pre Pascua 2005).

¿Tiene algo que ver lo que esté “pasando con la política” con “las cosas en la familia”?

Kiko se cree que el discernimiento es como la visión sideral de la que tanto presumen él y los kikotistas, de hecho, confunde el discernimiento con soltar el primer juicio mendaz que se le pase con el coleto, por eso para él entra en la misma categoría disponer lo que “está pasando con la política” (pero sin arreglar nada al respecto), que decidir lo que han de hacer otros en función de las cosas que les pasan “en la familia”. Absolutamente lo mismo, puesto que en ambos casos los afectados son terceras personas y las consecuencias si alguno se deja guiar por su pretendido discernimiento, caerán sobre dichas terceras personas. En cualquier caso, él se va de rosita.

He contado alguna vez el caso de una hermana de comunidad que tras fiarse de los kikotistas y vender los bienes y dejar el trabajo porque le dificultaba el dedicarse por entero a las cosas de la comunidad se vio sin blanca y en el paro (y además la dejó el novio). La siguiente vez que los kikotistas le preguntaron que si había visto la mano de Dios tras fiarse y obedecer, a ella se le escapó un rotundo: «una mierda es lo que he visto». Es lo que suele pasar a quien, para su mal, se fía de unos que dicen que se puede obligar a Dios a actuar, siempre que te atengas a lo que te ordenen.

Esa vez, con esta hermana, fue la primera vez que vi a los kikotistas no solo desentenderse del daño que habían provocado a quien se había fiado de ellos sino también revolverse y morder al dañado hasta hacer sangre. Con una sequedad y una mala baba considerable, dictaminaron que la reacción de esta hermana era consecuencia de que ella estaba endemoniada. ¡Faltaría más! No iban a reconocerse responsables de que ella hubiese quedado con el culo al aire, como vulgarmente se dice.

La segunda vez que vi a mis kikotistas atrapados ante la obstinada realidad que demostraba que su discernimiento apestaba, me sucedió a mí personalmente. Intentaron convencerme de que mi obligación era someterme a una situación de acoso y abuso psicológico porque poderoso era Dios para cambiar el corazón de la persona que intentaba destruirme. Trataron de hacer ver ante toda la comunidad que mi fe era nula si no les obedecía y no me sometía. Contesté que mi fe me permitía ver que todo el poder de Dios se detenía ante la libertad de ser humano, libertad par optar por el bien o por el mal, es decir, que Dios no cambiaría a la fuerza el corazón de nadie que no quisiera ser cambiado. Y me declararon endemoniada.

Los kikotistas no saben lo que es el discernimiento porque escuchan a uno que lo confunde con el tarot:

«Tenemos discernimiento, porque sabéis que el Bautismo nos hace profetas, reyes, sacerdotes. A los primitivos cristianos, los Padres de la Iglesia preguntaban ¿Qué es lo propio del cristiano? ¿Qué es lo auténticamente propio? Entonces respondían “la obediencia” y decían los Padres “NO”. Entonces ¿Lo propio del cristiano qué es? ¿La santidad? ¿La pobreza? ¿Qué es? Y respondían “EL DISCERNIMIENTO”, porque si no tienes discernimiento te crees humilde, te crees que obedeces y nunca has obedecido a nadie, te crees santo y eres lo contrario, un demonio. EL DISCERNIMIENTO, es ser Profeta, que te da el bautismo por la participación de Cristo. El bautismo te hace profeta, te da discernimiento para comprender ¿Por qué está tu mujer en crisis? ¿Por qué tu marido no te habla últimamente? ¿Por qué te han dejado sin trabajo? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¡Tienes discernimiento! ¡Eres un Profeta con Cristo! No hace falta que vayas a un vidente o a un brujo, Cristo ha vencido todos los brujos de la tierra, Él nos da una imagen real de lo que es la historia y de lo que es la vida» (Tras la JMJ de Roma).

