Familia en misión

Lo que voy a narrar en esta entrada es un hecho concreto sobre las familias en misión.

Sucedió que una de estas familias con muchos hijos pequeños fue destinada a una ciudad perdida en un país nórdico europeo. Es decir, uno de esos lugares en la apóstata Europa donde, según cuenta uno muy sensible, la gente ya no se casa, no existe la familia, todos están alienados, en lugar de hijos tienen gatos y se pasan el día bebiendo y fornicando, con pequeños descansos para suicidarse una y otra vez, y alimentar a los gatos. No necesariamente en ese orden.

Bueno. El caso es que esta familia se preparó para su aventura escandinava. Encontraron una casa lo bastante grande para todos ellos -no recuerdo si eran siete u ocho niños además de los dos adultos- y el organismo competente de aquel país se encargó de escolarizar a toda la patulea de chavales.

Como sucede en Kikónides, los padres lo contaban como un gran milagro: habían conseguido plaza para todos los hijos, cerca de la casa grande que también habían encontrado milagrosamente, educación gratuita, libros y material escolar gratuitos, uno de los mejores sistemas de enseñanza europeos, comedor escolar que no recuerdo si era gratis o casi, dada su condición de familia muy numerosa con ingresos bajos, los niños iban a integrarse en las clases normales desde el primer día, pero además iban a tener seguimiento y apoyo personalizado para ayudarles con las deficiencias idiomáticas… Todo un regalo del señor, decían. Supongo que se referirían a señor director del colegio o al funcionario encargado del asunto.

El caso es que si se te ocurría comentar que lo más milagroso era que un país donde no existían la familia y no había niños -según ellos mismo decían- tuviese un sistema educativo tan fabuloso, te miraban raro.

Bueno. Esta familia hizo las maletas y se fue a la remota ciudad escandinava que les había tocado en suerte. Su misión era simplemente vivir allí. No son kikotistas itinerantes, no dan kikotesis, solo hacen bulto cuando otros dan kikotesis, para que la sala no esté demasiado vacía y triste. Y mientras tanto se pasean entre los lugareños, compran verdura en el mercado, llevan a los niños al colegio, van al médico, a la peluquería, acuden a exposiciones… Se trata de que se dejen ver rodeados de niños, porque alguien ha pensado que una visión semejante, por inusitada, tendría que atraer necesariamente el interés de los lugareños.

Pero resulta que ya llevan unos cuantos añitos y nadie muestra el interés esperado. Y lo peor de todo, sus conciudadanos son gente educada y pacífica que no los miran mal ni los persiguen. Y no hay suicidios a todas horas, ni ofrecen droga en el patio del colegio, ni dan clases prácticas sobre masturbación a los niños de infantil, y encima resulta que sí hay familias autóctonas, y que esas familias tienen hijos además de gatos, posiblemente más hijos que gatos.

En suma, que lo que les contaron era una milonga y la realidad es otra muy diferente.

Pero ellos no se acobardan y siguen allí, sin comerse un colín, es decir, sin captar a nadie para la causa, a la espera de que diosito les muestre qué es lo que quiere de ellos. Y mientras tanto, viven de las subvenciones para familias numerosas y de las bolsas.

A propósito de bolsas. Al menos una vez al año, a Kiko le gusta juntar a su alrededor a las familias en misión. La reunión en es el Puerto San Jorge y los gastos del viaje y la estancia se cubren con lo que sale de los bolsillos de los sufridos caminantes. Pero en realidad no son reuniones de familias, porque los hijos se quedan en casa, al cuidado de niñeras.

Sabido es que las familias en misión son acompañadas por un par de hermanas solteras que ejercen de chacha para todo. Pero hay un problema, si las chachas también son convocadas a estas reuniones con el gran líder, ¿Quién se queda con los niños que dejan atrás?

Supongo que en otros sitios y/o en otras familias serán los hermanos mayores los que tengan que asumir hacerse cargo -gratis total, aquí sí- de la caterva de hermanos menores; o tendrán suficiente confianza con vecinas y cuidadoras para contratar a un par de ellas. Pero esta familia de la que escribo no se había integrado, no tenía trato con los vecinos, no sabía de cuidadoras de confianza y sus hijos eran demasiado pequeños para dejar a ninguno de ellos a cargo de los demás.

En estos casos, lo que se hace es mandar un mensaje a la comunidad de origen para que sea esta quien les envíe dos chachas gratis total que cubran el puesto de los padres durante su estancia en Italia. Por supuesto, el viaje y los gastos de estas chachas también salen de las bolsas.

Pero he contado en otra entrada que en la comunidad de mis kikotistas no había solteras, de una o de otra forma se habían “desprendido” de todas ellas salvo una. Así que lo que hicieron fue pedir voluntarias de otras comunidades. Ya conocéis el rollo: es una oportunidad para ofrecer vuestro tiempo para ayudar a la kikotización de esta Europa apóstata, no os preocupéis si perdéis clases porque diosito os dará el ciento por uno, puede pareceros que sois vosotras las que dais algo, pero veréis que recibís mucho más de lo que dais y tal y tal.

Total, que hubo quien se apuntó por aquello del viaje gratis al norte de Europa, tendría que haber comprendido que todo lo que iba a ver era el mercado y la cocina donde siete u ocho bocas hambrientas de niños desconocidos esperaban que preparase la cena.

Fue una experiencia inolvidable, eso dijo.