Yo no seguí las desacertadas indicaciones de mis kikotistas, me pasé su diagnóstico de “endemoñamiento” por el arco del triunfo y no me ha pasado nada: no me han despedido, no me he arruinado, no me he quedado en la calle, mi familia no está destruida, mis hijos no se han ido de casa ni se llevan mal…

No les tengáis miedo. Temed más bien hacer caso a lo que os digan, porque os pueden destruir si hacéis lo que ordenan. Y si no, preguntaos por qué ellos no hacen lo que ordenan a los demás o mejor todavía, tomad nota de la siguiente cita del sensible y si lo que os dicen los kikotistas no os aporta paz, sabed que es porque viene del demonio:

«Si escucháis a San Ignacio de Loyola en el discernimiento de los espíritus lo explica claramente: hay cosas que te parecen muy buenas, pero cuando te crean inquietud interior es que vienen del demonio, jamás el Espíritu Santo provoca inquietud, siempre provoca paz» (Tostón pre Pascua 2005).

miércoles, 29 de julio de 2020

El otro, que es Cristo, es tu enemigo


A Kiko el sensible le gusta presumir de “familias reconstruidas” a las que invariablemente presenta como uno de los primeros frutos del Camino que no lleva a ninguna parte.

Es curiosa la expresión “familia reconstruida” porque para que algo tenga necesidad de reconstrucción primero ha tenido que haber ruptura. Es evidente, ¿no?

Así que a los neocatecumenales, que se caracterizan por repetir como loros bien amaestrados los dichos de su “Moisés” -palabrita del padre Pezzi-, les da por presumir de contar con muchas familias destruidas que han requerido ser reconstruidas, y por hacer saber que tal reconstrucción no ha sido obra de Dios, sino de sus artes neocatecumenales. Ellos se tienen por reconstructores de familias rotas.

Si alguien se fía de lo que dice los neocatecumenales, podría pensar que su labor consiste en ofrecerse como herramienta de sanación a familias previamente rotas que no sean parte del Camino. Es decir, ellos se enteran de una situación de ruptura familiar y acuden al rescate. Mi experiencia me dice que no es así.

En mi propia comunidad he vivido varios casos.

La primera “familia destruida” fue la de los padres de uno de los kikotistas. Cuando yo los conocí ya eran mayores y me resultaba difícil imaginar que ella hubiese sido una mujer de las que atraen a los hombres, pero en su juventud tuvo pretendientes a montones, no por ser especialmente bella -no lo era-, sino por su simpatía y desparpajo; él, por contraste, era tímido y poco hablador. Hablo de hace muchos años, antes de que se inventase el CNC, cuando a las señoritas se las educaba para ser esposas y madres, pero no para trabajar fuera de casa.

Resultó que de entre todos los pretendientes, ella se prendó de él. Se casaron, tuvieron dos hijos varones, el primero sacó el carácter abierto, sociable y risueño de la madre y el segundo -el que fue mi kikotista- el ánimo taciturno y la timidez del padre.

Sucedió que el primogénito enfermó. Una enfermedad degenerativa que se lo llevó -a “nacer en el cielo”, como dice ahora el padre Mario- siendo apenas un jovenzuelo. Como es de suponer, la madre se volcó con el hijo enfermo, recorrió con él hospitales y consultas médicas en busca de solución; la enfermedad consumió los ahorros de la familia y, de alguna forma, también agotó el amor. El hijo pequeño creció sintiéndose abandonado y el matrimonio dejó de funcionar, eran dos extraños que vivían bajo el mismo techo, pero ya no se amaban ni se respetaban. Una de esas familias que el CNC dice que reconstruye.

El hijo pequeño se lo creía, así que insistió a sus padres para que hicieran las kikotesis y entrasen en una comunidad, convencido de que eso sería mejor que una varita mágica para arreglar los problemas de convivencia de sus padres.

¿Qué sucedió? Que al final ella aceptó porque buscaba interacción social, ser parte de un grupo en el que desplegar sus habilidades sociales. Pero puesto que no se aguantaban, el padre dijo que él no pensaba ir a ningún grupo en el que ella estuviese. Y así fue. Ambos murieron hace años, tan de espaldas el uno al otro como vivieron.

Otro caso fue el de los padres de una hermana de comunidad. La historia es bastante similar, una “niña bien” de mediados del siglo pasado que casa con un hombre instruido y en buena posición económica, lo que se decía un buen partido. Tuvieron dos hijas y descubrieron, demasiado tarde, que no tenía nada más en común. Otro matrimonio destruido.

Pero también como en el primer caso mantuvieron la convivencia, puesto que él era el medio de vida de ella. También como en el primer caso fue la hija la que ofreció a sus padres la receta mágica del CNC para “reconstruir su matrimonio” y como en el primer caso ellos dijeron que no querían ir juntos a ningún sitio. La diferencia es que él murió antes de que ella se decidiese a hacer las kikotesis. Ahora cuenta lo bueno que hubiese sido que él las hubiese escuchado.

Sé de otros casos similares, matrimonios en crisis a quienes los neocatecumenales presentan el CNC como una varita mágica y, casualmente, la tónica es que ninguno o solo uno de ellos se deje convencer y el matrimonio, como tal, siga dando los tumbos que tenga que dar, sin que la comunidad sea de la menor ayuda o al revés: cuando solo uno de ellos es captado, puede ser un instrumento que ahonde el problema, como sucedió con los padres de otra hermana de comunidad. A estos les ayudó que él enfermó y tuvo que dejar el Camino y fue entonces cuando empezaron a llevarse mejor.

En suma, yo no he visto ningún caso en el que una familia con problemas acuda al Camino y encuentre solución a su destrucción.

Entonces, cuando Kiko habla de “familias reconstruidas” se refiere a familias gestadas y también destruidas en el Camino.

De hecho, lo que se desprende del discurso simplón y simplista del sensible es que ninguna familia puede no estar destruida sin ser adicta a la kikotina: «Muchas veces tu mujer o tu marido te destruyen, porque estamos muertos por dentro» (mitin en Madrid, el 28 de diciembre de 2013). Para Kiko lo de la “ayuda adecuada” y tal es pura palabrería, él está convencido de que la misión del otro en el matrimonio es destruir. Y punto.

Siempre insiste en que no se trata de que el otro cambie y deje de destruir, no, el otro va a ser tu enemigo y tú tienes que aceptarlo como es: «hay que amar al otro, aun cuando el otro sea tu enemigo». (del mismo mitin). Y para alcanzar tal nirvana, tal alienación en la que creas amar lo que te destruye, se necesita mucha kikotina, que algunos confunden con fe. Porque el mensaje es que tú no tienes fe si se te ocurre tratar los problemas con tu pareja para buscarles solución entre los dos, porque, en el fondo, lo que estarías pretendiendo es obligarle a cambiar, a no ser como es, a ser distinto, es decir, no estarías amando a tu enemigo, estarías muerto por dentro y no sería kikiano adulterado.
¿Entiendes?
Lo que has de hacer es apechugar con aquello que te destruye, y apechugar sin quejas o sin esperanza de solución, porque lo que tal vez podría haberse solucionado hablando, se enquistará por no hablarlo. Eso es lo que hace el kikismo con tantas pobres "familias recostruidas".

Y todo este rollo veía a cuento de que quería explicar a los kikos que “familia reconstruida” para el resto del mundo designa aquella en la que uno o ambos miembros de la pareja aporta hijos de una relación anterior. Así que cuando presumen de tantas familias reconstruidas están dando a entender que tantas de ellas han tenido uno o más fracasos anteriores antes de juntarse. Lo que, por una vez, no falta a la verdad.